Pedro
Luis Echeverria
Los
ambiguos y confusos episodios en los que
recientemente ha estado envuelta la MUD, denotan, de parte de ésta, una gran improvisación a la hora de actuar,
carencia de un claro diagnóstico de la situación por las que atraviesa el país
y la asociada demanda de la gente, todo lo cual
le dificulta establecer una adecuada y asertiva visión de acción
política lo que ha conducido a adoptar
erráticas opciones estratégicas; asimismo, dispares concepciones entre los
miembros de su cúpula dirigente respecto al cuando, el cómo y lo que hay que
hacer; falta de voluntad, control y
disciplina para acotar las actividades públicas de miembros de su dirigencia y
secretariado que, en muchas ocasiones, carecen de transparencia, sindéresis y
equilibrios también contribuyen notablemente a la confusión, suspicacia,
pérdida de credibilidad y confianza del hombre de a pie en la conducción del
movimiento opositor por parte de la Mesa
de Unidad Democrática.
Desde hace bastante tiempo, la disidencia del país ha venido exigiendo a
la dirigencia política, entre otros aspectos, un proceso de renovación de la
visión opositora, de la estrategia y tácticas a seguir para confrontar al
gobierno, mayor inclusión y participación de organizaciones civiles en la
definición y toma de decisiones, remozamiento del liderazgo, mejor capacidad de
respuesta ante la dinámica política del país, claridad en los objetivos y
certeras orientaciones sobre las formas de lucha que hay que asumir.
Hay nuevas guerras que librar que, en realidad, son las viejas guerras
en donde no hemos logrado el éxito esperado y deseado, porque combatimos en
condiciones desiguales de organización, entorno e inadecuada comprensión de lo
que debíamos hacer. El compromiso renovado para la MUD y sus integrantes pasa
por constituirse en el instrumento organizativo y de dirección colectiva,
indispensable como movilizador político con identidad ciudadana.
En este contexto de crecientes
desequilibrios, ocultados por el discurso superficial y engañoso del régimen,
continúan apareciendo conflictos cada vez más complejos que comprometen la posibilidad de crear un
estado democrático, laico, secular, constitucional y multipartidista y que además promueven perversamente
un país sin oportunidades económicas y obstaculizan la expansión de la
educación científica-tecnológica en una sociedad abierta de cara al futuro.
Entonces si la oposición no hace la introspección de lo que ha hecho y cómo lo
ha hecho y no adopta los correctivos necesarios, difícilmente podrá convertirse
en el eje creíble de cambio que le ponga fin a la pesadilla nacional.
Pareciera pertinente, recordarle
a los dirigentes de los partidos políticos de la oposición, la necesidad de
preservar, a como dé lugar, la unidad, tanto en la definición de los objetivos
a alcanzar, como en las acciones a desarrollar para lograrla. Reiterarles que
la unidad es la condición necesaria y única
y que sin ella sería muy difícil mantener y recuperar los espacios
democráticos que aún el autoritarismo permite que subsistan en nuestro país.
Decirles que la realidad política actual, exige realizar todos los esfuerzos
necesarios para estar a la altura y saber interpretar a esa gran masa de
hombres y mujeres de venezolanos que saben y sienten que lo más importante y
fundamental en estos tiempos es la derrota política del régimen. Instarles a
aceptar que estos no son los tiempos de los partidos , sino que son los de los
ciudadanos que esperan que el desprendimiento y la enjundia política de los
dirigentes opositores se oriente hacia el fortalecimiento de la unidad y a
cimentar la confianza en las fortalezas opositoras. Indicarles que no es
posible ni aceptable que las legítimas aspiraciones de los partidos para crecer
y fortalecerse, pongan en peligro y perturben el sentimiento unitario que con
tanto trabajo y esfuerzos se ha logrado construir y que hasta ahora ha venido
generando algunos resultados. Recordarles que los de hoy, son tiempos para la
reflexión serena y el análisis certero y fecundo sobre lo que se debe hacer
para evitar que consideraciones de corto plazo confundan a la dirigencia
nacional opositora y nos conduzcan por caminos equivocados que faciliten la
declarada y pretendida ambición gubernamental de perpetuarse en el poder. Sin
ello no habría un futuro previsible para el país, ni para la democracia como
forma de gobierno, ni para los partidos políticos de la oposición.
Finalmente, habría que decir que ha llegado el momento de pensar cómo
hacer más eficiente el concepto de la unidad, como hacer que ésta deje de ser
una palabra sin contenido específico y se convierta en la idea fuerza y
aglutinante de voluntades. Que la unidad eficiente sea el instrumento que nos
ayude a estar preparados para enfrentar con éxito cualquiera de los escenarios
que puedan presentarse y para crear las premisas del gobierno de transición que
ha de establecerse después de la derrota definitiva del régimen opresor. ¿Hacia allá iremos o seguiremos dando un
pasito adelante y tres pasitos hacia atrás?
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