CATALINA LOBO GUERRERO
EL PAÍS
Colette Capriles es una de las comentaristas políticas de moda en Venezuela, pero lleva años pensando y escribiendo sobre el poder y la política nacional. Sus columnas de opinión se convirtieron en uno de los libros referente de comentario crítico, La máquina de impedir, y sus apuntes y observaciones, como filósofa y psicóloga social, han influenciado a cientos de estudiantes en la escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Simón Bolívar.
Pregunta. Las encuestas señalan que hay un hastío y un anhelo de cambio en la sociedad venezolana, y que esa legitimidad popular con la que contaba el chavismo se ha erosionado. ¿Qué cambiaría en el país con un posible triunfo de la oposición?
Respuesta. El desafío es que el 6 de diciembre viene una situación totalmente nueva para el país. Y la duda es si se va a construir algo distinto o se va a caer en la inercia de lo viejo, que es lo que le conviene al chavismo para mantener el control del Estado. Ellos impusieron unas reglas del juego y pueden decir: “Ya que no somos mayoría, juguemos a que sí somos”.
P. ¿Cuales son esas reglas del juego que intentarían mantener?
R. El chavismo ha jugado al todo o nada.
P. ¿Se refiere al discurso de "somos nosotros o son ellos" y la consigna del “no volverán”?
R. No es solo discurso, eso tuvo una expresión institucional. Crearon una Constitución que los favorecía y unas reglas hegemónicas. La Constitución del 99 conserva la forma del Estado liberal pero deja muchísimas puertas abiertas para que no se realice. Chávez siempre trató de construir un aparato legal que lo blindara, es muy importante no olvidar eso.
P. ¿De ahí la importancia de controlar la Asamblea Nacional?
R. Él fue más inteligente. Tomó primero el Consejo Nacional Electoral. Controlando ese poder podía construir el espacio de legitimidad popular en el que se apoya. Las elecciones son fundamentales para entender lo que ha pasado con el chavismo.
P. Se supone que en una democracia debe haber garantías y total certidumbre sobre los procesos electorales e incertidumbre sobre los resultados. Pero eso no ha sucedido en Venezuela.
R. Justamente, esto es al revés. Es incertidumbre en los procesos para tener certidumbre en los resultados. Y eso ocurrió desde el revocatorio contra Chávez en 2004. Fue una situación tan llena de incertidumbre que la oposición luego decide no ir a las elecciones parlamentarias en 2005. A última hora se retira, de manera que la Asamblea Nacional automáticamente quedó despojada de su espacio de deliberación y contrapeso. Lo interesante de estas elecciones que vienen es que no existe una Asamblea Nacional autónoma en Venezuela desde hace 10 años y es lo que puede cambiar, para empezar.
P. También ha sido responsabilidad de la oposición que la Asamblea se desdibujara.
R. La oposición quedó atrapada en ese juego político, en esa lógica hegemónica. Necesitaba tener un sentido de unidad, no electoral solamente, sino estratégico. Saber lo que quería como juego político, aceptando el chavismo como es, no negándolo.
P. La oposición dice que ha aprendido de sus errores y derrotas. ¿Pero sabrá administrar lo que sería su mayor triunfo en 16 años?
R. El desafío de la oposición no solo es tener una nueva Asamblea, cumplir su papel de poder independiente y provocar un cambio de Gobierno, que es lo que la sociedad está pidiendo. Hay que saber canalizar y darle interpretación y sentido. Y hay que tener un nivel de madurez política muy grande porque hay que evitar las tentaciones inmediatistas.
P. Lo que se prevé en el corto plazo, sin embargo, es que puede haber un choque de poderes entre el Legislativo, el Ejecutivo y sobre todo el Judicial, que también lo controla el chavismo.
R. Sí, el titular más obvio es “choque de poderes”. Pero, ese choque va a ser para qué, ¿para remplazar al Gobierno o para favorecer a quien votó por ti, contribuir a mejorarles la vida, en la peor parte de la crisis económica?. Eso va a ser un dilema real.
P. ¿Hasta qué punto la Asamblea y los diputados pueden resolver la magnitud de problemas que se avecinan?
R. Pueden hacer unas leyes que ayuden a mitigar el impacto de esas horrendas leyes habilitantes que el Gobierno ha pasado. Por ejemplo, una ley que proteja la propiedad privada. Ahora, el punto es que políticamente va a ser muy difícil evitar la demanda de cambio inmediato. Y el revocatorio es el mecanismo que quizás convenga y que al chavismo podría no serle tan antipático, porque le abre la oportunidad de renovarse con otras figuras. Lo otro es una asamblea nacional constituyente.
P. ¿Si el problema ha sido que las reglas del juego político han creado un aparato distinto de poder, que le ayuda a perpetuarse, la única forma de transformarlo sería la Constituyente?
R. Es con la constituyente. Pero si no tienes los dos tercios de la asamblea, y aun teniéndola, es un proceso complejo.
P. Aunque la composición de jugadores cambie en esta Asamblea, no necesariamente van a jugar distinto.
R. Tienen que volver empezar de cero y lo grave es que es con la misma generación de políticos que no saben hacer eso. Y no solo no saben, sino que censuran eso. El gran vacío que hay aquí, y soy escéptica por eso cuando hablan ya de transición política a partir del 6, es porque las transiciones de sistemas autoritarios a democráticos han venido por grupos que dialogan y que son el puente. Algunos vienen de la lucha política y otros de la sociedad civil. Son personas que tienen que estar en el fragor del tiroteo y recibir tiros de todo el mundo con suficiente prestigio para decir no importa, no tengo nada que perder aquí, y cuyo único propósito sea estar ahí para construir ese diálogo y reconstruir las reglas del juego.
P. ¿Quiénes podrían servir de puente ante ese choque que se ve venir?
R. Hoy yo no lo veo. Pero a lo mejor la necesidad crea. Es que esta manera de vivir lo público no lo podemos seguir soportando. Todo el mundo se ha politizado y no hay quién tenga la suficiente credibilidad. ¿Quién se va a poner en el medio?
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