domingo, 15 de mayo de 2016

USTED PUEDE SER TRAIDOR A LA PATRIA

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           ELIAS PINO ITURRIETA

El tema del patriotismo y de sus enemigos ha sido uno de los más socorridos y letales en la historia moderna. Abunda la literatura sobre los crímenes cometidos contra la humanidad partiendo de la repetida excusa de los valores patrios. Hay un camión de frases célebres contra los buscadores de unos monstruos cuya tenebrosa función es el ataque de algo que generalmente carece de definición precisa o, por el contrario, destaca por la sobreabundancia de explicaciones. Es así como uno de los terrenos más resbaladizos del mundo ha conducido a millones de descalabros, en  cuya provocación sobran las ejecuciones y las mortificaciones mientras faltan las razones objetivas. El hecho de que la presencia de la antipatria y de los antipatriotas se maneje hoy como argumento estelar en esta Venezuela que, si nos guiamos por las alarmas del alto gobierno, es la más patriótica de la galaxia, debe llevarnos a la preocupación. Quizá solamente por manejar el asunto desde una columna de prensa se le pueda acusar a uno de traición a la patria.
Cuando comenzó la Independencia, la mayoría de los candidatos a ser independientes no sabían lo que era patria. Como se habían acostumbrado a formar parte del imperio español, el llamado que se les hacía para formar un territorio distinto sobre el cual debían volcar sus afectos era lo más parecido a un rompecabezas. De allí que los líderes de entonces se afanaran  en la distribución de catecismos a través de los cuales se enterara la gente de la existencia de la patria y de un sentimiento llamado patriotismo. ¿Lo supieron entonces los destinatarios, partiendo de los rudimentos que les escribían como si fueran párvulos de primer grado? No del todo, si consideramos que después se les anunció que la patria no era Venezuela, sino Colombia; y más tarde se les dijo que volvían al mapa antiguo para ser otra vez venezolanos, en lugar de colombianos. Tremendo enredo, que permitió que después cada mandón arrimara la brasa a su patriótica sardina para calentarla de acuerdo con las conveniencias.
En las fricciones que condujeron a la desmembración de Colombia, los traidores a la patria fueron los partidarios de Bolívar. Después, los enemigos de los hermanitos Monagas y los rivales de Guzmán Blanco, por ejemplo. Se estableció una sinonimia entre los intereses de los detentadores del poder o de los animadores de una causa política,  con la salvaguarda de una causa sacrosanta sobre la cual solo se tenía noción de la maldad de quienes no congeniaban con ella. Cipriano Castro llevó la tarea hasta el paroxismo, mientras clamaba por la ayuda de Estados Unidos contra las potencias europeas. Partiendo de estos antecedentes, Gómez tuvo el tupé de dividir a sus gobernados en “buenos y malos hijos de la patria”, mientras la gente se preocupaba por no quedar en la casilla de los perversos en la que podía penar sin saber el motivo. Como el tirano era de pocas palabras, solo entendieron que era el campeador del patriotismo y que una traducción equivocada de su clasificación los podía encerrar en La Rotunda.
El madurismo recoge ahora esta sórdida tradición que se ha comentado en forma somera. Mientras la pereza distingue sus movimientos en la lucha por el Esequibo, mientras entrega las riquezas del llamado arco minero sin siquiera parpadear y acude a La Habana para recibir instrucciones sobre cómo administrar la República bolivariana, o para rendir cuentas, descubre la existencia de unos felones que han cometido el pecado capital de hablar con el doctor Almagro en la OEA para conspirar contra la nacionalidad. La “revolución” no se asoma con un procedimiento inédito, ni siquiera tiene la capacidad de inventar culpas flamantes que se deban lavar en el altar de la patria. Vuelve a un expediente manido, en cuyas páginas podemos caber todos. Harto peligroso, debido a que tiene el apoyo incondicional de unos jueces que no van a esperar una complicada definición de patriotismo para seguir las órdenes de los patriotas de turno. 

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