ASALTO Y PLEBISCITO
ELSA CARDOZO
A finales de 2016, suspendidos los procesos electorales, escuchamos el presidencial “ni con votos ni con balas (los opositores) entrarán más nunca a Miraflores”; en los últimos dos meses, ese discurso se movió de la ensangrentada falsedad del “votos sí, balas no, constituyente ya” para ya sin disimulo alguno anunciar expresamente al país y al mundo que “lo que no se pueda con los votos, lo haríamos con las armas”. En realidad esto se conjuga en tiempo presente desde hace tiempo, con dosis de crueldad cada vez más inhumanas. El 5 de julio, el asalto a la Asamblea Nacional dejó ver otra violenta muestra y anticipo de la arbitrariedad constituyente. Pero aun en medio del asedio, con la aprobación del plebiscito que abre al país una consulta unificadora de voluntades y propósitos de reconstrucción institucional, se confirmó la terca resistencia al asalto.
Asalto y plebiscito son imágenes del contraste enorme, que crece cada día a velocidades que se aceleran a medida que se acerca el 30 de julio, entre la minoría que no disimula la violencia con que está dispuesta a arrasarlo todo y la mayoría que no cesa de mostrar su coraje para reconstruirlo todo a partir del respeto del derecho al voto ejercido universal, directa y libremente.
En el registro más agresivo del asalto acabamos de ver la entrada forzada de representantes del Poder Ejecutivo a la sede del Poder Legislativo con discurso y compañía amenazantes, seguida pocas horas después por el segundo en una semana y ahora más violento ataque y secuestro. Mientras bandas armadas, impunemente ante la mirada de fuerzas del orden, agredían y mantenían cautivos a los diputados y asistentes a la sesión conmemorativa del 5 de julio, se difundían las palabras presidenciales en el acto militar en el que anunciaba la unión cívico-militar (sic) como “destino eterno” de Venezuela.
Desde la tónica consultiva del plebiscito, en el desarrollo de esa sesión especial el presidente de la Asamblea Nacional recordaba ante la mayoría de diputados elegidos por los venezolanos como sus representantes la declaración de independencia como una proclama republicana y esencialmente civil. Y del fluido recorrido que sobre la conmemoración del 5 de Julio ofreció la historiadora Inés Quintero, cuatro puntos resultan en ello especialmente relevantes: la significación de esa acta y momento no solo como declaración de independencia sino como logro republicano; la importancia de los rituales conmemorativos en los que se ha reconocido al Poder Legislativo como custodio del acta en representación de la soberanía popular; la desafortunada introducción del ritual militar desde los años de la dictadura, que la oradora ha propuesto sustituir por una celebración esencialmente ciudadana y civil; y la constatación de la desde hace varios años “constante, perniciosa y flagrante violación de los fundamentos republicanos”.
Ante ese asalto cada vez más agresivo, se ha ido fortaleciendo la disposición nacional a exigir cambios y el plebiscito recién aprobado propicia la manifestación y coordinación de voluntades diversas en el propósito común de recuperar el país y hacer eficiente y gobernable su urgente transformación.
En el exterior, vuelven a multiplicarse manifestaciones de alarma, posiciones críticas de parlamentos con exigencias de investigación, conversaciones entre jefes de Estado y cancilleres y, de nuevo, la solicitud de una reunión extraordinaria de la OEA por su secretario general, Luis Almagro que vuelve a proponerla en el marco de la Carta Democrática Interamericana. Amanecerá y veremos, pero es ineludible apelar a la conciencia de quienes se dicen gobernantes democráticos sobre la importancia de que contribuyan a condenar el asalto, sin cortapisas, y actúen para apoyar sin ambigüedad el sentido de la consulta y la creación de condiciones para acordar la urgente reconstrucción de Venezuela.
elsacardozo@gmail.com
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