lunes, 14 de marzo de 2016

LA TORMENTA PERFECTA

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     BENIGNO ALARCÓN

POLITIKA UCAB

En una oportunidad leí una historia que, si bien no recuerdo su origen ni su narrativa con exactitud, me atreveré a echar mano de ella, quizás hasta con algunas alteraciones en el relato, porque la lección que pretende trasmitir no tiene desperdicio en nuestra coyuntura actual.
Erase una vez un náufrago en medio de una tormenta que, encontrándose a la deriva, al ser abordado por un barco de pescadores para ayudarlo a salir de allí, responde que no se preocupen por él porque es un creyente y Dios vendrá en su ayuda para sacarlo a salvo de allí. Los pescadores se retiran y la tempestad empeora. Afortunadamente, unos minutos después, el capitán de un crucero que pasa por el lugar logra ver al náufrago en aprietos y lanza un bote salvavidas con uno de sus tripulantes para ayudarlo, pero éste responde, nuevamente, que él es un hombre de fe y esperará a que Dios lo saque de allí.
El capitán del crucero, ante la terquedad del hombre, se retira y avisa a la guardia costera de la situación. En poco tiempo, un helicóptero de la guardia costera llega a socorrer al náufrago, colocándose sobre la embarcación y, lanzándole una cuerda, le dan instrucciones para que la amarre alrededor de su cintura para poder sacarlo de allí. El náufrago, una vez más, se niega y les grita que se retiren, que no se preocupen porque él es un hombre de fe y está seguro que Dios llegará en breve para ayudarlo.
Después de unos 20 minutos tratando inútilmente de convencerle, la guardia costera decide retirarse por el riesgo de un accidente ante el empeoramiento de la tormenta. Al rato de encontrarse solo, la tormenta alcanza su clímax con olas de una fuerza inaudita que amenazan con hundir la pequeña embarcación. El náufrago, desesperado, comienza, primero a orar, y a los pocos minutos a lamentarse  de cómo Dios, siendo él un hombre de fe, podía haberle abandonado en medio de tales circunstancias. Ante estas quejas, la voz de Dios se manifiesta para responderle: ¿Cómo es posible que tú me reproches haberte abandonado en medio de estas circunstancias, cuando te envié un barco de pescadores, un crucero y hasta un helicóptero para sacarte de aquí y te negaste a aceptar toda ayuda?
Hoy el país vive, una vez más, en medio de una tormenta, quizás su peor tempestad, creada por las propias políticas del gobierno, que amenaza cada día en convertirse en una situación inmanejable que podría arrasar con todo lo que trate de caminar en sentido opuesto a los vientos que soplan. Pero como toda tormenta, su tiempo es limitado y será al final cuando veremos, por sus resultados, si fue o no una tormenta perfecta y para quién. Muchos líderes de oposición han hablado de las condiciones necesarias para un cambio político. Hoy tales condiciones parecieran estar presentes, aunque siempre existe el riesgo de que no sepamos reconocerlas y nos neguemos a salir de la tormenta, como en la historia de nuestro desafortunado náufrago.
Hoy en día todos los índices internacionales que miden la democracia califican a Venezuela como un régimen autoritario bajo diferentes denominaciones (autoritarismo electoral, autoritarismo competitivo, régimen híbrido, etc.), lo que ha originado que la comunidad internacional haya cambiado su precepción sobre el gobierno venezolano y se hayan  generado, internacionalmente, consensos amplios para presionar al gobierno a favor de una apertura necesaria para facilitar un cambio político por las vías democráticas.
El conflicto con los Estados Unidos continúa escalando con la amenaza de nuevos procesos contra personeros del gobierno, sanciones y la renovación del decreto de Obama que declara a Venezuela una amenaza extraordinaria. Esto ocurre pocos días antes del viaje del presidente norteamericano a Cuba, lo que podría implicar que el tema de la transición venezolana sea parte de la agenda Castro-Obama.
El Secretario General de la OEA da claras señales de disposición a activar la Carta Democrática si la Asamblea Nacional formaliza su petición, lo que elevaría considerablemente la presión y los costos para el gobierno venezolano, sobre todo si ello sirve de motor de arranque a otros procesos sancionatorios como sería la aplicación de la clausula democrática de Mercosur.
Puertas adentro, las protestas van en aumento, y para el período enero-febrero el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social cuenta más de mil, además de una duplicación en el número de saqueos. Mientras que todo parece indicar que  las causas del descontento, lejos de ceder, se multiplican cada día ante la profundización de la escasez y la espiral inflacionaria que ya resulta inédita para los venezolanos.
En medio de esta nueva tormenta, que implica una necesidad creciente de mantener el control por la fuerza, haciendo al gobierno más dependiente de la represión, la sensibilidad del sector  militar aumenta ante los costos personales e institucionales que para los hombres de uniforme tiene el ejercicio de la fuerza y la violación de derechos humanos, a lo que se suman otros pasivos como las acusaciones en el caso de Tumeremo y la apertura de investigaciones foráneas que se han venido traduciendo en un balance negativo para la institución militar, de acuerdo a los estudios recientes de opinión.
Todo pareciera indicar que con la dosis adecuada de inteligencia, audacia y unidad nacional se puede salir de esta tormenta, lo cual no implica que será fácil. Es el momento para aumentar los costos de quienes aspiran a mantener el poder por la fuerza, prescindiendo de los votos, y reducir por medio de una transición negociada los costos a quienes acepten convertirse, como hiciese Ernesto Zedillo en México, en héroes de un proceso de transición que es lo único que nos puede salvar de la ingobernabilidad que amenaza con convertirnos en un Estado fallido.
Si no reconocemos la circunstancia y no hacemos la tarea, no reprochemos luego a Dios por no haber asumido la parte de la responsabilidad que nos corresponde solo a nosotros.
Benigno Alarcón Deza
Director
Centro de Estudios Políticos
Universidad Católica Andrés Bello

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