domingo, 10 de agosto de 2014

EL CERCANO ORIENTE


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Alberto Barrera Tyszka

En la foto puede verse al canciller junto a una cama del Hospital Nasser en El Cairo. En la cama está tendido un hombre blanco y canoso. El hombre no mira directamente a Jaua y tiene su cabeza apoyada en un cojín con detalles color arena. Pero Jaua sí lo mira a él. Y asoma en sus labios una media sonrisa de ternura. Y aprieta entre sus dos manos, la mano izquierda del herido. La toma tiene un inevitable tono de pose. Es obvio que sabe que ahí está la cámara, retratándolo. El mismo canciller, a través de Twitter, difunde la noticia. “Un anciano convalenciente me dijo: ‘Ustedes los venezolanos son el mejor pueblo”. Si Jaua hiciera lo mismo en cualquier hospital público de Venezuela, cualquier anciano convaleciente le diría que el quirófano está cerrado, que no hay anestesia ni medicinas; que lleva semanas ahí, tendido, esperando que el gobierno reaccione.
En otro mensaje, el canciller nos cuenta cómo a un niño herido se le ilumina el rostro mientras le dice “Yo sé quién es Chávez”. Un poco más tarde, otro tuit muestra a Jaua dejando una ofrenda floral frente a una estatua del libertador “¡Bolívar vive!”. El uso político de las tragedias ajenas no es novedoso, pero siempre es indignante. El conflicto entre palestinos e israelitas ya es bastante complejo y terrible para tratar, encima, de aprovecharlo en otras batallas.
Etgar Keret es un joven escritor y cineasta israelita. Ha desarrollado guiones para televisión, ha dirigido películas para cine, y tiene varios sensacionales libros de cuentos. Posee una imaginación desbordada y un lenguaje muy singular. Pizzería Kamikaze (Sexto Piso, México) es un libro imprescindible. Hace unos días, en un artículo publicado en The New Yorker, Keret comentó que “a veces, pareciera que se están llevando a cabo dos guerras”. La primera es la evidente, la que se da en la zona de combate; la segunda es la que se despliega a lo interno de las comunidades en Israel, desde la oficialidad y en contra de aquellos que disienten o cuestionan las decisiones del gobierno. “Es terrible –escribe Keret– cometer un error tan grave que cueste la vida de muchos. Es peor cometer el mismo error una y otra vez. Cuatro operaciones en Gaza, un inmenso número de corazones israelitas y palestinos que han dejado de latir, y seguimos acabando en el mismo lugar. La única cosa que realmente cambia es la tolerancia a la crítica de la sociedad israelita”.
Mucho le ha costado a la humanidad comprender que, ante cualquier conflicto, hay que ponderar más la contundencia de los métodos que la volatilidad de los motivos. Las supuestas causas nobles son responsables de muchos crímenes. Las intenciones correctas se corrompen. Las ideologías que invocan la paz terminan promoviendo las guerras. La fe a veces mueve más armas que oraciones. Todos los bandos dicen ser los buenos, incluso a la hora de matar. Por eso es mucho más eficaz establecer acuerdos a partir de lo concreto, de las acciones, y no de las justificaciones o de los argumentos. Lo que ha ocurrido, hasta ahora, en la franja de Gaza es inaceptable, bajo cualquier punto de vista y sin importar las razones. La raza humana no puede validar la masacre como método.
Los conflictos bélicos no se resuelven con consignas fáciles. Ni la historia de ellos, ni la nuestra, es tan simple. El canciller de la foto pertenece a un gobierno que ha conducido a Venezuela a una indescriptible espiral de violencia interna, que ha reprimido con ferocidad a ciudadanos inocentes, que ha implementado una nueva fuerza militar que le permite sospechar y detener a cualquier persona a cuenta del “terrorismo”. Pero, además, el canciller de la foto también pertenece al gobierno de un país con alarmantes estadísticas en la salud pública, donde hay fallas gravísimas en los centros hospitalarios y donde existe por lo menos 50% de escasez de insumos clínicos y de medicinas... ¿Qué carajo, entonces, anda haciendo Elías Jaua en El Cairo, tomándose foticos y diciéndonos que dicen que somos los mejores?

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