PEDRO PABLO FERNANDEZ
La situación de la economía venezolana es cada vez más preocupante. El levantamiento de las sanciones que pesaban sobre Irán desde el año 2006 incorpora al mercado petrolero a una superpotencia energética mundial, tercera en reservas de crudo y primera en gas natural.
El pleno retorno de Irán al mercado petrolero incorporará un millón de barriles diarios adicionales, estos se sumarán a los tres millones de barriles diarios de sobreoferta que existe hoy, lo que tendrán un impacto determinante en la baja de los precios.
Los tiempos de una Opep fuerte que reducía su producción para mantener altos precios paso a la historia. Los principales países exportadores de petróleo, empezando por Arabia Saudita, están luchando desesperadamente por conservar sus mercados frente a los productores emergentes. Los países miembros de la Opep totalizarán una producción promedio de 31,8 millones b/d durante el 2015 y los productores No-Opep elevarán su producción hasta 57.46 millones.
Todo esto presenta un cuadro trágico para la economía de nuestro país, cada vez más dependiente de los ingresos petroleros. El excedente actual de la oferta está provocando una fuerte caída en los precios y todo hace presumir que ese escenario nos acompañará por largo tiempo.
A esto se suma la circunstancia de que nos toca pagar la deuda adquirida en los años recientes de las vacas gordas.
Hoy, 96% de las divisas que genera el país provienen de la exportación de petróleo. Vendiendo el petróleo a 60$ por barril no nos alcanzaban las divisas para importar todo lo que necesitábamos. Con el precio del barril por debajo de 40 estamos fritos. No tenemos divisas para importar comida, medicinas y materia prima para la industria.
Esto dejó de ser un problema para el gobierno y pasó a ser un problema para todos, para los 30 millones de venezolanos. Es un problema para el que está haciendo la cola en el Bicentenario porque las divisas no van a alcanzar para seguir comprando esa comida que s dejamos de producir. Es un problema para el que tiene un familiar enfermo y no va a conseguir las medicinas porque no alcanzan los dólares para importar. Es un problema también para el empleado y obrero que trabaja en una fábrica y se va a quedar sin salario porque la empresa no tiene la materia prima importada para producir.
Nos toca ahora pagar las consecuencias de la paternidad irresponsable del Estado/Gobierno.
La última encuesta de Datanálisis revela que solo 19,1% de los venezolanos se identifica con los partidos del gobierno y que apenas 17,7% con la Mesa de la Unidad y los partidos que la integran. Cada uno representa menos de una quinta parte del país. Ninguna de las esas dos quintas partes, por si sola y en un esquema de confrontación, puede enfrentar con éxito los retos que tenemos por delante.
La solución no está simplemente en cambiar al gobierno porque, en el caso de que lo cambiáramos, con el barril de petróleo por debajo de 40$ no pasará mucho tiempo para que la gente pida a gritos cambiar al nuevo.
Hoy más que nunca hace falta responsabilidad, seriedad y ponderación. La única manera de superar la crisis es que seamos capaces de enfrentarla como nación, todos. No se trata de un acuerdo de partidos, ni un acuerdo de políticos, es urgente un acuerdo de la nación entera, de los empresarios, trabajadores, industriales, iglesia, sectores productivos, gremios, universidades. Urge una gran convocatoria nacional a un acuerdo alrededor de una agenda compartida que contenga la solución de los problemas que nos agobian a todos.
Esa agenda debe tener por lo menos 5 objetivos:
1. Fortalecer las instituciones democráticas
1. Fortalecer las instituciones democráticas
2. Reactivar la producción nacional y el empleo con fuerte presencia del Sector privado
3. El desarrollo de un amplio programa social que atienda a los sectores de escasos recursos
4. Una política de reconciliación nacional que nos lleve a la tolerancia y a la búsqueda de propósitos compartidos
5. El rescate de los valores éticos y morales.
El país experimenta una falta de propósito compartido. Hemos perdido el concepto de Nación. No nos identificamos como pueblo. Dejamos de ser “nosotros”.
Tenemos que recuperar el espíritu nacional alrededor de un modelo de organización económico y social justo que se fundamente en la defensa de la persona humana y en el respeto a su dignidad.
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