Eduardo Fernandez
Colombia. Así se llamaba el país que Simón Bolívar quería para nosotros.
Colombia era la suma de tres departamentos; el departamento de Caracas o Venezuela; el departamento de Bogotá o de la Nueva Granada y el departamento de Quito o Ecuador.
Hoy seriamos un país de tres millones y medio de kilómetros cuadrados, con una población de cien millones de habitantes, con proyección sobre los dos grandes océanos, el Pacífico y el Atlántico, además con playas sobre el Caribe y con un carácter andino y amazónico.
Seguramente, si nos hubiéramos mantenido unidos, el imperio norteamericano no habría podido despojar a Colombia de lo que hoy es Panamá y el canal que une a los dos océanos estaría en territorio colombiano.
“Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”. Ese párrafo forma parte de la última proclama del Libertador, ya en su lecho de muerte.
Cuando Bolívar habla de la unión se refiere justamente a la unión de las provincias que integran la República de Colombia. Es decir, Caracas, Bogotá y Quito.
Y cuando Bolívar habla de que “cesen los partidos”, se refiere a las fuerzas centrífugas que conspiraban contra la integridad de Colombia.
El sueño grande de Bolívar agonizaba junto con el Padre de la Patria y daba lugar al protagonismo de las patrias pequeñas.
Un general venezolano, nacido en Puerto Cabello, llamado Juan José Flores, estaba al frente del movimiento dirigido a desgajar a la provincia de Quito. Otro General venezolano, de incuestionables méritos en la lucha por la independencia, llamado José Antonio Páez, liderizaba el movimiento para separar a Venezuela de la patria grande.
Por último, un general neo-granadino llamado Francisco de Paula Santander conspiraba desde Bogotá para acabar con el sueño Bolivariano.
El grotesco y doloroso conflicto que se desarrolla hoy en la frontera entre Colombia y Venezuela no puede hacernos olvidar que ambos países estamos convocados a la grandeza, es decir, a la unión.
La patria grande que soñó el Libertador no se hubiera dejado despojar de la Guayana Esequiba por el imperialismo británico, ni se hubiera dejado despojar de Panamá por el imperialismo norteamericano.
Hay un libro formidable de un gran estadista colombiano llamado Laureano Gómez que se intitula El fin de la Grandeza. Allí está referida la historia de cómo acabamos con el sueño de Bolívar. Es hora de reconstruirlo.
Eduardo Fernández
@efernandezve
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