19
de abril: desafiada la dictadura
Trino Marquez
La
imponente movilización del 19 de abril en Caracas y en otras ciudades del país
representó un claro desafío al militarismo y al paramilitarismo sobre los que
se apoya la mediocre dictadura de Nicolás Maduro. El régimen intentó disuadir a
los manifestantes con el anuncio del Plan Zamora, versión aún más sanguinaria que
el Plan Ávila. Tomó las entradas a Caracas. Movilizó a las bandas armadas
llamadas colectivos. Vladimir Padrino López, convertido en el centurión mayor,
se declaró revolucionario. En los días previos al 19 de abril, Maduro llamó
terroristas a los militantes de los partidos de oposición. Se ensaño contra un
par de jóvenes de Primero Justicia y presentó unos vides bufos en las que
aparecen confesiones obtenidas mediante la tortura, al igual que en la
Inquisición. Ninguno de estos despropósitos le sirvió. La gente quería
protestar en las calles contra el
oprobio de un gobierno inepto, corrupto y represivo.
Los dirigentes opositores se
reconectaron con sus bases de apoyo. Volvieron a alinearse con los millones de
venezolanos que padecen la inflación, la escases, el desabastecimiento, la
inseguridad personal y, además, se les niega el derecho a resolver la crisis
nacional a través del voto. Entre las masas populares y sus líderes se produjo
de nuevo la fusión, luego de la brecha que surgió a finales del año pasado
cuando la evaluación incorrecta de la situación política y, sobre todos, del
curso de los acontecimientos, condujo a un diálogo estéril e inconveniente con
el régimen, cuyo único propósito, como quedó demostrado, era ganar tiempo para
evitar una derrota electoral que habría sido fulminante para las pretensiones
continuistas de Maduro y la camarilla que lo rodea.
Las centenas de miles de personas que se
desplazaron por Caracas y el interior el 19-A lo único que exigían era que se
fije el calendario electoral y se convoquen las elecciones previstas en la
Constitución, se restablezca la autoridad plena de la Asamblea Nacional y se
garantice el canal humanitario que alivie un poco la grave situación de la
salud. Ni siquiera se incorporaron dos objetivos que lucen fundamentales: la
disolución de los colectivos, fuerzas de choque irregular del régimen, y que se
abrogue la inhabilitación de Henrique Capriles, líder fundamental de las
fuerzas democráticas.
Frente a estas demandas, el madurismo
levanta la tesis del golpe de Estado. El impecable comunicado del Departamento
de Estado apoyando la declaración de los once países de la región que han
llamado al gobierno venezolano a restituir el hilo constitucional, fue señalado
como el “guion” de ese supuesto plan golpista. Según la paranoia roja, en la
conjura participa Luis Almagro, el responsable secretario general de la OEA quien
ha cumplido a cabalidad una de las misiones que le fue encomendada al asumir el
cargo: defender la democracia en el continente.
El 19-A dejó en ridículo otra vez al
disparatado combo que acompaña a Maduro. El coraje y el entusiasmo desbordante
de los jóvenes, las mujeres, los hombres y ancianos que salieron de sus casas,
no era porque portaban un fusil al hombre con el cual matarían a un
contrincante, sino porque están convencidos de que la recuperación de la
democracia y la reconstrucción nacional contará con ellos, que se quedaron en
Venezuela defendiéndola del pillaje y
protegiendo los espacios de libertad que quedan.
Los venezolanos han entendido el valor
de la calle. De nuevo aprecian el valor
de la participación y la capacidad de convocatoria de la MUD. Los militares,
principal soporte de la dictadura, aún permanecen incólumes ante el reclamo de
la mayoría nacional. Sin embargo, nadie sabe exactamente que está ocurriendo en
los cuarteles, donde no viven extraterrestres, sino seres que padecen problemas similares al del resto
de los mortales. El país espera que se coloquen al lado de la Constitución.
La gente salió a marchar y fue
reprimida. Hasta ahora han sido dos los jóvenes asesinados por las comandos de
choque del gobierno. A pesar de la
agresión será difícil que la abandonen, sobre todo si Maduro sigue aniquilando
la democracia e ignorando y distorsionando la realidad. La próxima gran cita
podría ser el 1 de mayo. El Día del Trabajador habrá poco que celebrar y mucho
que reclamar.
@trinomarquezc
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