Caída de las reservas internacionales,
apagones, inflación, escasez de todo y control en la venta de alimentos y
medicinas, empobrecimiento y fundados temores de malnutrición,
acompañados por el aumento de la represión ejercida y alentada desde un
gobierno cuyo discurso y actuaciones destilan cada vez más agresividad.
Lo que vive hoy nuestro país lo aproxima al “mar de la felicidad” en
permanente resaca, particularmente la de los años del llamado “período
especial en tiempos de paz” impuesto por Fidel Castro, ya sin auxilio
soviético, ante la situación de extrema precariedad económica de Cuba.
Claro
está que el espejo es de los que deforman, porque aquel régimen
arruinado va dando pasos para levantar cabeza mientras el que ha estado
proveyendo recursos cuantiosos e inescrutables para reflotarlo se hunde
material y moralmente. El caso es que la alianza convenida desde 1994
nunca fue entre iguales y, en cambio, convirtió a Venezuela en botín y
bastón con los que los Castro buscaron recuperar margen de maniobra
nacional e internacional.
Esa
peculiar alianza se ha movido entre lo contrastante y lo complementario
en las políticas de los dos países, algo que se ha mostrado sin
cortapisas desde finales del año pasado. Los anuncios del 17 y el 18 del
pasado mes de diciembre dejaron la naturaleza de la relación a la vista
del mundo: de un lado el rápido movimiento cubano para negociar
secretamente el reacomodo de las relaciones con Estados Unidos; del
otro, la firma por Barack Obama de la ley Defensa de los Derechos
Humanos y Sociedad Civil de Venezuela, sin duda conocida antes por los
negociadores cubanos, que reactivó el ofensivo discurso antimperialista
del gobierno venezolano. Un discurso que se fue quedando solo hasta
sonar muy desafinado en la Cumbre de Panamá. En todo esto, para Cuba
sigue funcionando el bastón venezolano, es así cuando saca partido de su
influencia sobre el socio radical cuyo presidente pasa por La Habana y
recarga a conveniencia el más estridente discurso fidelista de los años
sesenta y setenta. Es estos era infaltable, por cierto, la arenga
antimperialista cada Primero de Mayo.
Lo
contradictorio también se deja ver en la secuencia misma de, por un
lado, la actualización del modelo económico cubano y las expectativas de
progreso que asoma; por el otro, el terco tránsito ruinoso que el
control gubernamental ha impuesto a la economía venezolana. Considerando
la importancia que sigue teniendo el botín, así haya mermado, al
régimen cubano le debería interesar que en Venezuela se tomaran medidas
que frenaran el descalabro y alentaran la recuperación económica. Pero
es el caso que en quince años no ha terminado de calar el modelo de
control político y económico sobre los venezolanos, mientras que las
cotas alcanzadas por la ineficiencia y, especialmente, por la corrupción
del gobierno le restan credibilidad a los argumentos de conspiración
interior y exterior en los que se escuda.
No se trata, en suma, de
verse sin las debidas prevenciones en el espejo cubano. En cambio, lo
importante es prestarle la debida atención para identificar y hacer
crecer la distancia entre la intención de llevar hasta las últimas
instancias la perversa codependencia y las posibilidades de lograrlo en
una sociedad que aún mantiene y valora sus reservas de libertad.
elsacardozo@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario