ELSA CARDOZO
La manifestación del 1° de septiembre, gigantesca por su tamaño y por la voluntad de cambio pacífico mayoritario que confirma, nos puede ayudar a apreciar en su justa medida cómo el camino se ha ido haciendo al andar. Valga abusar de la licencia poética que nos ayuda a valorar la ruta construida y por construir para la recuperación de Venezuela, es decir, lo inédito y enorme de los obstáculos superados hasta ahora y los que habrá que encarar en adelante.
Que el desastre propiciado por un gobierno ineficiente y opaco, cada vez más indisimuladamente inhumano y represivo, ha multiplicado las voluntades para cambiarlo es, sin duda, parte de una triste historia de dilapidación de oportunidades políticas y económicas que ya suma dieciocho años. Pero pienso que eso por sí solo, aunque ya es mucho, no explica del todo la trayectoria de resistencia de los venezolanos que de modo tan visible quedó testimoniada ante todo el país y el mundo en la movilización del jueves pasado.
El caso es que, sin resignarse ni desbocarse, cientos de miles de venezolanos que se movilizaron superando una densa trama de amedrentamiento y agresiones exigen que el referéndum revocatorio del presidente se realice este año. Ha sido distinto, y mejor, que leerlo en las encuestas que lo vienen diciendo hace un buen rato.
Reclaman un derecho constitucional y el cumplimiento, sin más retardos e invenciones, de las normas que lo regulan. Esto no es mera reacción de enojo o rabia; lo que se ha movilizado es voluntad pacífica de cambio, no cultivo de odio ni resentimiento.
No ha sido fácil llegar hasta aquí y hay que valorar la disposición cívica que esta marcha, antecedida por las jornadas de firmar y verificar firmas, por la reiterada voluntad de ejercer el derecho al voto en las elecciones legislativas y, antes, en las presidenciales en las que entre 2012 y 2013 se inclinó la balanza a favor de un cambio de gobierno. Pero para que esa disposición social se manifestara fueron indispensables la organización política opositora, su coordinación en la Mesa de la Unidad Democrática y una dirigencia comprometida, sin ingenuidad, con la construcción de un camino de salida desde la frágil institucionalidad existente y desde la movilización ciudadana. Hoy puede decirse que las estrategias divergentes entre los liderazgos de la oposición resultaron ser complementarias.
El conciso manifiesto leído al final de la jornada del 1° de septiembre fue presentado por la MUD en nombre del pueblo de Venezuela, en primera persona del plural. De esa forma se dirigió al gobierno, la Fuerza Armada Nacional y la comunidad internacional. La brevedad no le resta importancia a lo allí dicho, porque para las semanas decisivas en el propósito de rescatar a Venezuela será crucial lo que hagan o dejen de hacer los allí mencionados. Es claro el mensaje a un gobierno que no hace más que deslegitimarse con sus propias acciones y reacciones, también el dirigido a los militares, en reclamo de su apego a la Constitución. La propia dirigencia de la MUD, que debe mantener su coordinación táctica, apela a la voluntad de resistencia y movilización de los venezolanos, con coraje y claridad de propósitos. El mensaje a la comunidad internacional es también muy claro y pertinente.
Hoy no está de más recordar a los gobiernos que aún callan, escudados en el principio de no intervención, que ignorar los problemas de Venezuela no hará más que agravar los efectos internacionales que desde hace años se comenzaron a sentir y que se han agudizado al ritmo del descalabro nacional. En la larga lista de efectos y consecuencias del rumbo al colapso están el crecimiento de las deudas por cobrar; el deterioro sostenido de la capacidad de exportación petrolera; el incumplimiento de compromisos internacionales y la política destructiva de la institucionalidad hemisférica y regional; la proliferación de actividades ilícitas, particularmente del narcotráfico, y el atractivo para grupos armados irregulares de la ausencia de Estado de Derecho; el descontrol de epidemias y la depredación ambiental, entre muchos otros asuntos ligados a la disolución institucional.
Pero para apuntar al sentido de la transición que con su movilización confirmó querer la mayoría de los venezolanos, el manifiesto del 1° de septiembre alega razones de conciencia que merecen exponerse al mundo, una y otra vez: “La Venezuela que quiere cambio es inmensamente mayoritaria, y tiene con qué liderar una transición pacífica a la democracia y un proceso de reconstrucción nacional solidario e inclusivo. Que eso se logre en paz y por la paz depende en buena medida de que recibamos hoy la solidaridad que la Venezuela democrática y civilista siempre supo dar a otras naciones, cuando atravesaron horas oscuras como las que hoy la patria de Bolívar quiere superar”.
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