Emilio Nouel V.
En no pocas ocasiones he comentado lo que he llamado ‘Corruptos sin fronteras’, o lo que sería lo mismo: una ‘internacional de la corrupción’.
Es una suerte de organización informal cuyos miembros están vinculados por los canales de la política, de la ideología. El afán desmedido de poder y dinero, que esconden detrás de una retórica indigesta, los hermana, los lleva a apoyarse incondicionalmente más allá de las fronteras.
En su mayoría, van por la vida y el mundo de izquierdistas anticapitalistas, socialistas del siglo XXI y/o antiimperialistas de uña en el rabo. Dicen representar los intereses de los excluidos y los “condenados de la tierra”, como los llamaba Fanon. Sin embargo, no tienen empacho en aliarse con delincuentes de todo pelaje, sobre todo, algunos de cuello blanco, duchos en el recorrido seguro por los vericuetos de las finanzas internacionales.
El antinorteamericanismo es también ingrediente infaltable en los discursos inflamados de estos redentores de los pobres, cuyos bolsillos están repletos de dólares. Sus aquelarres, como el Foro de Sao Paulo, están financiados por los compañeros en funciones de gobierno.
La superioridad moral, en tanto que izquierdistas, es nota característica de su actitud frente a los demás mortales; éstos, seres inferiores, engañados y corrompidos por los valores de la sociedad de mercado, faltos de la orientación de aquellos ‘guardianes de las esencias’.
No obstante, más temprano que tarde, y para infortunio de este malandraje dedicado a la política, toda esa impostura sale a la luz, y la tal superioridad ética, los grandes ideales, el amor por el necesitado y las rasgaduras de vestiduras, resultan ser un burdo disfraz, un perverso disimulo, para engañar a incautos.
No hay que ir muy lejos para comprobarlo. La vida dispendiosa de millonarios que llevan los dirigentes del PSUV y sus allegados, la que muestran sin recato alguno, es la evidencia más palpable. Las pruebas se cuelan hacia el público, aparecen a diario en los medios, tal es el desfachatado atraco que han cometido a la Nación. Las esquilmadas empresas del Estado, los contratos en la Administración central y descentralizada, las gobernaciones y alcaldías todas han sido fuente de los mayores negociados turbios, y origen de enormes riquezas mal habidas, este latrocinio, por supuesto, en el nombre sagrado del socialismo.
No es muy diferente el espectáculo de sus amigotes, compañeros de la causa revolucionaria en el extranjero. Ellos están dando, también, mucho de qué hablar, en esta materia de tráfico de influencias, “guisos” y demás robos de los dineros públicos. Los juicios y cientos de enjuiciados y encarcelados, allí donde funcionan las instituciones, lo atestiguan.
El ‘lava jato’ o ‘petrolao’ brasileño ha destapado la inmensa cloaca de Petrobras. Hasta el señor Odebrecht, constructor mimado de los grandes contratos del gobierno chavista, ha sido encanado. Cientos de apresados por el tráfico de influencias y lavado de dinero, señala la información disponible, y los escándalos no cesan.
El kirchnerismo argentino no se queda atrás en este repugnante asunto. Desde antes de que cayera del poder, las denuncias sobre sus desaguisados, incluido el tráfico de drogas, habían circulado profusamente, algunos los conectaba también con el gobierno venezolano. Esta semana, por cierto, han aparecido videos en que se reparten millones de dólares los contratistas del kirchnerismo.
Los sandinistas, otros ‘compañeritos’ del socialismo del siglo XXI, están denunciados de múltiples irregularidades con las empresas creadas a cuenta de la ALBA, a las cuales tampoco escapan personeros del gobierno chavista.
Así, ‘Corruptos sin fronteras’ se ha convertido en un negocio muy rentable, globalmente hablando, para los nuevos redentores de los pobres. De Rusia, pasando por España, Ecuador o Cuba, llegando a Panamá, Brasil, República Dominicana, Bolivia o Nicaragua y la China, los dineros públicos de muchos países, circulan a través de los canales financieros, para engrosar las cuentas y bolsillos de las nomenklaturas de gobiernos de izquierda, y hasta ídolos como el inefable Lula Da Silva, están seriamente involucrados hasta los tuétanos.
Los venezolanos de bien sentimos una gran envidia de los países en los que las instituciones encargadas de perseguir y sancionar la corrupción se desempeñan de conformidad con la ley; de aquellas naciones cuyos órganos de control o los tribunales no están secuestrados, manipulados o intimidados por el poder, como ocurre en Venezuela.
El del señor Lula es sólo un caso, entre tantos otros, de un ídolo con pies de barro, que ha buscado protección asumiendo un cargo ministerial, lo cual equivale a una confesión. No sería prudente poner las manos en fuego por él, habida cuenta de los múltiples indicios que obran en su contra y muchos de sus colaboradores y familiares.
Lo más cierto de todo esto es que, en efecto, hay una internacional de la podredumbre política que conecta, particularmente, a grupos que comparten ideologías y ambiciones de poder, y que se protegen mutuamente al momento en que son desenmascarados.
Pareciera que les llegó la hora de la verdad.
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