PALABRAS DE MONS. DIEGO PADRON SANCHEZ
ARZOBISPO DE CUMANA Y
PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA
EN LA APERTURA DE LA XLIII ASAMBLEA EXTRAORDINARIA
El carácter extraordinario de la presente Asamblea, motivada por la necesidad de escuchar la voz de Dios y discernir su voluntad en medio de las actuales circunstancias del país, pone de relieve, por una parte, la extrema gravedad de la situación y, por otra, los desafíos que ella nos plantea a los obispos, en cuanto ciudadanos, corresponsables del destino de la nación, y en cuanto pastores del pueblo santo de Dios, al que acompañamos, guiamos con la palabra del Evangelio y confortamos en sus sufrimientos.
Los recientes acontecimientos que hemos vivido nos exigen un análisis profundo, una interpretación de conjunto y, aún más, un discernimiento en el Espíritu, que nos conduzcan a dar nuestro específico aporte, desde la fe, desde la experiencia de vida compartida con el pueblo y desde la interpretación pastoral de la realidad.
La Asamblea última del CELAM
Hace cuatro días concluyó en la ciudad de San Salvador, República de El Salvador, la XXXVI Asamblea Ordinaria de Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), en la que participamos Mons. Reinaldo Del Prette, Delegado de esta Conferencia, y este servidor. Este encuentro episcopal continental, con la presencia de representantes de las Conferencias de Obispos de Estados Unidos y de Canadá, hizo conmemoración de las efemérides más importantes de la Iglesia en Latinoamérica y El Caribe: los diez años de la V Asamblea del Episcopado Latinoamericano celebrada en la ciudad de Aparecida, Brasil, los veinticinco años del Sínodo de América, los cien del nacimiento del Beato salvadoreño Mons. Oscar Arnulfo Romero, los setenta y cinco del Secretariado Episcopal de América Central, SEDAC, y los ciento setenta y cinco de la erección de la Diócesis de San Salvador. Toda la Iglesia del Continente elevó unánimemente su plegaria de acción de gracias al Padre celestial.
Como una novedad en estos encuentros, las veintidós Conferencias episcopales presentes acordaron, desde el comienzo, emitir un pronunciamiento sobre la situación de Venezuela en apoyo y solidaridad con nuestro pueblo e Iglesia. Al respecto dice el Comunicado: Nos preocupan las muertes, la violencia, la carencia de lo más fundamental , la división, la violación de los derechos humanos, en fin, el sufrimiento que ha tocado al pueblo venezolano, hasta llegar a padecer una auténtica crisis humanitaria. Percibimos también los anhelos y los esfuerzos de un pueblo que quiere vivir en paz, recorriendo los senderos de libertad, justicia y desarrollo integral.
Convocamos a las comunidades diocesanas de América Latina y El Caribe a poner en marcha iniciativas de caridad con los hermanos venezolanos y a pensar en maneras de hacerlas efectivas, a pesar de los obstáculos que puedan presentarse. Del mismo modo, pedimos que acojan fraternalmente a aquellos que están migrando hacia diversos países y les ofrezcan con generosidad condiciones de vida digna. Hacemos un llamado a las organizaciones internacionales de ayuda humanitaria para que dirijan su acción y recursos de manera prioritaria hacia Venezuela.
La Iglesia en Venezuela y el Santo Padre
La Iglesia católica camina junto con el Papa Francisco. A él le hacemos llegar a través de la dignísima persona del Sr. Nuncio Apostólico, Su Excelencia Mons. Aldo Giordano, nuestro saludo fraterno y nuestro sincero y profundo agradecimiento por su constante preocupación por nuestro país y nuestra Iglesia. Tenemos muy presente su amable carta al Episcopado venezolano en la que nos dice: <
Nuestra obediencia al Romano Pontífice, sea Francisco u otro, no es solo afectiva y guiada por la empatía sino también particularmente de carácter teológico, no sujeta, por tanto, a las variables del tiempo, al humor de las personas o al talante de los cambios. Nuestra comunión con él es indiscutible. La explicitamos con la formula latina << Cum Petro et sub Petro>>. Cualquier otra interpretación es falsa y malintencionada.
Reafirmación de nuestra postura
Serena, pero firmemente, declaramos que por ser ciudadanos venezolanos, individual y corporativamente tenemos el derecho y el deber cívico y moral de intervenir en todos los asuntos concernientes a la nación, sin otras limitaciones que las señaladas por la ética y las leyes.
Somos responsablemente imparciales, pero de ninguna manera neutrales. A pesar de nuestras propias e individuales debilidades, procuramos actuar en nombre de la verdad, la justicia y la búsqueda de la reconciliación entre todos los venezolanos, como bases de un auténtico pluralismo ideológico, desarrollo humano integral y convivencia social pacifica y solidaria, camino hacia la paz verdadera y el reencuentro fraterno en el país.
La unidad del episcopado es un don del Espíritu Santo a la Iglesia, y la sostenemos a diario con la oración y el amor a Jesucristo y a los hermanos ¡Nadie nos separará del amor de Cristo y de la Iglesia!
Al mismo tiempo, nos confesamos irrestrictamente comprometidos con la promoción y la defensa los valores de la dignidad humana y del bien común de todas las personas y de toda persona. En consecuencia, denunciamos el dúo fatídico <
En nombre de Dios, repetimos <
Nos interpelan a diario innumerables signos de muerte presentes en el discurso oficialista amenazador, los gestos agresivos, la imagen militarista, la mentalidad de dominio y conquista, los actos de prepotencia, la conducta arbitraria, las progresivas restricciones a la libertad, la mancha de aceite de la corrupción, la ruina del campo y de todo el aparato productivo, el descalabro de la educación, la impunidad frente al crimen, la pertinaz fuga de los ciudadanos y familias.
Todo esto configura un cuadro de barbarie y violencia que en gran parte había desaparecido de nuestra cultura. Estamos regresando a etapas ya superadas, a una anticultura de muerte.
Con toda conciencia de nuestro oficio de pastores, con inquebrantable voluntad de compartir con el pueblo el destino democrático de nuestra nación, considero que el estado de cosas a que nos ha conducido el actual sistema político gobernante es razonablemente injustificable, éticamente ilegítimo y moralmente intolerable. No es este un juicio jurídico ni político sino moral y espiritual, en línea profética, que reclama una sincera conversión de las mentes y de los corazones que dé frutos de renovación, justicia y reconciliación.
Es la hora de un examen de conciencia, de una insurgencia espiritual y moral de los líderes y de los ciudadanos que promuevan desde el interior de las personas un cambio radical de la situación del país. La legítima protesta en la calle ha de ser pacífica y respetuosa de las personas y propiedades, y una señal de resistencia ética y civil.
A todos los venezolanos nos ha de mover la voz de Dios en nuestras conciencias y nos ha de impulsar al compromiso con la verdad y la justicia, para vencer el mal con el bien (Cfr. Ro. 12,21).
En este momento es una obligación nuestra invitar a todos los dirigentes políticos, económicos y sociales, de cualquier signo y color, a ponerse del lado del pueblo y a buscar, en sintonía con el mismo, soluciones que beneficien a todos. No es momento para darle la espalda o para hacer oídos sordos a sus clamores. Al Gobierno nacional, en todas sus instancias, particularmente a El Ejecutivo, le pedimos que de verdad escuchen los clamores de la gente y resuelvan los gravísimos problemas que han provocado con medidas improvisadas y nocivas y medidas. (cfr. Comunicado de la Presidencia de la CEV el 17 de diciembre de 2016)
Muchas Gracias
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