AMERICO MARTIN
¡Aplastad la infamia!
Voltaire
La proximidad del 6 de diciembre ha puesto de manifiesto el ansioso deseo oficialista de encontrar maneras de mitigar un resultado que podría serle adverso (incluso “muy” adverso) dado que lo ensayado hasta ahora para cambiar la voluntad popular o aplazar-desconocer las parlamentarias, no ha alterado la realidad en forma perceptible.
La inhabilitación de líderes, el retorcimiento con fines de confusión mediante la intervención de partidos enyugados forzosamente al poder, la creación súbita de fallidas “causas patrióticas” en las fronteras guyanesa y colombiana, los estados de excepción y de especial militarización en circuitos ampliamente favorables a la MUD, el abominable ventajismo, la prohibición de observación internacional. Si bien en conjunto estos desmanes se inscriben en la amenaza emanada del dúo dinámico de que “ganarán como sea”, reconocen sin proponérselo “el peligro” de una victoria opositora y dinamizan a contrapelo el cambio democrático. Adicionalmente han creado enorme inquietud en los medios internacionales que ahora están exigiendo vigorosamente transparencia electoral verificable.
Todo lo intentado hasta el momento parece tener efectos contraproducentes y en cambio ha acentuado hasta extremos que pudieran llegar a ser críticos, los inocultables conflictos internos en el partido fundado por Chávez. Se explica el desconcierto del gobierno por el transcurrir sin variantes de los días. Parece que hubieran perdido la brújula en medio de la bruma. La falta de resultados los induce a dispararle a las dianas que aparezcan a la vista, así no tengan sustancia aprovechable. Es lo que ha pasado con la conversación telefónica ilegalmente grabada (afortunadamente, pienso) entre Lorenzo Mendoza y Ricardo Haussman. Los presidentes Maduro y Cabello, como niños con escopeta, dispararon a lo loco, sin apuntar:
¡Un delito, un delito, mi reino por un delito! sin clarificar por qué lo sería.
Mucho mejor les hubiese ido, si hubieran escogido dialogar con ellos acerca de soluciones para enfrentar la colosal crisis en que la revolución nos ha sepultado. Con las licencias de una conversación personal, aquellos calificados personajes diseñaron iniciativas de asistencia internacional, incluyendo al FMI, cuya ayuda es requerida cuando los países se encuentran a un tris de colapsar, como es el caso de las revolucionarias Venezuela y Grecia. Mientras estuvo en la oposición, el heleno Tsypras, aliado y beneficiario de Maduro, se opuso escandalosamente a cualquier contacto con el FMI, solo para sometérsele una vez que ganó las elecciones. Sin entender lo ocurrido, Maduro lo respaldó en ambos casos.
¿Cómo caracterizar el antagonismo PSUV-MUD?
Aunque una gran mayoría de la disidencia ya ha resuelto el problema, insistir en esclarecerlo me parece esencial para entender cómo ha sido posible el milagro de reunir las diferentes corrientes del pensamiento venezolano y universal en la MUD, y para insistir en atraer hasta el último renuente a ejercer el voto y extender la mano a los más acerbos críticos de la unidad, siempre propensos a dar por ciertas las insidiosas fabulaciones sobre “pactos secretos” MUD-Gobierno o truculencias nunca probadas de líderes de oposición. ¿No es para cosas como esas que cobran los denunciados laboratorios oficialistas de guerra sucia?
La diferencia entre la MUD y el PSUV es polar y se engarza en una historia de varios siglos. Cuando Voltaire, uno de los más grandes personajes de la Ilustración, lanzó su grito de guerra contra el oscurantismo: “Ecraser l’ïnfamie” (¡Aplastad la infamia!) se refería a la necesidad de terminar de derrotar el oscurantismo para afirmar al ser humano libre arrancándolo de las tinieblas del totalitarismo y del dogma fundamentalista. Aunque me refiera al corazón del siglo XVIII, conocido con el justificado nombre de Siglo de Las Luces, pienso en nuestro amenazado siglo XXI.
En un polo se situaban los enemigos jurados del pensamiento crítico, del diálogo y la disidencia, incapaces de aceptar que la mayoría pudiera interrumpir su perpetua autocracia. Y en el otro la civilización en marcha hacia la libertad y el respeto a la diversidad. Las tinieblas o la luz, la autocracia o la democracia, la libertad del pensamiento y la creatividad o la dictadura que cercene tales valores porque les teme.
Aquellos que desde la oposición homologan MUD y PSUV, asegurando por pura pasión que están unidos por lazos inverosímiles, no terminan de entender que las opciones enfrentadas son excluyentes. Estas elecciones no son como otras de nuestras historias, en las que hemos sido libres para escoger entre corrientes del pensamiento enfrentadas pero en el marco democrático de los principios de la alternabilidad, respeto a las minorías, irrestricto apego a la libertad de expresión y de medios, división del poder para evitar, según Montesquieu, la concentración despótica de la conducción en una mano.
Hoy, no hace 15 años, se trata de la victoria de la imperfecta democracia que, respetando diferencias, nos lleve al fluir del pensamiento plural y del derecho protegido por la ley de disentir, en lugar de regresar a las tinieblas del pensamiento totalitario. ¡Nada menos que 3 siglos atrás!
En condiciones normales lo natural es votar por una agrupación o por otra de signo diferente aunque todas en el marco democrático. Gana una pero las demás saben que las reglas de juego se mantienen conforme a la alternabilidad.
Ahora no es así. Perder arriesga la sobrevivencia de la libertad humana y consolida la ley del más fuerte. La disidencia no debe olvidarlo. No importando el incordio que se tenga con uno o más personajes, sería un serio error debilitar la unidad opositora, que se ha posicionado como el más poderoso instrumento de cambio.
Parodiando a Dumas, la democracia es…. uno para todos, todos para uno.
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