MARTA DE LA VEGA
El pesimismo ético del cual Sigmund Freud
hizo una de sus tesis ha quedado de relieve en el texto de Gioconda San Blas
en Tal Cual (31-8-2017) sobre “La psicología de la tortura”.
Aunque es una terrible comprobación, cuyos ejemplos históricos remotos y
recientes abundan, no significa que todo está perdido y que nos encontramos,
como dijo Hobbes, en un estado natural de “guerra de todos contra todos” pues
“el hombre es un lobo para el hombre” (Homo homini lupus). Para
contrarrestar esta realidad, la ordenación y regulación de la convivencia solo
es posible mediante un Contrato Social.
Al igual que Freud, el filósofo político
inglés del siglo XVII, en su tratado De Homine, Acerca del
Hombre, lo describe como un ser fundamentalmente pasional: no es la razón,
el logos, lo que define esencialmente la naturaleza humana,
siguiendo a Aristóteles. Para Hobbes hay un doble principio que mueve a los
hombres en su vida personal y colectiva: el apetito natural y el impulso
a la autoconservación de la vida, que es el bien más primordial. Y el más grande,
la felicidad, como afirma Hobbes en el Leviatán. Esta, a diferencia
de las necesidades, finitas, una vez que son satisfechas, es la búsqueda
insaciable de plenitud; es un perseguir progresivo de deseos, infinitos. Entre
ellos, el mayor deseo es el de poder, por el cual el hombre es capaz de
arriesgar hasta su propia vida.
Como el hombre por naturaleza tiene
lenguaje, que es la posibilidad de articular la realidad mediante
símbolos, por la cual ve más allá de su inmediatez, la razón, que es una
de sus consecuencias, toma relevancia. Gracias a esta facultad humana es
construida una barrera de contención a los impulsos originarios de los hombres,
mediante un acuerdo racionalmente motivado, en lo cual consiste un Contrato
Social.
Es un pacto de todos, es la Carta de
principios, valores y normas que rigen nuestra vida social, es la Carta Magna,
lo que denominamos Constitución. Sin esta condición básica para asegurar
nuestra vida, esta se vuelve corta, brutal y trágica. Y el lugar donde la
arraigamos, la patria en la cual todos desplegamos nuestra existencia, se
vuelve un botín de guerra.
¿Cuál es la situación en la que estamos en
Venezuela hoy? Invito a los lectores a que cada uno dibuje los rasgos de la
sociedad en la que vivimos, la desestructuración y baja cohesión que hoy
sufrimos, la ausencia de instituciones que impiden garantías elementales y un
Estado de derecho, las carencias y contradicciones que nos sumergen en una
pesadilla continuada en lugar de gozar de una existencia digna y
decente, en la que la cooperación entre ciudadanos y gobernantes
fortalezca el espacio común de realizaciones personales y colectivas con el
cumplimiento cabal de nuestros derechos y deberes.
Invito a mis lectores a dibujar la sociedad
que deseamos, a buscar cerrar las brechas entre lo que tenemos y lo que
merecemos y que esbocen las opciones para superar la grave crisis de nuestra
dura realidad actual. Solo así, lograremos el país, la mentalidad, la cultura,
la política y la economía desde las cuales podamos realizar nuestros sueños y
alcanzar la plenitud de nuestras potencialidades. Para que cese la guerra de
todos contra todos y la patria deje de ser botín de depredadores.
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