Freddy Nuñez
Los venezolanos
que no están vinculados al criminal proceso de destrucción nacional y raspada
de olla que ejecuta el régimen, padecen el empeoramiento diario de su situación
familiar. Venezuela está definida hoy por una expresión breve y cruel: No hay. ¿Cómo
se llego a este estado de calamidad, si tuvieron en sus manos más de un millón
de millones de dólares? ¿Cómo lograron
aumentar los niveles de pobreza, a lo
largo de estos 16 años, por encima de los existentes cuando el gran destructor,
tomo el poder? ¿Cómo lograron multiplicar la deuda de Venezuela, que estaba en
28 mil millones de dólares en 1998, y llevarla hasta 330 mil millones? ¿Cómo
permitieron que la delincuencia gobierne las calles del país, y que la tasa de
homicidios sea de 82 por cada 100 mil habitantes, ubicando a Venezuela como uno
de los dos países más peligroso del mundo? ¿Cómo destrozaron empresas privadas y públicas, convirtiéndolas
en costosas chatarras que nada producen? Esa política de destrucción nacional
no ha dejado hueso sano en la república, de allí que en el país no se produzca
nada y los dólares petroleros que ingresan, cada vez menos, se destinen a
importar alimentos y otros bienes que como se ha demostrado terminan
produciendo casos de corrupción que se denuncian pero no se investigan. Esas
importaciones que el régimen compra a empresas privadas de países que chulean a
Venezuela, podrían ser fabricadas, producidas en el país, con una política
sensata que incremente el desarrollo industrial y genere puestos de trabajo
estables y bien remunerados. La escasez de absolutamente todo, alimentos, medicinas, partes y piezas
para vehículos, de línea blanca, etc, al igual que todos los problemas
señalados, expresan el drama cotidiano que viven los venezolanos obligados a
hacer humillantes colas y a poner la
huella digital, recibiendo el tratamiento de un delincuente. A la escases
terrible que se padece en toda Venezuela, se agrega la crisis producida por los
altos costos de lo poco que se consigue, consecuencia de una inflación sin freno, que no cesa de
crecer, y que se estima puede llegar este año al 300%. A este cuadro dramático
de escasez y carestía, se agrega el deterioro de todos los servicios públicos,
electricidad, transporte, hospitales, y un crecimiento del desempleo que el
gobierno quisiera ocultar, pero que es evidente en la medida en que muchas
pequeñas y medianas empresas agobiadas por un gobierno expoliador, incapaz y corrupto,
han tenido que bajar la Santamaría. El régimen ha degradado la vida civil
venezolana, y envilecido las instituciones. Fomenta el caos, la violencia
interna y externa, miente y engaña como política de estado, y siembra el terror
persiguiendo a quien se oponga a la barbarie y el atraso. Pretende salvar del
gallo pataruco aunque sea el ojo, y trabajan para vulnerar el proceso
electoral. Los ciudadanos entretanto, dando una sorprendente lección de
madurez, no caen en provocaciones, no pisan peines, y marchan con una tenacidad
admirable hacia el domingo 6 de diciembre, sabiendo que es derrotando de manera
aplastante al atajo de malandros responsables de su desgracia, como la familia
venezolana podrá aspirar a un cambio real y profundo. Necesitamos obtener los
2/3 de los diputados de la Asamblea Nacional, para que ese mandato impida que
el régimen pueda intentar cualquier trapisonda a través de las secuestradas
instituciones, y se puedan tomar las decisiones más convenientes al interés del
país. No será un triunfo para la venganza, será un triunfo para la
reconciliación del país, sin que los culpables de empobrecer a los venezolanos,
los corruptos, los vinculados al narcotráfico, los violadores de la
constitución y las leyes, de los derechos humanos, queden impunes. Hay que
restablecer la justicia en Venezuela, fomentar la inversión para estimular la
industria, la agricultura, repatriar los capitales que mantienen los corruptos
en el exterior, crear en fin, las condiciones para sentirnos orgullosos de
vivir en un gran país y no en esta pocilga que han creado. Esa Venezuela es
posible, pero tenemos que salir a votar en avalancha, sin miedo, está a nuestro
alcance, como nunca antes, terminar esta desgracia. El domingo 6 de diciembre será una fecha que
habrán de recordar nuestros nietos como el inicio de una nueva Venezuela,
próspera, sana, solidaria, orgullosa.
Freddy
Núñez.
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