ELSA CARDOZO
Detrás de la acumulación de ineficiencias y pérdida de legitimidad del gobierno venezolano –cuya más cruda evidencia se encuentra en las protestas masivas y en la criminal represión con la que fueron respondidas– hay algo mucho más grave que pérdida de gobernabilidad: la pérdida de Estado, la disolución de lo esencial del orden político convenido en el pacto fundamental de 1999 y mucho antes. Ahora, el inconstitucional proceso constituyente acelera en el arrase de lo que va quedando de principios, normas y procedimientos propios de un Estado de Derecho.
En esta escala, los ya muy visibles desbordamientos internacionales de la crisis venezolana –movimientos migratorios; narcotráfico, corrupción y lavado de dinero; deudas, morosidad y negociación de recursos estratégicos; incumplimiento de acuerdos y abandono de compromisos multilaterales– se agravarán con un régimen que no está dispuesto a aceptar ninguna norma o control, interno ni externo, que limite su ejercicio del poder. Añádanse las relaciones que ha venido desarrollando con aliados de polémica y preferentemente conflictiva proyección geopolítica internacional, como son los casos de Rusia, China e Irán, parte de la lista de países amigos a los que se refirió el presidente Maduro en su discurso ante la asamblea constituyente. En ella, por cierto, faltó Cuba, o quizá no, por redundante. Entre desmesuras, desconocimiento del orden jurídico internacional y vínculos inescrutables se ha terminado por colocar a Venezuela, con poca o nula transparencia, en tableros controlados por intereses ajenos, en relaciones desiguales que profundizan la pérdida de autonomía del gobierno y multiplican las vulnerabilidades del país a las prioridades estratégicas de otros.
De allí que las cuestiones de responsabilidad en la pérdida interior y exterior de estatalidad comiencen por las del gobierno de Venezuela. Responsabilidades una y otra vez recordadas desde la comunidad democrática internacional: tanto así que hasta el facilitador escogido por el gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, lo dejó anotado al final de su última visita a Venezuela. Y así se han acumulado internacionalmente desde manifestaciones de preocupación, llamados y exhortaciones, pasando por condenas y desconocimiento de la supuesta asamblea constituyente, hasta medidas diplomáticas con consecuencias económicas y la imposición de sanciones a más de treinta individualidades por Estados Unidos, aplicadas también por México, Colombia y Panamá.
Son muchos los intereses internacionales afectados por la pérdida de la democracia, la gobernabilidad y la estatalidad en Venezuela, pero las respuestas necesarias y útiles deben pasarse por el filtro de la responsabilidad internacional para evitar estrategias que se conformen con la estabilización de un orden negador de lo esencial del republicanismo moderno. De allí lo esencial de mantener como propósito interior y exterior la restitución de la plena vigencia de la Constitución, en correspondencia con el régimen internacional de protección de los derechos humanos y la democracia. Es esa perspectiva la que de modo directo y firme acogieron los doce países firmantes de la Declaración de Lima y la que ha prevalecido ante el mensaje del presidente Trump sobre una opción militar. Condenar al régimen, recordarle las no solo incumplidas sino gubernamentalmante bloqueadas condiciones por las que debía comenzar la restitución de la Constitución, desconocer a la asamblea constituyente y sus decisiones y definir medidas diplomáticas para limitar el margen de actuación internacional del gobierno, quedó plasmado en esa declaración que es también compromiso de responsabilidad con los venezolanos en la procura de una solución democrática.
De tanto decirlo, se ha perdido el sentido de aquello de que la salida de esta tragedia debe ser construida por los venezolanos que, en manifiesta mayoría, hemos demostrado querer un cambio de gobierno, democrática y pacíficamente. Y así es, una responsabilidad muy nuestra que hoy requiere de especial compromiso y disposición a exigírnosla y de exigirla a la dirigencia democrática y a la comunidad democrática internacional.
elsacardozo@gmail.com
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