OBSERVACIÓN Y MÁS OBSERVACIÓN ELECTORAL
ELSA CARDOZO
A un mes de los incidentes del 19 de agosto, me detengo en nuestro lado de la frontera, en la naturaleza de una escalada de tensiones que no obstante el ruido que ha proyectado al exterior es esencialmente interior. Es más, en lugar de desviar, lo que han logrado es atraer más la atención internacional sobre lo que ocurre en la cortina de humo y detrás de ella.
La secuencia de dichos y hechos en la escalada binacional muestra que a cada acercamiento diplomático lo ha acompañado o seguido una declaración o medida del gobierno venezolano que, mientras habla de disposición al diálogo, obstaculiza los necesarios acuerdos. En nombre de la paz y la seguridad, confirma y refuerza el cerco de fuerza interior. Valga un breve repaso.
El 21 de agosto las cancilleres Delcy Rodríguez y Mariángela Holguín coincidieron en Costa Rica y, mientras programaban reunirse el 14 de septiembre, el presidente Nicolás Maduro decretó el estado de excepción en seis municipios del estado Táchira y anunció la prolongación indefinida del cierre de la frontera. Si el ofensivo discurso presidencial y la motivación formal del decreto redujeron el espacio para convenir algún arreglo, mucho menos espacio dejó el inicio de las deportaciones colectivas en las que prevalecieron, sin disimulo, la arbitrariedad y el maltrato.
En ese clima, fue el 26 de agosto cuando volvieron a verse, en Cartagena, las dos cancilleres. Aunque al decir de Holguín iniciaron las conversaciones sobre los temas urgentes –deportaciones, contrabando, combustibles, pasos ilegales– tres días más tarde Maduro decretó la ampliación del estado de excepción y el cierre de otros municipios de Táchira mientras decía estar dispuesto a conversar con el presidente Santos.
El 31 de agosto, en la reunión del Consejo Permanente de la OEA, la mayoría de los países que se abstuvieron de apoyar la propuesta de Colombia se inclinaron porque el tema se discutiera prontamente en la Unasur, pero no fue posible: la canciller Rodríguez partió de gira con el presidente Maduro. No cesaron las gestiones regionales para propiciar encuentros bilaterales y las cancilleres volvieron a reunirse el 12 de septiembre en Quito, con los ministros de Relaciones Exteriores de Ecuador y Uruguay como facilitadores del encuentro. Ese mismo día y el anterior, mientras Maduro lanzaba la Misión Nueva Frontera de Paz, ocurrió la denuncia de sobrevuelos militares venezolanos no autorizados en espacio aéreo colombiano. Y el 15 de septiembre, mientras el presidente venezolano insistía en que su voluntad de acercamiento a Santos no era reciprocada, decretó el cierre y el estado de excepción en diez municipios fronterizos más, entre Zulia y Apure. Es ese el contexto de la cita de los presidentes que, salvo cambios de último momento, tendrá lugar mañana.
Nada de lo dicho y hecho ha logrado ocultar, para solo citar lo más visible, la arbitrariedad e ineficiencia de operativos de seguridad y control económico, la injusticia de las sentencias contra Leopoldo López y los estudiantes Christian Holdack, Ángel González y Demián Martín, y una nueva confirmación de que el CNE descarta la observación electoral de la OEA y la Unión Europea.
Basta revisar el cúmulo de declaraciones y expresiones de preocupación y condena internacional de estas semanas, con el comunicado de la Secretaría de la OEA del y la carta de Almagro del 17 de septiembre de primeros en mi lista. Antes que distraerse o disminuir, la observación internacional sobre Venezuela va en aumento.
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