(Infolatam, por Rogelio Núñez)-. Ecuador va a vivir una situación inédita desde 2006: la disputa de una segunda vuelta. Acostumbrado el país a la hegemonía de Rafael Correa (reelecto en primera vuelta en 2009 y 2013) la nación andina asiste a un balotaje entre Lenín Moreno y Guillermo Lasso.
De 1978 hasta 2009 ningún presidente ecuatoriano fue capaz de llegar a Carondelet triunfando en primera vuelta. Incluso Rafael Correa, segundo más votado en 2006, tuvo que revertir un resultado desfavorable para imponerse hace once años en el balotaje a Álvaro Noboa.
Luego se consolidó la hegemonía correista con triunfos en primera vuelta en 2009 y en 2013. Alianza País triunfó sin necesidad de acudir al balotaje con más del 51% en 2009 y más del 57% de los votos (2013).
Si bien toda segunda vuelta es una forma de volver a repartir cartas, de cara al balotaje del 2 de abril persistirán una serie de constantes, algunas de las cuales ya han aparecido en la primera vuelta.
Estas elecciones son en realidad un juicio a la labor y la herencia de Correa. Una pugna entre el continuismo (Lenín Moreno) y el cambio (por no decir la destrucción del legado correísta que encarna Guillermo Lasso).
El presidente ha estado activo en la campaña para los comicios del 19 de febrero y todo indica que lo estará aún más para los del 2 de abril.
Existe la teoría de que al actual presidente le podría convenir una derrota de Moreno para regresar en cuatro años en olor de multitud y dejar a la oposición la difícil tarea de lidiar con la crisis.
Esa tarea desgastante e impopular se transformaría la plataforma ideal para su regreso en 2021.
Sin embargo, esa estrategia maquiavélica contiene más riesgos que virtudes. Un opositor en Carondelet va a iniciar no solo un desmontaje del régimen correísta sino que trataría de sacar a la luz los puntos más oscuros de la gestión presidencial.
Lo más probable va a ser ver a un Correa alertando sobre los peligros de un triunfo opositor como sinónimo de vuelta al pasado, de un gobierno de la oligarquía y los banqueros que acabe con los beneficios sociales obtenidos en esta década.
Correa acentuará algunas de sus estrategias para los comicios del 19 de febrero. Sobre todo acusar a Lasso de ser un aliado de los hermanos William y Roberto Isaías, exbanqueros radicados en Miami para evitar la justicia ecuatoriana por delitos financieros. El presidente asegura que se la “tienen jurada” porque su gobierno fue el único que se atrevió a incautarle los bienes en Ecuador para recuperar los recursos que le entregó el Estado tras la quiebra del entonces banco Filanbanco de propiedad de ellos.
2-. El voto opositor unificado
La gran incógnita es si el voto de Lasso y el de Cynthia Viteri se unificarán en la segunda vuelta y lograrán atraer el de los votantes de izquierda moderada que ase inclinaron por Paco Moncayo. El 29% del líder de Creo unido al 16% de Viteri colocan a la oposición anticorreista al borde de la victoria:
Entre Lasso y Viteri las diferencias ideológicas y programáticas son mínimas. La socialcristiana proponía acabar con 12 impuestos aprobados durante el correísmo y Lasso quiere hacer lo mismo (eleva a 14 esos impuestos a ser eliminados). Ambos se inclinan por unir a Ecuador a la Alianza del Pacífico y cerrar el Ministerio del Bienestar así como derogar la Ley de Comunicación sin tocar las medidas de corte socialdel régimen de Correa.
Por lo tanto, lo que el personalismo impidió en la primera vuelta (que marchara unida la oposición de centroderecha) es posible que se consiga en el balotaje pues el votante socialcristiano es fundamentalmente anticorreista.
La candidata Viteri ya ha anunciado que su agrupación votará por Guillermo Lasso (Creo-SUMA) en una segunda vuelta electoral con el oficialista Lenín Moreno.
Más complejo es que el votante de Paco Moncayo vote a Lasso, dado que el líder de Creo tiene un perfil que le dificulta crecer hacia el centroizquierda: es banquero y muy conservador en temas valóricos.
“Personalmente, no apoyaré a nadie”, ha comentado el candidato del Acuerdo Nacional por el Cambio, quien encabezaba la candidatura apoyada por los partidos Izquierda Democrática, Centro Democrático, Unidad Popular y Pachakutik. El 7,5% de los votos obtenidos por el que fuera alcalde de Quito se antojan como decisivos.
3-. Una segunda vuelta de extrema polarización
Va a ser una segunda vuelta a cara de perro porque son unas elecciones que pueden conducir al fin de un régimen, el de la “Revolución Ciudadana”. Está en juego la supervivencia no solo de un régimen sino de quienes han dirigido el país en los últimos diez años.
Además el país se encuentra muy dividido y enfrentado tras una década en la que el gobierno de Correa jugó a incentivar esa polarización. Para los correistas el actual presidente es el hombre que salvó al país y derrotó a la oligarquía (“los pelucones”).
En palabras del propio Correa: “La oligarquía, y lo digo con pena, tiene más conciencia de clase que los pobres y la clase media. Con sus medios de comunicación pueden hacer opinar a las grandes mayorías… ya el Papa ha rechazado, lo que llama cuatro pecados de los medios de comunicación. La calumnia, la difamación, la desinformación y la enfermedad de la coprofilia, es decir buscar siempre comunicar el escándalo”.
Para el anticorreismo, el actual mandatario es “un tirano” y “un dictador”. Lasso lo expresa en sus discursos (“O votas por aquellos que han creado crisis económica (…) o por el cambio, por los que vamos a crear un millón de empleos”) y sobre todo cuando llama a sus seguidores a decir “fuera, Correa, fuera”.
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