Bernard Horande
Nos acercamos a uno de los procesos electorales más delicados de la historia contemporánea venezolana.
El chavismo como opción política no está acostumbrado a perder elecciones. A estas está llegando con una clara desventaja, según lo indican las encuestas más serias. El 6 de Diciembre y días sucesivos podrían ser protagonistas de situaciones complicadas. Las cosas se pueden enredar.
Cuando en los países latinoamericanos se presenta la posibilidad de conflictos como este, enseguida la mirada se dirige hacia el estamento militar. ¿Cómo reaccionarían los militares de producirse un enfrentamiento entre dos bandos que se adjudican la victoria? ¿Qué pasaría si uno de ellos claramente gana y el otro decide no reconocer?
Un viejo proverbio chino dice: “Cuidado con lo que pides porque se te puede hacer realidad”.
Antes de llegar Chávez, por varios años escuchamos de muchos venezolanos, algunos muy influyentes, pontificar acerca de la necesidad de que Venezuela tuviera de Presidente un militar. Una cachucha, pues. “Para poner orden y enfilar el país hacia el progreso”, decían. Quizá rememoraban la época de Pérez Jiménez.
Lo cierto es que el gobierno militar llegó. Y lo hizo a través de un carismático oficial retirado que para más, siendo activo, había intentado un golpe de Estado.
Durante los últimos 17 años, los venezolanos hemos “experimentado-padecido- gozado-sufrido” lo que es un gobierno de militares. Son incontables los ministerios y organismos públicos manejados por militares, en todas sus escalas.
Hemos tenido una intoxicación de militares en el poder.
¿Cuál ha sido el resultado? Está a la vista.
El régimen militarista de Chávez, seguido por el de Maduro, son los peores gobiernos que ha tenido Venezuela en toda su historia republicana. Nunca se había visto tanta ineficiencia, ineptitud, corrupción, desorden, falta de transparencia, pésimos servicios públicos, economía destruida, inflación incontrolable, instituciones derrumbadas, pobreza y, probablemente lo más grave, total pérdida de valores.
Hoy en Venezuela, la relación del sector militar con los civiles no vive su mejor momento. El civil no ve con buenos ojos al militar venezolano. El país añora un gobierno de civiles.
Estoy convencido que dentro de los componentes de nuestra Fuerza Armada Nacional, la FAN (la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en ninguna parte habla de FANB) existe una gran mayoría de oficiales con valores y pensamiento democrático . Eso que llaman “institucionales”. Sin embargo, han prevalecido los criterios y acciones de unos pocos para enlodar a todo el sector castrense.
Muchos piensan que los militares deben regresar a los cuarteles. Y mantenerse allí. A realizar las tareas que les son adjudicadas por la Constitución: “La Fuerza Armada Nacional constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política, organizada por el Estado para garantizar la independencia y soberanía de la Nación…”. A defender, pues, la soberanía nacional, que bastante descuidada y maltrecha está.
Los tiempos por venir son una gran oportunidad para la reivindicación de los de verde. Estas mismas elecciones lo son, de hecho, a través de un plan que debería ser eliminado a futuro: el “Plan República”. Porque es a los civiles a quienes nos toca resguardar un proceso netamente civil como son las elecciones democráticas en un país.
De la manera como se conduzca la Fuerza Armada Nacional en estas elecciones puede depender que el país se mantenga en paz y que los vientos democráticos soplen de nuevo para que retomemos el rumbo hacia el progreso y la prosperidad.
O que Venezuela entre en una espiral de violencia cuyas consecuencias nadie quiere imaginar.
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