Steven Levitsky
Ante los graves problemas que enfrentan los gobiernos de Bachelet,
Kirchner, Maduro, y Rousseff, muchos comentaristas prevén el fin del
giro a la izquierda latinoamericano. La ola sin precedentes de triunfos
izquierdistas que empezó con la elección de Hugo Chávez en 1998 se
agota.
No todos los gobiernos de izquierda están en crisis. Siguen más o
menos fuertes en Bolivia, Ecuador, El Salvador, Uruguay, y Nicaragua.
Sin embargo, es probable que la izquierda sufra una serie de derrotas
electorales en los años que vienen. Se iría primero en Argentina, donde
ninguno de los candidatos presidenciales serios es kirchnerista (Macri,
Massa, y Scioli son pragmáticos del centro o centro-derecha). Aunque
no haya elecciones presidenciales cercanas en Brasil y Venezuela, Dilma
Rousseff ha sufrido una fuerte caída de popularidad y podría enfrentar
un juicio político. Y el gobierno de Nicolás Maduro está atrapado en un
callejón sin salida.
Después de una década de triunfos sin precedentes, entonces, parece
que la izquierda latinoamericana está perdiendo fuerza. La ola empieza a
retroceder.
El retroceso de la izquierda tiene dos causas principales. El primero
es el desgaste natural después de haber gobernado por tres o cuatro
periodos presidenciales. Pocos partidos ganan más de tres elecciones
presidenciales consecutivas (en EEUU, la última vez fue hace casi 70
años), y en democracia, casi ninguno gana más de cuatro. Después de
tres periodos, los gobiernos pierden los reflejos políticos; se
distancian de la gente, y muchas veces, crece la corrupción. Aun cuando
no son muy corruptos (como en el caso de la Concertación en Chile), la
gente se cansa. Tarde o temprano, el desgaste afecta a todos los
gobiernos. Doce años (Argentina) o 13 años (Brasil) en el poder es
mucho. Nada es permanente en la democracia. Nadie gobierna para
siempre.
El segundo factor que debilita a la izquierda latinoamericana es el
fin del boom de las materias primas. El tremendo éxito electoral de la
izquierda en Brasil (reelecto en 2006 y 2010), Chile (reelecto en 2006),
Venezuela (reelecto en 2006 y 2012), Argentina (reelecto en 2007 y
2011), Bolivia (re-electo en 2009 y 2014), Ecuador, (re-electo en 2009 y
2013), y Uruguay (re-electo en 2009 y 2014) fue facilitado por el boom
económico que empezó en el 2002. El boom se acaba, y algunas economías
han caído en recesión. Las crisis económicas –serias en Brasil y
Argentina, infernal en Venezuela–generan descontento. Y los electores
descontentos no suelen reelegir a sus gobiernos.
Es probable, entonces, que el desgaste natural y el fin del boom
económico pongan fin al giro a la izquierda. El proceso ya está en
marcha en Argentina y Brasil, pero llegará también a países como Bolivia
y Ecuador. En política nada dura para siempre.
Pero la década izquierdista ha sido un tremendo éxito para las fuerzas progresistas latinoamericanas. Con la excepción del chavismo venezolano (que dejará el país en ruinas), los gobiernos de izquierda latinoamericanos dejarán dos legados positivos.
Pero la década izquierdista ha sido un tremendo éxito para las fuerzas progresistas latinoamericanas. Con la excepción del chavismo venezolano (que dejará el país en ruinas), los gobiernos de izquierda latinoamericanos dejarán dos legados positivos.
Primero, demostraron que la izquierda puede gobernar. La imagen de
una izquierda incapaz de gobernar había estado ampliamente difundida en
América Latina. Debido a los fracasos de Allende en Chile, Siles Suazo
en Bolivia, el sandinismo en Nicaragua, y Alan García en el Perú, la
izquierda regional estaba asociada con crisis fiscal, hiper- inflación y
desgobierno.
Esa imagen cambió en los 2000. En Chile, Ricardo Lagos y Michelle
Bachelet gobernaron bien, espantando el fantasma de Allende. Lula
gobernó bien en Brasil. Tabaré Vázquez y Pepe Mujica gobernaron bien en
Uruguay. El FMLN ha gobernado bien en El Salvador. En Bolivia, las
políticas macroeconómicas del gobierno de Morales han sido bastante
responsables –y bastante exitosas.
Los gobiernos de Lagos y Bachelet, Lula, Funes, y Vázquez y Mujica destrozaron la imagen de una izquierda incapaz. En Brasil, Chile, y Uruguay, la tasa de crecimiento económico aumentó con los gobiernos de izquierda. Y según los Indicadores de Gobernancia del Banco Mundial, los tres países mejoraron en términos de rendición de cuentas, estado de derecho, y corrupción.
Los gobiernos de Lagos y Bachelet, Lula, Funes, y Vázquez y Mujica destrozaron la imagen de una izquierda incapaz. En Brasil, Chile, y Uruguay, la tasa de crecimiento económico aumentó con los gobiernos de izquierda. Y según los Indicadores de Gobernancia del Banco Mundial, los tres países mejoraron en términos de rendición de cuentas, estado de derecho, y corrupción.
El segundo legado de los gobiernos de izquierda son las políticas
redistributivas. La redistribución desapareció de la agenda pública en
América Latina en los años ochenta y noventa. Quedó fuera del Consenso
de Washington. Los viejos estados de bienestar –casi todos
disfuncionales– fueron desmantelados pero no reconstruido, y la política
social se limitó a las políticas antipobreza focalizadas.
La izquierda colocó el tema de la redistribución en la agenda. En
Argentina, Brasil, Chile, y Uruguay, gobiernos izquierdistas aumentaron
el salario mínimo, expandieron los sistemas salud y seguridad social,
ofreciendo pensiones y seguro médico a millones de personas –informales,
desempleados, y pobres rurales– que jamás los habían recibido, y
mejoraron los ingresos de millones de familias a través de programas de
transferencias condicionales. Las consecuencias de estos programas han
sido enormes. En Brasil, 20 millones de personas salieron de la pobreza
bajo el gobierno de Lula. Y el nivel de desigualdad cayó.
Aunque la pobreza disminuyó en toda America Latina, la economista
Nora Lustig y sus colegas muestran que los gobiernos social democráticos
en Brasil, Chile, y Uruguay lograron reducir la pobreza y la
desigualdad más que en otros países.
El buen rendimiento de los gobiernos de izquierda se ve en los
resultados electorales: entre 2000 y 2014, los gobiernos de izquierda
fueron reelectos en 19 de 20 oportunidades (la única derrota fue en
Chile en 2010, donde el candidato, Eduardo Frei, no era de izquierda).
La izquierda ganó cuatro veces consecutivas en Brasil, tres veces en
Argentina, Bolivia, Ecuador, y Uruguay, y dos veces en El Salvador.
Estos triunfos se deben, en parte, al boom económico. Pero también
se deben a la democracia. Por la primera vez en la historia, la
izquierda latinoamericana puede ganar y gobernar hoy sin golpes de
Estado.
La izquierda no debe olvidar esta lección. El giro a la izquierda
fue posible porque la consolidación de las instituciones democráticas
abrió caminos al poder que no existían antes. Para la izquierda, apoyar a
gobiernos (como el venezolano) que pisotean a estas instituciones sería
sabotear a su propio futuro.
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