“EL
PADRE DE TODAS LAS BOMBAS”
Enrique Viloria Vera
El
Imperio acaba de anunciar que - con todo
éxito -, fue detonada “la madre de todas bombas”, un gigantesco misil concebido
para la destrucción masiva de sus enemigos, sin necesidad de repetir los hongos
nucleares de Hiroshima o de Nagasaki, por los que se ha disculpado ante las
autoridades del país del Sol Naciente y ante la comunidad internacional.
La Venezuela Potencia no se queda atrás, si
el Imperio tiene “su madre de todas las bombas”, la Revolución Bolivariana
posee “el padre de todas las bombas”, rollizo, corpulento, robusto y entrado
encarnes, semeja más a un zeppelín que a un misil. El padre de todas las bombas,
por supuesto, tiene a su vez su padre: el abuelo de todas las bombas que
sembrado reposa en el conuco minado sito en la montaña.
“El
padre de todas las bombas” está muy complacido de la eficiencia de las mismas;
si bien es cierto que la detonación de una sola de las del asesino Imperio
bastaría para exterminar, eliminar de cuajo y de una vez por todas, las
incomodas protestas de la oposición; el
papacito revolucionario prefiere que el proceso de exterminio sea lento,
gradual y progresivo, a fin de disfrutarlo en compañía de la Primaria
Combatienta y del adulador cogollo
cívico – militar - más militar que cívico –, presto siempre a aplaudir las
andanzas del rollizo mariposon que pretende liderar lo que va quedando del
depredador Socialismo del siglo XXI.
El
padre bolivariano de todas las bombas socialistas, anda - sudoroso y azorado - en busca de las divisas que le permitan
“adquerir” las bombitas que conforman su gran bomba revolucionaria. Está al
tanto de que, si los traidores países de Occidente le
cierran los suministros, siempre podrá contar con las lacrimógenas vencidas y
sobrantes de sus panas - no penes – euroasiáticos, quienes a cambio de una
suculenta empresa mixta petrolera le darán lo que pida por esa bocota.
Regocijado
y en pijamas rojas - rojitas, en la fresca noche socialista, se asoma al Balcón
del Pueblo para disfrutar del ya diluido aroma de los gases buenos que, en toda
su intensidad, disfrutaron los escuálidos súbditos bolivarianos en la diaria
tarea de exigir democracia y respeto de los derechos humanos.
Como
un caribeño Nerón, el rollizo Designado - a ritmo de tumbadora y guaguancó -, sonriente,
satisfecho, burlón y lenguaraz como gusta de ser, tomado de la mano de la
Primaria Combatienta, y con estrenado liquiliqui, asomado de nuevo al Balcón
del Pueblo Soberano, bien podría decir como el sanguinario emperador romano:
Pueden ser crueles los actos de un hombre, sin
necesidad de que el hombre sea cruel, pero aquel que no acate mis leyes morirá
o será castigado. Que me odien con tal de que me teman; no me importa cuántos
mueran por ello, pero el emperador debe ser respetado como artista y soberano.
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