Trino Marquez
Descalificar a Henri Falcón
-llamarlo Caballo de Troya, traidor, agente de Maduro, colaboracionista,
legitimador de la dictadura y una cadena interminable de epítetos parecidos-,
se ha convertido en uno de las prácticas favoritas de un sector opositor
extremista, obnubilado por el rencor, la frustración ante la incertidumbre y la
inopia.
Creo que fue
un error de Falcón haberse desprendido de la MUD en un momento en el cual
dentro de esa plataforma, se debatía qué hacer frente al naufragio de las
conversaciones en República Dominica. Su primera batalla tenía que librarse en
el frente interno. Tratar de convencer a los demás líderes opositores de la
necesidad de acudir a la cita electoral convocada con apremio por la dictadura
con el único fin de desconcertar a la oposición, agudizar sus diferencias y
propagar la confusión. Falcón, considero, estaba obligado a proponerse
persuadir al resto de las fuerzas de la alianza de las bondades de encarar al
régimen autocrático en el plano electoral, a pesar de que el gobierno había
rechazado la proposición de los cancilleres que acompañaron al grupo
negociador, tanto opositores como oficialistas,
de que habían sido inhabilitados los partidos cuyas figuras más
importantes fueron inhabilitados, estaban presos o exiliados. Falcón, si aspira
a gobernar un país tan encolerizado y dividido como Venezuela, tenía que
afrontar el enorme desafío intentar liderizar su base natural de apoyo: la
oposición. No lo hizo, al menos con la intensidad requerida.
Por supuesto,
no había ninguna garantía de que su punto de vista triunfara. Las heridas
dejadas por el ensayo de Quisquella eran demasiado hondas. El gobierno jugó
duro de forma premeditada con el único fin de proponer unas elecciones en las
que tuviera un alto chance de alzarse con la victoria. Lo logró. No otorgó
ninguna concesión importante y comprometedora. Sacó de la manga una fecha intempestiva
y caprichosa, que no daba tiempo para convocar
primarias, ni ningún tipo de consulta popular amplia. Sólo dejó espacio
para realizar unas encuestas o para el consenso. De las primeras, todo el mundo
desconfía por la cantidad de veces que se han equivocado, empezando por las
últimas elecciones de gobernadores. El consenso era difícil alcanzarlo porque
Capriles estaba inhabilitado, López preso y Falcón venía de una derrota
humillante en Lara. El gobierno apostó por la fractura de la oposición y ganó,
con la complicidad de los dirigentes que habrían podido impedir que la escisión
se consumara. Hasta aquí llega la responsabilidad de Falcón en ese descalabro.
No tenía por
qué plegarse a la decisión de la mayoría, si esa mayoría no estaba dispuesta a
ir a unos comicios que consideraba viciados, ventajistas y no competitivos. En
política, como dice Fernando Mires, muchas veces los dirigentes se ven
obligados, por sus propias convicciones, a actuar en un camino distinto al
propuesto por la mayor parte de sus compañeros de facción. Rómulo Betancourt en
varias oportunidades contravino las posturas de Acción Democrático, partido que
había fundado. Nadie llamó a esos dirigentes traidores o colaboracionistas.
Resulta un
grave error, por lo tanto, descalificar a Falcón por haber optado por la
participación electoral. Puede haber cometido un error de evaluación del
momento y el contexto político, una sobreestimación de su capacidad de
convocatoria y la de los grupos que lo respaldan, y una subestimación de la
inmensa capacidad de chantaje y extorsión que puede desatar el gobierno con la
maquinaria montada con el fin de utilizar las elecciones para barnizar la
neodictadura madurista. De lo que estoy seguro es de que su decisión no entraña
una traición alevosa a la democracia y a los venezolanos. Nada que ver.
Evaluar la
postura de Falcón a partir de ese parámetro solo puede conducir a agrietar aún
más la ya fracturada oposición. Independientemente de lo que ocurra el 20 de
mayo, Henri Falcón jugará un papel
importante en el destino de la oposición a partir de esa fecha. La relación de
la MUD, el Frente Nacional, Vente Venezuela y el chavismo disidente con Falcón,
tendrá que estrecharse. La alianza para evitar que Maduro continúe
indefinidamente destruyendo al país, tendrá que contar con todos los factores
que consideran al régimen el principal enemigo de los venezolanos. Ninguna
fuerza, ninguna personalidad, ningún sector, debe ser excluido, menos si
representa a un segmento de los venezolanos. En este caso, los venezolanos que
en ejercicio soberano de su libertad decidieron, como lo haré yo, ir a depositar
su voto en las urnas electorales.
La democracia,
la diversidad y la tolerancia no deben usarse solo en conversaciones de salón y
para mostrar las virtudes de un alma piadosa, sino en ambientes intrincados,
complejos y escindidos como el que vive Venezuela, donde nadie puede arrogarse
la propiedad de la verdad.
Moderar el
lenguaje y pensar con el cerebro, no con el hígado, debe ser uno de los retos
de la oposición en lo que queda antes del 20-M. Insultar a Falcón representa
una señal de cuál será el comportamiento con esos compatriotas que por alguna
insondable razón decidieron apoyar el proyecto bolivariano. En sentido
contrario, el razonamiento también vale: algunos colaboradores del candidato
deberían hacer un voto de humildad y cordura.
@trinomarquezc
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