OSCAR HERNANDEZ BERNALETTE
Significa en árabe “tierra roja”. Es precisamente desde la tierra roja del chavismo de donde recibirá el secretario general de la OEA una serie de nuevos ataques e improperios por haber expresado a través de un tweet: “Ley de Amnistía que me entregó hoy @liliantintori, clave para la reconciliación nacional”.
Sin duda, no la tendrá fácil. Pedirle, además, a Maduro que firme la Ley de Amnistía fue más que suficiente para iniciar otra batalla campal internacional como a las que nos hemos acostumbrado desde la Casa Amarilla. Injerencia en los asuntos internos, abuso de sus funciones, inconsecuente con un país que lo apoyó para que obtuviera el cargo. Oficialmente se señaló: “Sr. Almagro reitera en su odio contra Venezuela! Violenta todas las normas de funcionamiento de la Secretaría General OEA”.
¿Se extralimitó el funcionario? No. Es precisamente una de las funciones de la Secretaría General de la OEA la de velar por el mantenimiento de la paz social en los países miembros de la organización. Es obvio que la Ley de Amnistía que se aprobó en la Asamblea busca ese objetivo, es de justicia liberar a los presos políticos y darle un espacio al llamado a la reconciliación nacional que se establece en ese instrumento jurídico. Es irracional que el gobierno se oponga a una herramienta que no solo beneficia a las víctimas sino que le da la oportunidad a Maduro de bajarle el tono a la confrontación y la difícil situación que atraviesa su gobierno.
Almagro es consecuente con su propuesta cuando asumió esa secretaría, la cual fue aplaudida y bien recibida desde la representación de Venezuela en la OEA. Con contundencia afirmó que “su administración hará del lema ‘Más derechos para más gente’ su motivo de existencia, porque el hemisferio está harto de exclusión de derechos políticos, económicos o sociales para algunos pero no para todos. Está cansado de racismo, de persecución, de prejuicios y antagonismos estériles”.
Su mensaje fue claro y lo que el hemisferio no acepta más son secretarios generales complacientes con gobiernos, como si estos no se debieran precisamente a sus pueblos.
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