LEONARDO PADRON
Amanecieron ojerosos de tanto pensar en una solución. ¿Cómo callar la cólera que surca al país de cabo a rabo? ¿Cómo ponerle una sordina a la indignación nacional? Y entonces propusieron una “ley contra el odio y la violencia política”. Ahora, en Venezuela, el odio será un crimen cuya pena puede ser de 15 a 25 años de cárcel. Hay una falla de origen en tal propósito. Según la hoy todopoderosa Delcy Rodríguez el axioma es sencillo: si odias, eres de oposición. Es una ley de costuras gruesas diseñada para que el miedo enmudezca tanto dolor convertido en furia. Toda manifestación de “intolerancia”, todo insulto, todo juicio de valor ético a cualquier camarada será sancionado. Todo aquello que genere “caos y zozobra en la población” será considerado un crimen de odio. La ley desborda cinismo a manos llenas. Ellos, los dueños del poder y las armas, los protagonistas de la represión más salvaje que ha vivido el país, son ahora las víctimas. Gente pura y santa henchida de bondad para con el prójimo.
Y sí, pareciera que hay mucho odio derramado en todas partes. Pero, ¿quién trajo las semillas? ¿Quién lo ha cultivado con tanta persistencia?
Como el cinismo es gratis, su réplica también. Por eso me permito elaborar un borrador para complementar la propuesta del presidente Maduro. Apenas asomo nueve artículos. Agregue usted el número diez. Mi ley contra el odio, la intolerancia y la violencia política diría así:
- Se le prohibirá a todo funcionario público denigrar en cadena nacional de su adversario político. Así, términos como “oligarcas”, “escuálidos”, “terroristas”, “asesinos”, “mariconsones”, “derecha putrefacta”, serán eliminados del vocabulario habitual para evitar que los ciudadanos puedan contagiarse de tanta ojeriza y encono. El primer observante de dicha medida debe ser la máxima autoridad de la República. Siempre se ha dicho: el ejemplo entra por casa.
- Se le prohibirá a todo funcionario del gobierno con show de televisión propio utilizar dicho espacio para injuriar, ofender, mancillar, caricaturizar, ridiculizar o criminalizar a su adversario político. Por lo tanto, sobrenombres de tinte adolescente como “Nido de Paloma”, “María Asesina”, “Capriloca”, “Cejota”, “El monstruo de Ramo Verde”, y otros, serán vedados en dichos espacios. Abstenerse también de elaborar videos contra líderes opositores con montajes burlescos y musiquita chancera que suscita el bullying del público asistente.
- Se le prohibirá a todo funcionario del régimen exhibir su prosperidad de manera elocuente, bien sea a través de sus trajes de marca, sus relojes insuperables, sus camionetas blindadas o con imágenes de sus familiares viviendo en países que no pertenecen a la plenitud revolucionaria y son solo accesibles a través de abundantes divisas extranjeras. Tanta bonanza es sospechosa. Recuerden, camaradas, ser rico es malo. Sobre todo si los demás se dan cuenta. Eso activa el odio.
- Se le prohibirá a la honorable GNB y a la sin par PNB asesinar en nombre de la revolución. No podrán disparar contra manifestantes desarmados, encarcelar a estudiantes, torturar a los presos políticos, humillar a sus familiares, allanar residencias sin permiso judicial y destrozar las rejas y carros de las residencias. Todas estas acciones pudieran generar cierta animadversión en quien las recibe y por consiguiente transformarse en rencor oscuro. Prevenir el odio es la mejor manera de atacarlo.
- Se aplicarán las medidas económicas requeridas para abatir la hiperinflación, pulverizar –esta vez sí es en serio- al dólar paralelo, acabar con la carestía de alimentos y surtir de medicinas a farmacias y hospitales. Así se evitará que la población venezolana anide sentimientos de enemistad hacia todo aquel que conspira contra su salud y alimentación. “El que come no odia, el que se cura olvida rencores”, diría algún proverbio chino.
- Se implementará un nuevo plan de seguridad (¿por cuál vamos ya?) para neutralizar –juramos, rodilla en tierra, que esta vez sí es verdad- a las bandas criminales que enlutan diariamente a la sociedad venezolana. Hemos detectado que la abundancia de asesinatos y secuestros, junto a la impunidad reinante, generan crecientes sentimientos de odio de la población contra el gobierno encargado de velar por la vida de sus habitantes.
- Se exhortará a los “patriotas cooperantes” a que cesen en sus hábitos de delación de vecinos y viejas amistades por poseer una pancarta opositora, una máscara antigás o cualquier objeto de signo contrario al que dicta la mercancía revolucionaria. Hemos detectado, luego de exhaustivos estudios, que todo el mundo odia a “los sapos”.
- Se prohibirá cualquier retaliación política contra todo aquel que piense de forma contraria a los intereses revolucionarios. La amenaza y la venganza son ingredientes del odio. Vote por quien usted quiera, jamás le quitaremos su bolsita CLAP, jamás lo botaremos del trabajo, jamás lo hostigaremos ni perseguiremos. Si usted fue chavista y ya no lo es, no importa. Si alguna vez fue fiscal general o diputado al parlamento y ahora cambió de opinión, no lo perseguiremos, no le pediremos a Interpol que lo atrape como si se tratase de un criminal. Relájese.
- Y, por último, pero no menos importante, respetaremos la Constitución, de arriba abajo. Respetaremos a la Asamblea Nacional elegida masivamente por el pueblo. Respetaremos el derecho a disentir. Respetaremos el derecho al voto, la independencia de poderes, la alternancia democrática, la libre circulación de ciudadanos dentro y fuera del país, y el respeto al libre pensamiento.
Sí, lo sé, todos esos artículos pergeñados por quien suscribe pertenecen al mundo de la ficción. La realidad se nutre de una certeza incuestionable: el odio también es revolucionario.
El inmoralismo ha llegado a ser tan barato que cualquiera se alardea de ejecutarlo y precisamente aspiran a vivir sin supeditarse a moral ninguna. Si le da por ser revolucionario; su aparente entusiasmo por los obreros, los miserables y la justicia social, le sirve de disfraz para desentenderse de toda obligación como cortesía o verdad.
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