TRINO MARQUEZ
Después de los episodios de abril
de 2002, el chavismo mostró una solidez de hierro y un hermetismo impenetrable,
sin resquicios por ningún lado. Este monolitismo se rompió con la rebelión
inesperada y oportuna de la fiscal Luisa Ortega Díaz.
El proceso de resquebrajamiento
del chavismo comienza a partir de abril de 2013 cuando Nicolás Maduro asume la
presidencia de la República. La forma como se convirtió en heredero de Hugo
Chávez le ganó la animadversión de sus competidores, sobre todo porque la
decisión del caudillo estuvo intervenida por el peso de los hermanos Castro.
Maduro estaba más cerca de La Habana que cualquiera de sus otros adversarios.
No fueron sus méritos de dirigente y estadista, inéditos hasta ahora, los que
le colocaron en Miraflores, sino la confianza que les inspiraba a los ancianos
dictadores comunistas. Él garantizaría mejor que sus adversarios la influencia
castrista. Esta se mantendría y el subsidio seguiría fluyendo con la
regularidad de siempre. Sus años de formación en las escuelas de cuadros de la
isla garantizaba su lealtad a los tiranos.
Luego
de casi cinco años al frente del Ejecutivo, el desubicado Maduro ha arrastrado
el chavismo al foso de las preferencias populares. El Psuv no ha podido
salvarse del desprestigio del gobierno. Su pésima gestión económica y social y
la destrucción sistemática de la democracia lo han aislado internacionalmente y
le han ubicado entre los mandatarios con mayor nivel de rechazo en la historia
nacional. Su declive se ha acentuado desde que abortó el referendo revocatorio
en 2016, emprendió la guerra contra la Asamblea Nacional y, finalmente, propuso
la Asamblea Nacional Constituyente, con la finalidad de redactar una nueva
constitución que legalice el Estado Comunal.
Del
grado de postración en el que se encuentra el chavismo, luego de haberse
proyectado como una fuerza que dominaría el escenario político durante décadas,
tomó debida nota la fiscal Luisa Ortega Díaz y quienes, siguiendo a Fernando
Mires, conforman el chavismo constitucional, del cual la Fiscal sin duda forma
parte. Esta es una corriente dentro del oficialismo que asume como legado de
Hugo Chávez la Carta de 1999 y, apegada a ella, trata de mantenerse como
alternativa de poder para el porvenir cercano y remoto.
El
comportamiento de Luisa Ortega Díaz ha desconcertado al madurismo, acostumbrado
a actuar de forma atrabiliaria, sin guardar las mínimas formas exigidas en una república democrática. Esta
actuación está acarreando costos muy negativos. La primera vez que se puso en
evidencia el fardo que significa Maduro para el chavismo fue cuando se
realizaron las elecciones parlamentarias, el 6 de diciembre de 2015. La
aplastante derrota sufrida por el oficialismo fue una clara muestra del fracaso
en la conducción del país de Nicolás Maduro y su equipo de colaboradores. Esa
categórica victoria de la oposición, que debió conducirlos a introducir cambios
en las políticas públicas y en el manejo de las relaciones con la oposición,
los llevó más bien a atornillarse con mayor fuerza a las políticas socialistas,
represivas y excluyentes. La soberbia sectaria fue la respuesta ante el
fracaso.
El
nombramiento arbitrario de los integrantes de la Sala Constitucional del TSJ, cuestionado
desde el comienzo por Luisa Ortega Díaz, se produjo poco después del descalabro
electoral. Desde ese momento y hasta el presente lo único que ha hecho Maduro
es agredir a la Asamblea, violar el Estado de Derecho y quebrantar el orden
constitucional. En esa labor demoledora ha contado con el apoyo irrestricto de
la cúpula militar, la Sala Constitucional, el CNE y el Defensor del Pueblo.
La
fiscal decidió no formar parte de esa comparsa. Se desprendió del rebaño para
asumir la defensa de la Constitución de 1999. Sabe que ningún régimen puede
sostenerse solo con represión y coerción. Los sistemas políticos modernos
necesitan persuadir y construir consensos o, al menos, amplios acuerdos para
enrumbar a los países. Luisa Ortega ha demostrado poseer un criterio político
agudo. Está consciente de que el proyecto chavista del que ella y sus aliados
forman parte podrá perdurar y mantenerse como opción de triunfo únicamente si
se distancia de Nicolás Maduro y la camarilla que lo amuralló. Debilita el
madurismo con el fin de fortalecer el chavismo.
La
Fiscal no tendrá nada que temer cuando se produzca el cambio político que
inevitablemente sobrevendrá. En la derrota de la constituyente madurista y del madurismo en general, su actitud digna y
responsable tendrá un peso significativo, que el país valorará. Su rebelión
será reconocida.
@trinomarquezc
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