¿Pa’ dónde irán?
Teodoro Petkoff
La alianza que desde hace cinco años desarrollan los gobiernos de Venezuela e Irán, hace tiempo comenzó a encender alarmas en países que ven con preocupación los potenciales alcances de dicha relación.
En mayo, Israel aseguró tener "informaciones de que Venezuela suministra a Irán uranio para su programa nuclear" y luego, en septiembre, un fiscal de Nueva York, planteó la necesidad de "monitorear" la creciente relación que "estaría azuzando las ambiciones atómicas de ambos países".
Esta estrecha relación comenzó en 2004 cuando Hugo Chávez y Mohamed Jatami suscribieron en Teherán un Acuerdo Marco, que trajo como primer fruto, la instalación de una fábrica de tractores en el estado Bolívar, en marzo de 2005.
El día de la inauguración, se suscribieron 23 nuevos convenios para una planta de cemento, otra de ladrillos, un tratado contra la doble tributación y un plan para la instalación de factorías agroindustriales en Venezuela (el famoso convenio iraní).
En 2006 Chávez y el sucesor de Jatami, Mahmud Ahmadineyad (quien llegó anoche para iniciar su tercera vista al país) firmaron en Caracas otros 29 convenios que incluían la creación de un Fondo Binacional de US$ 2.000 millones, una refinería (a un costo de US$ 1.500 millones), y tres empresas mixtas de medicamentos, instrumentos quirúrgicos y envases plásticos.
También se anunció la instalación de una fábrica de pólvora y fulminantes para municiones así como planes conjuntos para la fabricación de aviones comerciales, maquinaria agroindustrial, una siderúrgica, y un astillero en Venezuela.
En 2007, se firmaron más convenios para la construcción de 10 mil viviendas y la creación de un banco binacional venezolano-iraní. En la última visita de Chávez a Irán en septiembre de 2009 se suscribieron acuerdos para levantar dos plantas de etanol en Venezuela, crear una empresa naviera y armar en Irán cuatro buques petroleros para Venezuela.
Hasta ahora, Caracas y Teherán han suscrito más de 300 acuerdos de cooperación pero muchos de los llamados "convenios" no pasan de simples memorandos de entendimiento o cartas de intención.
Así, el astillero y la refinería proyectados en Venezuela, nunca han pasado del papel, al igual que las fábricas de aviones, municiones, la de cemento o la refinería. De las 10 mil viviendas proyectadas sólo se han entregado 400 y la meta de producir el año pasado 16 mil vehículos en Venirauto apenas se cumplió en 30%.
Por su parte Fanabi (la Fábrica Nacional de Biciletas), escasamente ensambló 5.000 de las 100 mil unidades pautadas para 2008 y de la fábrica de tractores ya nadie volvió a hablar.
Por como van las cosas, la comunidad internacional no tiene nada que temer de la relación Venezuela-Irán. Salvo el ruido que generan los nexos entre el aspirante a autócrata venezolano y el sátrapa persa con sus ínfulas de potencia atómica, nuestro país no ha hecho otra cosa estos años que comprar tecnología obsoleta para instalar plantas de segunda.
Si los convenios no se cumplen y ni siquiera podemos producir bicicletas, ¿quién puede imaginar siquiera que Venezuela desarrolle armas atómicas? A Chávez de seguro le encanta generar polémica cada vez que él va o viene Ajmadineyad, pero en concreto, la relación Irán Venezuela es sólo una fanstasía de proyectos fastuosos y en definitiva, es pura bulla.
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