LEOPOLDO MARTINEZ N.
La historia de la política
exterior de Estados Unidos en Latinoamérica es sin duda fascinante y muy
accidentada; y en ese contexto, el presidente Obama se ha planteado una
aproximación muy diferente a la que era usual frente a América Latina,
como lo ha hecho con otras regiones.
En
primer lugar, Obama no ha pretendido imponerse en Latinoamérica, sino
construir alianzas para el desarrollo, en las que Estados Unidos si
acaso “lidera desde atrás” (“leads from behind”); o simplemente con su
política impulsa o facilita una dinámica de cambios promovidos y
legitimados por los mismos líderes de la región, en tanto estos apunten
en una dirección que no contraríe al interés de Estados Unidos; y es
importante destacar que hay una sutil pero significativa diferencia
entre aquello que no es contrario al interés de Estados Unidos (pero
prioritario para otros en la región), e imponer los intereses o
prioridades de Estados Unidos.
En el
desarrollo de esa estrategia, Obama ha decidido explorar las
posibilidades e impacto de una agenda concertada con el papa Francisco.
Esto va más allá de una alianza con el Vaticano o la Iglesia Católica,
es producto de la sintonía o coincidencia en el pensamiento de ambos
líderes, en donde Obama aprecia que la influencia política de la Iglesia
Católica se potencia bajo la batuta de un jesuita latinoamericano,
respetado muy especialmente por el liderazgo socialdemócrata y de
izquierda que gobierna en la mayor parte de la región.
En
segundo lugar, como en muchos otros campos de su acción política, Obama
ha querido cambiar paradigmas con base en una decisión muy emblemática.
Sin duda, en América Latina la única decisión que podía constituir un
verdadero “legado” (y algo totalmente diferente al statu quo) era la
apertura hacia Cuba; y lo hizo. Eso por sí solo es el inicio de un nuevo
capítulo en la historia de la política exterior de Estados Unidos (y en
la toda la región).
Tercero, la
administración Obama ha entendido que lo económico manda y que la forma
de revertir tendencias indeseables pero sin sostenibilidad económica o
fiscal es con un planteamiento de cooperación económica oportuno,
sostenible y de impacto. Para eso su gobierno ha venido tejiendo una
propuesta energética y de cooperación económica con el Caribe y
Centroamérica, a partir de la independencia energética alcanzada por
Estados Unidos, ahora convertido en el primer productor de petróleo del
mundo y un exportador de energías alternativas. En pocas palabras, los
tiempos del escudo diplomático de Petrocaribe irán quedando atrás.
Y
como cuarto punto para el análisis, Obama ha colocado la defensa de los
derechos humanos y la lucha contra la corrupción en Latinoamérica al
mismo nivel de prioridad en que se encontraba la lucha contra el
narcotráfico.
Las sanciones dictadas
contra un grupo de funcionarios del gobierno de Venezuela son una
expresión de ese enfoque, pero también se conectan al tema de Cuba,
Centroamérica y el Caribe, en el marco del tema económico; pues de no
presentarse una rectificación del gobierno Venezolano, entonces ese
endurecimiento por la vía de la lucha contra la corrupción y la defensa
de los derechos humanos avanzará simultáneamente con el agotamiento del
subsidio petrolero Venezolano, y el surgimiento de propuestas de
cooperación económica y energética desde Estados Unidos.
Finalmente,
algunos piensan que a Obama no le interesa Latinoamérica, y eso no es
cierto. En la compleja agenda de la política exterior de Estados Unidos
hay temas de mayor prioridad estratégica o de coyuntura, pero también es
cierto que hay cosas que son importantes aun cuando no prioritarias, y
la valoración de su importancia tiene mucho que ver con la persona en
quien se delega el manejo de un tema o una agenda. Y el presidente Obama
ha colocado el manejo político del tema latinoamericano entre las
tareas asignadas al vicepresidente Joe Biden, lo cual es muy revelador,
tanto por la jerarquía que le otorga la investidura como por el peso de
Biden en el campo político, dado su largo trayecto como parlamentario.
Pero,
también, el gobierno de Obama ha dado mucho respaldo y prioridad al
trabajo del Departamento de Justicia en la tarea de hacer cumplir la Ley
de Prácticas Corruptas en el Exterior (conocida en inglés por las
siglas FCPA), y la lucha contra los carteles del narcotráfico. Esos
procesos han desembocado en muy valiosa información que es usada
estratégicamente por los órganos investigadores y de seguridad.
El
juego político y diplomático de Obama es fino y por banda. A ratos el
tablero parece un rompecabezas. Y, sin duda, le va a romper la cabeza a
algunos que tendrán que escoger entre la radicalización o la moderación;
o entre la solidaridad y el deslinde. Esto como un imperativo del
propio interés.
Nos leemos por Twitter @lecumberry
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