Fernando Mires
(Tomado de Tal Cual)
Hoy como antes se habla de populismo. Sin embargo, el fenómeno populista parece haber sufrido un desplazamiento geográfico. El tema predominante ya no es el populismo latinoamericano. Las páginas de las revistas especializadas están dedicadas a analizar con más atención el llamado neo-populismo europeo el cual, en sus versiones de izquierda y de derecha se encuentra muy cerca del poder en Grecia, Francia, e incluso, en España.
Los analistas políticos europeos se encuentran tan perplejos como hace un decenio los latinoamericanos. A pocos, sin embargo, se les ha ocurrido la idea de intentar aprender un poco de América Latina. Tan acostumbrados estaban que ocurriera siempre al revés.
Si observaran el reciente curso de los procesos latinoamericanos comprobarían que el populismo no es un hecho irreversible. Además, constatarían como, bajo determinadas condiciones, puede ser detenido o por lo menos contrarrestado.
Así lo demuestra al menos el retroceso que comienza a observarse en la expansión del llamado “socialismo del siglo XXl” (SS21), proyecto que hace algunos años parecía ser parte de una avanzada populista continental imposible de ser detenida.
Hoy, a comienzos del 2015, es posible afirmar que la expansión del SS21 no solo ha llegado a su límite. Además, ha comenzado un lento periodo de descenso.
Surgido a partir del eje Caracas /La Habana, ampliado en el ALBA a través de la incorporación de Nicaragua, Bolivia y Ecuador, el SS21 pretendía ser el foco que ordenaría a toda América Latina en un proyecto macrohistórico destinado a implantar un estatismo de masas en torno de caudillos mesiánicos, portadores de un mensaje nacionalista y socialista en contra del “imperio” y sus satélites. La porfiada realidad ha mostrando, sin embargo, una cara distinta.
No deja de ser una paradoja el hecho de que los países más integrados al mercado capitalista mundial sean precisamente los representantes de proyecto SS21. Nunca Nicaragua estuvo más vinculada al espacio capitalista (con rostro chino o americano) que bajo el gobierno de la familia Ortega. Nunca hubo un país más dolarizado que Ecuador. Nunca Venezuela fue más dependiente de sus exportaciones petroleras al “imperio” que bajo Chávez y Maduro. Nunca el destino económico de Cuba ha dependido tanto de la voluntad de los gobiernos de EEUU, como ocurre hoy con la dictadura del Raúl Castro.
Incluso en Bolivia, la enorme popularidad que goza Evo Morales se afianza, entre otras razones, por haber logrado incorporar al empresariado nacional a un proyecto, no de socialismo, sino de desarrollo capitalista con hegemonía estatal. El SS21 ha sido solo la ideología de un proceso que conduce desde un capitalismo precario a un capitalismo más integral.
Por si fuera poco, el país con mayores inclinaciones populistas del mundo, Argentina,
comienza a marcar otra pauta. Según observadores, las posibilidades “masistas” y “macristas” podrían dar por terminada una forma de dominación populista: la kirchnerista. Si así ocurriera en las elecciones de 2015, Latinoamérica pasaría a ser definitivamente el continente del centro político. Quien lo iba a pensar.
Solo Venezuela, el ex motor del proyecto SS21, no ha podido dar el salto que lleva a una fase superior en el desarrollo del capitalismo. Bajo Chávez Venezuela financió el desarrollo capitalista de otras naciones. Bajo Maduro no puede ni siquiera financiarse a sí misma.
Desde una perspectiva puramente política, tampoco el “modelo” de dominación ofrecido por SS21 -vale decir, el de un Estado gestor en la emergencia de una anti-sociedad de masas- ha logrado prender en el ámbito latinoamericano. Todo lo contrario. Observado las elecciones que tuvieron lugar en Uruguay y Brasil durante el 2014, ambas definidas en segunda vuelta, la impresión general es que los respectivos gobiernos solo podrán gobernar integrando las demandas más bien centristas e incluso conservadoras de sus oponentes.
No deja de ser interesante agregar que lo primero que intenta cada candidato de izquierda, en cualquier país latinoamericano, es distanciarse lo más posible del chavismo.
Todo permite afirmar entonces que en plazos relativamente cortos será establecida en el continente una arquitectura política centrista, con leves inclinaciones hacia el lado izquierdo. Dicha orientación aparece mucho más nítida después del restablecimiento de relaciones políticas entre los EEUU y Cuba.
El elan ideológico antiimperialista (anti norte-americano, más bien) que dio origen al SS21, ha sido en gran parte desactivado por la gestión Obama. Así, la izquierda radical latinoamericana se está quedando sin símbolos. ¿Qué será de esa izquierda sin su simbología antiimperialista?
¿Y si Santos logra en Colombia la definitiva rendición de las FARC? Ahí desaparecerá definitivamente la última reliquia de “un viejo pasado que no volverá”. Enhorabuena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario