Aissamigate
Pareciera que sayyid Tarek poco aprendió de Chávez. A éste, de encontrarse en el brete de aquél, no se le hubiese ocurrido publicar una carta como la que, dirigida al secretario del Tesoro de los Estados Unidos de América y con la firma y cargo de su valido, mandó a publicar (seguramente) el gobierno padrino madurista en el The New York Times.
Hugo Rafael habría despachado el asunto en un Aló presidente confianzuda y procazmente: “Steven, chico, tú crees que el pueblo va creerte semejante embuste… anda a lavarte tú sabes qué” o algo parecido. El vice Nico no; y habría que indagar los motivos que compelieron a la publicación de ese costoso reclamo en el prestigioso y muy imperialista medio neoyorquino y no en un periódico de Washington, que es donde se bate el cobre de la política norteamericana.
Probablemente fue aconsejado por la correveidile de la cancillería con el argumento de que en la Gran Manzana tiene asiento la ONU, y allí sería leído por diplomáticos del orbe entero el aviso full page con las razones y sin razones del visir a fin de refutar las acusaciones de la administración Trump para considerarle –y esto sí hay que escribirlo en mayúsculas, bastardillas y entrecomillado– “Narcotraficante Especialmente Designado”.
Hemos sugerido que la publicación del malhadado aviso fue ordenada, al igual que su financiación, ¡claro que sí!, por la camarilla gubernamental, ya que, dada la gravedad de las acusaciones que pesan sobre su visir, éste no podría contratar con una empresa estadounidense. De hacerlo, The New York Times Company infringiría la prohibición implícita en las sanciones impuestas desde ya por la Oficina de Control de Activos Extranjeros –Office Foreing Assets Control– al jeque y a quien señalan como su socio, Samark José López Bello.
En un país serio, el nuestro dejó de serlo cuando los narco forajidos se hicieron del poder y de la hacienda pública (y, aunque aflija, debemos admitir que acierta el primer mandatario argentino, Mauricio Macri, al afirmar que “Venezuela no es una República”), tan espinoso asunto habría comenzado a tratarse, como medida preventiva, con la renuncia o destitución del indiciado, no con su defensa a ultranza, apelando a la solidaridad automática que hace cómplice del delito a quien niega su comisión sin atender a los alegatos de la acusación.
Entonces, y esta es la gran pregunta, ¿por qué esa Public Letter to the Department of Treasury of the United Satates of America? Pues, cual piensa el común, cuando explican, complican; y el que se pica es porque ají come.
¿Exige un desagravio Tareck para quedar bien con quién? ¿Con sus familiares, amigos, relacionados y otros dolientes? Con sus empleadores no será. Y aquí cabe otra interrogante: ¿vino Rodríguez Zapatero a desenredar la maraña de conjeturas e imputaciones que cuestionan la probidad del, al menos en el papel, segundo a bordo y que lo vinculan supuestamente al narcotráfico y el terrorismo internacionales?
Pero, el Aissamigate no se olvidará fácilmente, y si se ve como una raya más en la atigrada piel del régimen, no lograrán lavarla con el (des) prestigiado jabón del diálogo.
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