TRINIO MARQUEZ
El régimen pagará un costo muy
alto por destituir a la fiscal Luisa Ortega Díaz, allanar su residencia y
ordenar su captura, sin que tal orden, además, tenga ninguna consecuencia
internacional. La Fiscal legítima y única de los venezolanos, veterana
militante política de la izquierda, optó
por revelar lo que ya se sabía: la descomposición de una casta que utiliza
todos los mecanismos del Estado para concentrar poder y enriquecerse de manera
obscena.
El gobierno
pensó que estaba acosando a un humilde estudiante de los que participaron en
las protestas de los últimos meses o a uno de los inermes alcaldes
opositores. Equivocaron el cálculo. Creyeron
que Luisa Ortega se acobardaría o que en nombre de lealtades pasadas, se
inhibiría de arremeter contra ellos para preservar lo poco que queda de los
viejos ideales con los cuales llegaron algunos chavistas al poder hace casi dos
décadas. Maduro, en vez de negociar con la Fiscal para atenuar el choque con la
cúpula del chavismo, la atacó –junto a su marido, el diputado ex oficialista Germán
Ferrer- con sus perros de presa. Se comportó dentro del más rígido esquema
estalinista, sin darse cuenta de que los tiempos cambiaron. El gobierno está
desprestigiado y ya no posee una abultada chequera petrolera para obtener
respaldos internacionales o lograr que los países importantes de la región, se
hagan los desentendidos frente a los desmanes del madurismo.
Las acusaciones
de Ortega Díaz contra Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez y Tarek
William Saab, que se plantearán en numerosos escenarios internacionales, seguramente
no tendrán ninguna consecuencia jurídica dentro del país. No serán los
magistrados del TSJ quienes salgan a exigir que se realice una investigación objetiva
y exhaustiva de esas denuncias y de las pruebas presentadas. Maikel Moreno y su
corte no se inmutarán. Al contrario, habrá manifestaciones de solidaridad y
hasta de admiración con esos señores
Sin embargo,
en el plano internacional la cosa será completamente distinta. El escándalo de Odebrecht
desató un huracán en el continente, del cual Venezuela no escapará, aunque el
TSJ y la constituyente se hagan los locos. En Brasil, el idolatrado Lula fue
condenado a nueve años de prisión. Su sucesora, Dilma Rousseff, fue salpicada
por el escándalo, viéndose forzada a abandonar el Palacio del Altiplano. En
Perú, Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia fueron a parar a la cárcel. En
Ecuador, Lenín Moreno se distanció del insufrible Rafael Correa, en gran parte
por las secuelas provocadas por las comisiones pagadas en ese país por ese
imperio brasileño. El impacto sobre el gobierno de Maduro vendrá por el lado de
la ya escasa confianza que inspira su gobierno en los inversionistas y
financistas foráneos, y en su capacidad de colocar los bonos de la deuda
pública en el exterior. Con los señalamientos de la Fiscal el descrédito será
aún mayor. La vulnerabilidad económica del régimen aumentará.
Las
imputaciones de Luisa Ortega a integrantes de la cúpula madurista, se agregan a
la interminable cadena de denuncias de casos de corrupción en las que aparecen
involucrados militares y civiles del ´régimen: Cadivi, pudreval, las comisiones
de Pdvsa, el plan Bolívar 2000, el desfalco con las empresas eléctricas de
maletín, la compra fraudulenta de medicinas, las comisiones por la adquisición
de armamentos, la quiebra de las empresas estatizadas, los negociados en torno
a la red de distribución de alimentos, el contrabando de extracción de
gasolina. La trama de la corrupción alcanza dimensiones gigantescas. Esa red de
complicidades conforma una de las causas que explican por qué una nación de
dimensiones medianas como Venezuela, no prosperó a pesar de haber recibido
cerca de billón y medio de dólares en menos de veinte años, entre el ingreso
por exportaciones petroleras y el pago de tributos internos. Gran parte de esa
inmensa fortuna, suficiente para desarrollar toda Suramérica, fue a parar a las
cuentas de los altos jerarcas del régimen y sus testaferros.
Luisa Ortega
Díaz develó de nuevo la podredumbre del gobierno e incrementó todavía más el
costo de continuar manteniendo en el poder a esa especie depredadora.
@trinomarquezc
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