sábado, 8 de marzo de 2014

CALLE NO ES CERRAR CALLES


Fausto Masó
@faustomaso
Al suponer que al convertir los carnavales en una semana sin trabajo desaparecerían las protestas, el gobierno reflejó una triste opinión sobre el pueblo, lo supuso horriblemente frívolo. Los estudiantes siguieron en la calle, no se fueron a la playa, pero la guarimpa llega a su límite, renacerá mañana con mayor fuerza y de otra forma en los barrios del país, cerrarle la calle al vecino no es tomar la calle. El mal profundo de la sociedad venezolana, hambre, inflación, desabastecimiento; el cansancio del discurso chavista, provocarán una explosión mayor. La guarimpa expresa el malestar en las urbanizaciones y poco tiene que ver con el movimiento estudiantil.
Algo significativo ocurrió: faltaron también aliados a los actos conmemorativos del primer año de la muerte de Hugo Chávez; en vez de Cristina vino el vicepresidente, una figura en entredicho, que intentaba pasar desapercibido, nunca aplaudía, se colocaba en un segundo plano. Tampoco asistió Correa, un reconocimiento de la impopularidad de Maduro en Ecuador. En Chile la coalición que apoya a la nueva presidenta Bachelet se ha resquebrajado por el caso venezolano, los socialcristianos condenan a Maduro y los socialistas lo apoyan. Maduro se convirtió para la izquierda latinoamericana en un impresentable. El grueso de los asistentes a los actos del miércoles provenía del Caribe, cumplían con su deber con Petrocaribe. Hubo otro ausente, el propio Chávez, el encantador de serpientes, el espectáculo viviente, a quien nadie discute hoy su habilidad para dominar a los suyos y acosar a sus enemigos. Chávez dejó un legado que Maduro intenta modificar y que ha provocado una rebelión de parte de la población. Se sabe cómo empieza una guerra, nunca como termina y Maduro está enfrascado en una contra parte del país, los estudiantes.
El interminable desfile militar quería meter miedo: tenemos las armas y las usaremos contra nuestros enemigos. En contra de la constitución el ejército se proclamaba rojo rojito, y para que no quedara dudas, Maduro anunciaba que lanzaría a la calle las fuerzas paramilitares. En las urbanizaciones se vive una situación insostenible, una verdadera prueba de resistencia, entre los que viven virtualmente cercados en sus casas, una Guardia Nacional que mañana tarde y noche combate en la calle y unos jóvenes que acuden día tras día a enfrentarse con la muerte.
Maduro ha demorado un año  en aplicar su política económica. Por una parte estableció un control de precios leonino con la ley de precios justos, similar al que fracasó siempre en la IV República con la diferencia que amenaza con cárcel  a los que alteren precios. El resultado ha sido un aumento del desabastecimiento, tiendas y comercios que no reponen mercancías y el escándalo de los buhoneros que venden aceite, harina pan, etc., a 10 veces el precio oficial, lo mismo que ocurre con el cemento, la cabilla, etc…
Chávez aceptó que solo subir la producción petrolera le suministraría los dólares para mantener el socialismo del siglo XXI, una economía importadora y subsidiada, pero PDVSA y el gobierno se han limitado a anuncios, promesas, impotentes para crear las condiciones que permitan la inversión extranjera. Ahora el SIcad 2, representa la vuelta disimulada al dólar permuta, el mismo que Giordani execró y prohibió so pena de cárcel mencionar siquiera el precio del dólar paralelo.
Al cumplir 12 meses en Miraflores Maduro no sabe hacía donde se dirige.  Da la impresión que el curioso sistema forjado por Chávez solo otro Chávez lo manejaría con éxito. A Maduro lo sostiene la fuerza de la inercia. A los chavistas no les queda otro remedio que apoyarlo ahora que lo ven acosado, el desabastecimiento y la inflación acabó con el entusiasmo revolucionario, mientras que los estudiantes sin fijarse en la OEA ni en UNASUR, los viajes de Jauja por el mundo, las amenazas de Maduro, siguen en la calle. El desfile militar no los asustó, no cumplió su principal objetivo.  Tantos tanques, cañones, fusiles, no asustaron a los estudiantes.
A la guarimpa de cerrar calles le queda corta vida, los estudiantes son el futuro: enfrentar al poder, no al vecino.


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