MARCOS VILLASMIL
1. UNA SUECA EN AMÉRICA LATINA
Una vieja anécdota contaba la historia de una dama sueca que estaba cansada de una vida sin emociones, en la cual todo funcionaba como reloj, donde los funcionarios públicos cumplían con sus labores eficientemente, una sociedad donde nunca se iba la luz o racionaban el agua. Así, decidió mudarse a América Latina, en busca de aventuras.
A cuál sitio se iría con sus corotos daba lo mismo hace varias décadas. Dictaduras militares por doquier, subdesarrollo acelerado, ciudades llenas de barrios populares con insuficientes servicios públicos, eran el pan de cada día en la mayoría de los países de la región. Hoy no da lo mismo. Hay países que están dando pasos de avance, a pesar de los resfriados de la economía china, o los problemas de la política interna, como sucede en Colombia, Uruguay o Perú.
Si la señora sueca fue fiel a su credo aventurero original, debe haberse mudado, hace 16 años, al paraíso terrenal de la desidia, abandono gubernamental, y los desastres de todo tipo: la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Y luego de algunas temporadas en este infierno tropical, la compatriota de Ingmar Bergman debe haber hecho sus maletas hace rato, y regresado a la Escandinavia de sus ancestros.
La dirigencia chavista puede clasificarse de dos formas: o esquizofrénicos o neuróticos (con abundantes corruptos en ambos bandos). Vale la pena recordar el viejo chiste definitorio de la diferencia entre ambos: un esquizofrénico está seguro que 2 + 2 son 5; el neurótico sabe que 2 + 2 son 4, pero no le gusta.
Maduro está cada día más encerrado en su peculiar mundo de fantasías, deseos, negaciones y alienaciones. Con él, los más radicales y descerebrados de sus seguidores. Los desastres de todo tipo los muestran confundidos, sobrepasados, pero insisten que la revolución va viento en popa. Que sigan pensando así. Los responsables de economía y finanzas maduristas lucen como aprendices de ciclista intentando sortear, con los ojos tapados, un camino lleno de piedras, baches y huecos.
Otros personajes oficialistas sí saben cómo está la cosa. Saben que al desastre chavista le quedan pocos granos en el reloj de arena que marca su existencia. Se están preparando para lo peor, tienen sus cobres afuera, renuevan contactos con viejos amigos hoy opositores, y algunos hasta intentan negociar con las autoridades gringas. Pero no están contentos. Es que se habían acostumbrado a las comodidades de una vida perfectamente burguesa. No saben si lo van a poder seguir haciendo; las incertidumbres los tiene sin dormir.
Todos, esquizofrénicos o neuróticos, están atravesando eso que Joaquín Villalobos llama la “cuenta regresiva para retornar a la realidad.”
MADURO : PRODUCTOR DE FACTOIDES
Maduro se ha convertido en el campeón mundial productor de eso que Norman Mailer llamaba un factoide, un acontecimiento o hecho que en realidad es falso o inventado, una mezcla amorfa de rumores sin sentido, promesas reencauchadas, peripecias argumentales, veleidades y contradicciones. El único contacto verbal de Maduro con la realidad es mediante la regurgitación constante de idioteces e insultos contra todo aquel que no le rinde pleitesía.
La oposición hoy está ofreciendo, contra todos los pronósticos de las brujas macbethianas que pululan en estas tierras, un ejemplo de unidad, a pesar de las obvias diferencias. Las ideas que propone el maduro-cabellismo, en claro contraste, solo podrían presentarse escritas en papel toilet, si se consiguiera algún rollo.
El maduro-cabellismo busca súbditos, la oposición democrática desea seres humanos autónomos. El chavismo nunca ofreció una ideología, sino una dogmática. Ser chavista es seguir un culto pagano a un dios falso. Si el límite de toda autonomía es la ley, precisamente lo que Chávez, Maduro y Cabello han hecho ha sido violarla reiteradamente desde aquel 4 de febrero en adelante. Ser ciudadano implica el ser respetuoso de las leyes. Las condiciones de ciudadanía y de chavista se han convertido, por ende, en una contradicción absoluta.
Hoy en día seguir a Maduro y Cabello, confiar en ellos, es –como lo fue con Chávez- una doble rendición, moral e intelectual.
CONFIANZA DEMOCRÁTICA
Confiar quiere decir creer que alguien no va a defraudar expectativas. Es una actitud positiva hacia el futuro. Ello implica que confío que no se van a caer los puentes, que siempre habrá electricidad, que no habrá escasez de alimentos. Como nuestra sueca en su tierra.
La confianza es correlativa con la promesa. Si mantengo lo prometido, la confianza se refuerza. Se confía o no se confía. No es un acto racional, ojo. No se confía en la regla de tres; se sabe cómo funciona. Se confía, en cambio, que las cosas sucederán de otra manera.
A la oscuridad chavista le seguirá tarde o temprano la progresiva llegada de la confianza, de la luz democrática, de ese espacio público iluminado que Hannah Arendt tanto gustaba mencionar.
Luz y oscuridad: las dos opciones que los venezolanos tenemos hoy.
El idioma castellano tiene una hermosa imagen para ilustrar el nacimiento de una nueva criatura: el “dar a luz.”
Eso es lo que nos espera a todos los venezolanos, un progresivo y constante re-nacimiento de la luz democrática, si Dios quiere, luego de la derrota tremenda que recibirá la oscuridad chavista el próximo diciembre.
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