sábado, 12 de diciembre de 2015

VENEZUELA EN EL CORAZÓN

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                       MARIANO RAJOY

Una de las mayores satisfacciones de un demócrata que gobierna es la de poder defender con hechos concretos la libertad, los Derechos Humanos y la dignidad del periodismo independiente. Es una satisfacción, pero sobre todo una obligación. Recordarlo es especialmente significativo esta semana en la que las Naciones Unidas inician una campaña de un año entero de celebración del 50 aniversario de los dos pactos internacionales de Derechos Humanos.
El Consejo de Ministros acaba de conceder la nacionalidad española por carta de naturaleza a los padres de Leopoldo López, el dirigente de la oposición venezolana recientemente condenado con pruebas falsas a casi 14 años de cárcel: por su coraje al sumarse a una manifestación de estudiantes en Caracas, el 12 de febrero de 2014, Día de la Juventud. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, su Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria y su Comité contra la Tortura, así como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y las principales Organizaciones No Gubernamentales de defensa de los Derechos Humanos vienen exigiendo la liberación inmediata de Leopoldo López, junto a todas las personas detenidas arbitrariamente, entre ellas el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, y el Alcalde de San Cristóbal, Daniel Ceballos.
Leopoldo López Gil, el padre, también es objeto de persecución política y acoso judicial. Sólo por ser identificado con el periodismo independiente. Se enteró en el extranjero de que había sido incluido en la demanda por “difamación agravada continuada” del presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, contra un total de 22 miembros de los consejos editoriales de los principales medios de comunicación independientes que sobreviven en Venezuela: ‘El Nacional’, ‘Tal Cual’ y ‘La Patilla’. Por esa simple demanda, pesa en su contra la prohibición de salida de su país y una orden de captura para comparecer ante un tribunal y explicar por qué ‘El Nacional’ reprodujo informaciones de periódicos extranjeros, uno de ellos español. Ocho meses sin poder volver a su país y visitar a su hijo, que necesita más que nunca a su padre. Todo por una demanda que no ha sido notificada legalmente y que en principio no implica restricciones de la libertad.

Con la nacionalidad española, el padre de Leopoldo López ya no tendrá la angustia de comprobar en cada viaje que a su pasaporte venezolano apenas le quedan páginas disponibles. La angustia de no tener dónde vivir más de tres meses y de ya no poder viajar porque seguramente no le renovarán el pasaporte: un apátrida de hecho. Ahora tiene el pasaporte español, pero también es más venezolano que nunca: porque podrá seguir defendiendo la libertad de Venezuela por todo el mundo.
En esa misma lista de perseguidos del periodismo independiente se encuentra Miguel Henrique Otero, presidente y editor de ‘El Nacional’, miembro de la junta directiva de la Asociación Mundial de Periódicos y Editores de Noticias. En España, EL MUNDO le otorgó el Premio Columnistas del Mundo. ‘ABC’ acaba de distinguirle con el Premio Luca de Tena, entregado por Su Majestad el Rey. En idéntica situación se encuentra Nelson Rivera, director del suplemento cultural de ‘El Nacional’ desde hace más de 20 años.
Ninguno de ellos puede volver a Venezuela sin correr el riesgo de perder lo más preciado: la libertad. No pueden permanecer en otro país más del plazo máximo de tres meses. Periodistas e intelectuales ejemplares forzados a ser turistas permanentes. No podía consentirse. A lo largo de los últimos meses hemos otorgado a Miguel Henrique Otero y a Nelson Rivera el permiso de residencia por circunstancias excepcionales. Ya tienen en España un país en el que vivir con dignidad a la espera de que en Venezuela una Justicia independiente revoque las medidas restrictivas de su libertad. Porque no somos indiferentes.

Los españoles tenemos con los venezolanos una deuda de gratitud que no podemos olvidar y no olvidamos. En 1954 Venezuela se convirtió en el primer destino de la emigración española. Cientos de miles de españoles encontraron en Venezuela una nueva oportunidad. En esa generosa tierra de acogida pudieron rehacer sus vidas grandes españoles que se convirtieron en grandes venezolanos. Son parte de nuestro patrimonio común. Destaca el eminente filósofo Juan David García Bacca, que logró la hazaña de traducir las obras completas de Platón y muchos igualan en prestigio a Ortega y Gasset. Y Pedro Grases, gran bibliógrafo catalán y divulgador de la obra de Simón Bolívar y Andrés Bello. De especial referencia para la Transición española es Manuel García-Pelayo, que sólo dejó Venezuela para aceptar el cargo de primer presidente de nuestro Tribunal Constitucional. Venía de fundar el Departamento de Ciencia Política de la Universidad Central de Venezuela, de la que salieron muchos de los estudiantes que en 2014 se manifestaron por un futuro mejor.
Venezuela siempre ha estado presente en España, desde Andrés Bello, humanista universal que dedicó su vida a hacer de América Latina un pilar fundamental de la civilización occidental, y Rafael María Baralt, el primer latinoamericano en ocupar un sillón en la Real Academia de la Lengua. Venezuela también jugó un papel muy constructivo en nuestra transición, consolidando los partidos democráticos. De igual manera España viene apoyando a los demócratas venezolanos. Fui el primer presidente en ejercicio en el mundo en recibir sucesivamente a Lilian Tintori y a Mitzy Capriles, esposas de Leopoldo López y del alcalde Antonio Ledezma. Siempre he exigido la libertad de todos los presos políticos, sin excepción alguna. Ahora es más necesaria que nunca, pues existe un inequívoco mandato popular en ese sentido.
Seguiré apoyando una Venezuela mejor, en la que caben todos, fomentando la concordia y el entendimiento, identificando soluciones y no enemigos. Estoy convencido de que Venezuela volverá a ser el país que fue el sueño de más de un millón de emigrantes y exiliados europeos, la “Tierra de Gracia” a la que se refirió Colón, la de las riquezas y la alegría, la pequeña Venecia que en el imaginario de Américo Vespucio dio nombre a ese gran país.
Quiero reiterar mi fe en Venezuela. Parafraseando a un Nobel de Literatura, la adversidad es grande pero más grande aún es el espíritu de los venezolanos. Este es mi mensaje: creemos en vosotros; contad con nosotros.
*Mariano Rajoy Brey es presidente del Gobierno de España.

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