Lo dijo Teodoro Petkoff hoy:
"hay una “doctrina”, una “teoría”, que sirve de soporte al confeso propósito de obligar a los intelectuales, mediante el chantaje abierto, a doblar la cerviz ante El Poder. La “doctrina” castiga hoy posturas consideradas “perniciosas”. Pero, ¿qué sería “pernicioso” y qué no? ¿Quién y qué lo definirían? ¿Qué compromete la chamba y qué no? Aterrador dilema. Cualquier cosa puede ser una “conducta pública perniciosa”.No es un delito tipificado sino una calificación subjetiva, que depende del propio inquisidor, y que, atemorizando, castra el espíritu creador, induciendo autocensura y banalización. En otras palabras, quien en el universo cultural o científico cubierto por el Estado no comulgue políticamente con Chacumbele no debe existir, no puede trabajar, es una no-persona, carece de derechos y su talento debe ser asfixiado por el peso del Gobierno. De establecer la condición “perniciosa” se encargan los farrucos, los sotos y los vilorias; los torquemadas del régimen. "
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