TRINO MARQUEZ
Estamos en presencia de una
versión criolla de lo que fue el “fujimorazo”,
en abril de 1992 en Perú. Alberto Fujimori, con la complicidad del Ejército,
desconoció la autoridad del Congreso, donde su partido Cambio 90 era minoría, y
lo disolvió. Durante varios años impuso un gobierno de facto junto a Vladimiro
Montesinos. En Venezuela está repitiéndose la historia. Los protagonistas son
Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. Hay Algunos comediantes de reparto, como
Pedro Carreño. El socio imprescindible de este golpe de Estado, maquillado de
legalidad, es el renovado TSJ.
El
actual cuadro institucional fue diseñado a la medida de los intereses de la
camarilla enquistada en el poder. Cuando en noviembre los datos de todas las
encuestas indicaban que el Gobierno perdería ampliamente las elecciones del
6-D, el régimen decidió blindarse frente a la eventualidad de unos resultados que
lucían tan desfavorables. Forzó la renuncia de trece integrantes del máximo Tribunal para sustituirlos por abogados
incondicionales del régimen. Todos militantes o simpatizantes del PSUV. Algunos
exparlamentarios o exfuncionarios. En esos nombramientos se violó la Ley
Orgánica del TSJ: currículos y trayectoria de los candidatos, plazos de
presentación de las candidaturas, período para la impugnación. La infracción
era necesaria para asegurar que no se filtrara ningún disidente. Todo el Cuerpo quedó constituido por soldados
de la revolución. Sus comandantes estarían en Miraflores y en el PSUV. Los
juristas del horror se encargarían de barnizar las órdenes de sus jefes
políticos. La primera: torpedear el funcionamiento de la nueva Asamblea
Nacional cuya mayoría pasó a manos de los diputados de la MUD.
Maduro
y Cabello diseñaron un traje legal a su medida y ahora intentan que la Asamblea
Nacional acate las decisiones de un TSJ colocado al margen y en contra de la Constitución,
de la LOTSJ y de la jurisprudencia de la Sala Constitucional, que el 13 de enero
de 2013 dictaminó que la voluntad popular expresada en los comicios estaba por
encima de las resoluciones de cualquier órgano judicial.
El
general Padrino López conoce muy bien todos los exabruptos cometidos por el
régimen para protegerse de forma indebida del control que debe ejercer la
Asamblea e impedir que el Poder Legislativo cumpla con las obligaciones que le
impone la Carta Magna. Sabe que la voluntad de casi ocho millones de
venezolanos que votaron a favor de los candidatos de la MUD está siendo
irrespetada por el dúo Maduro-Cabello. Sabe que el desconocimiento del
Parlamento quebranta principios republicanos fundamentales: la independencia,
el equilibrio y la colaboración entre los poderes públicos. Sabe que la
legalidad del TSJ constituido en diciembre pasado es ficticia y fraudulenta
porque arrolló la Constitución. Sabe que la manera en que se integró ese
organismo lo desacredita para actuar como guardián del Estado de Derecho. Sabe
que esa Sala Electoral y la plenaria del TSJ no pueden descalificar las
decisiones que adopte la AN, depositaria de la voluntad y la soberanía popular
La
crisis institucional que alientan Maduro y Cabello, atenuada por la
desincorporación de los tres diputados de Amazonas, ahondará aún más los graves
problemas nacionales. No existe ninguna solución sin que haya diálogo y
concertación entre el Ejecutivo y el Legislativo, y sin
que se acaten los resultados del 6-D.
La FAN y el
general Padrino López pueden desempeñar un papel fundamental para impedir que la crisis política se
desborde y el país entre en una espiral de violencia, incertidumbre e
inestabilidad como el vivido por otras naciones del continente. Bolivia pasó
por episodios críticos durante largo tiempo. Argentina, en el pasado reciente,
sufrió del mismo mal. En Venezuela podría evitarse ese calvario si una
institución con el prestigio y solidez de la FAN logra imponer la sensatez en
medio de tanta irresponsabilidad gubernamental.
Ahora no es
momento de huir por la tangente, invocando una neutralidad que en realidad es
inconsecuencia con la democracia. El pueblo habló en diciembre y esa voz hay
que escucharla y obedecerla. Preservar la importancia del voto como mecanismo de
expresión política resulta fundamental para que las elecciones se mantengan
como rostro de la democracia protagónica. Pilatos jamás ha sido perdonado, ni
reivindicado por la historia.
@trinomarquezc
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