MUD: ¿Timonel de Esperanzas?
Pedro Luis Echeverria
Desde hace bastante tiempo, la disidencia del país ha venido
exigiendo a la dirigencia política, entre otros aspectos, un proceso de
renovación de la visión opositora, de la estrategia y tácticas a seguir para
confrontar al gobierno, mayor inclusión y participación de organizaciones
civiles en la definición y toma de decisiones, remozamiento del liderazgo,
mejor capacidad de respuesta ante la dinámica política del país, claridad en
los objetivos y certeras orientaciones sobre las formas de lucha que hay que
asumir.
La muy lamentable y voluntaria separación de la Secretaria
Ejecutiva de la Mesa de la Unidad de Ramón Guillermo Aveledo, crea la
posibilidad de abrir un debate al interior de la oposición sobre los aspectos
arriba citados y muchos otros que contribuyan a fortalecer el sentimiento
unitario y a estructurar sólidas y oportunas líneas de acción frente a las
circunstancias que impone la errática conducción del país por parte del
régimen. En tal sentido, discutir sobre la reestructuración de la MUD, debe
convertirse en el primer objetivo a considerar en esta etapa de reflexión y
análisis sobre el devenir político opositor. Al respecto, algunos pasos se han
venido dando, el llamado al retorno y
participación activa a las fuerzas políticas y sociales que hacen vida
en la MUD, la puesta en escena del denominado informe Hospedales, la apertura
del debate sobre nombres de candidatos a relevar la ausencia de RAG, son prueba
de ello.
No obstante, no es suficiente. La operatividad y eficiencia
de la estructura organizativa, cualesquiera que sea la que adopte la Unidad,
siempre será el reflejo de lo que sus integrantes quieran que sea. El grupo de
partidos y organizaciones políticas que conforman y conformarán la unidad
opositora saben que su rol fundamental no es solamente sentarse alrededor de
una mesa a discutir posiciones. Su principal razón de ser y de actuar es la de
encontrarse directamente con la gente, oír de sus necesidades, conocer sus
frustraciones, expectativas y esperanzas frente a los problemas mayores que a
diario confrontan, para poder articular movimientos populares genuinos, cuya
legitimidad sea dada por la integración dirigencia- sentimiento popular y , en
consecuencia, hacerse merecedores de la representatividad que confiere la cabal interpretación del sentir
ciudadano, para conducir y liderar honesta y legítimamente la oposición al
régimen.
Las acciones de calle que realizan, a diario y en todo el
territorio nacional, las víctimas de las inconsistencias gubernamentales,
carecen de un hilo conductor que las libere del anonimato y la fragmentación
individual. Necesitan de una visión que las haga expresión de la acción
colectiva contra un sistema corrupto que no ha resuelto los grandes problemas
nacionales y que debe ser cambiado. Allí, a mi juicio, está el papel
fundamental que han de jugar la MUD y quiénes la integran en favor del hombre
de a pie; es así como la MUD puede hacer carne en la percepción de la gente en
un momento clave de inevitable transformación política, y convertirse en fuerza creadora de nuevos
tiempos y opciones de poder real.
Hay nuevas guerras que librar que, en realidad, son las
viejas guerras en donde no hemos logrado el éxito esperado y deseado, porque
combatimos en condiciones desiguales de organización, entorno e inadecuada
comprensión de lo que debíamos hacer. El compromiso renovado para la MUD y sus
integrantes pasa por constituirse en el instrumento organizativo y de dirección
colectiva, indispensable como movilizador político con identidad ciudadana.
En este contexto de
crecientes desequilibrios, ocultados por el discurso superficial y engañoso del
régimen continúan apareciendo conflictos cada vez más complejos que comprometen la posibilidad de crear un
estado democrático, laico, secular, constitucional y multipartidista y que además crea perversamente
un país sin oportunidades económicas y expansión de la educación científica-tecnológica
en una sociedad abierta de cara al futuro. Entonces si la oposición no hace la
introspección de lo que ha hecho y cómo lo ha hecho y no adopta los correctivos
necesarios, difícilmente podrá convertirse en el eje creíble de cambio que le
ponga fin a la pesadilla nacional. ¿Hacia allá iremos?
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