TRINO MARQUEZ
Si la Mesa de la Unidad
Democrática fue capaz de organizar un evento tan extraordinario en tan pocos días
y con escasos recursos, como la consulta popular del 16 de julio, también está preparada
para conducir la reconstrucción nacional en todos los órdenes. El 16-J ha sido,
desde el Firmazo y el Reafirmazo, a comienzos de la década pasada, la
manifestación de rebeldía y desobediencia civil, nacional e internacional, más
impactante expresada por la sociedad venezolana a lo largo de la historia contemporánea.
Comparable con los actos de Solidaridad
en Polonia, durante el régimen comunista, y con el movimiento de los negros en
defensa de sus derechos civiles en los momentos álgidos del racismo en
Norteamérica. La claridad y determinación de los dirigentes de la MUD, junto a
la mística y disciplina de los voluntarios, permitieron materializar un proyecto
que al comienzo parecía quimérico.
El
plebiscito ha sido leído con perfecta claridad por la comunidad internacional.
La Unión Europea, los Estados Unidos, los gobiernos latinoamericanos y de
diversas regiones del mundo, han entendido que la constituyente madurista es un
fraude inaceptable a la voluntad de la inmensa mayoría de los venezolanos y le
han pedido al gobierno que la retire. Esta glamorosa victoria contrasta con el
sonoro fracaso del simulacro organizado por el gobierno -y su aliado
incondicional, el CNE- para promover la constituyente comunal.
El
domingo 16-J quedó claro que el pueblo no acepta una constituyente que se
convoque a sus espaldas, que desea que la grave crisis nacional se resuelva a
través de elecciones populares, que condena la violencia gubernamental y
propicia una fórmula de entendimiento entre el oficialismo y el gobierno para
hacer posible la resolución pacífica del conflicto. El pueblo, en nombre del
principio de la soberanía popular establecido en la Constitución de 1999, le
ordenó a Maduro acatar la voluntad de la gente y, en consecuencia, suspender el
llamado a la Asamblea Nacional Constituyente. De esa orden debería tomar debida
nota la Fuerza Armada, institución vertical y monolítica, concebida para someterse
a los dictámenes emanados del soberano, en este caso el pueblo.
El
otro mandato que partió de las urnas va dirigido a la MUD: hasta que el pueblo
decida cambiarla, la única Constitución vigente es la del 99. El Estado que
aparece diseñado en sus artículos es el único legítimo. Lo diputados actuales
representan la expresión de la voluntad del pueblo y esa representación no
puede ser conculcada por unos forasteros usurpadores. Todos los funcionarios,
incluidos los militares, están obligados a cumplir la Carta Fundamental.
El
Compromiso de Gobernabilidad propuesto por la MUD se inscribe en ese propósito
de recuperar el hilo constitucional trazado en la Carta del 99. Los temas
tratados son los fundamentales para restablecer los equilibrios institucionales
básicos y crear la confianza indispensable para comenzar a recuperar la nación,
tan maltrecha por los estragos causados por los rojos. Los destinatarios
fundamentales de ese mensaje son los ciudadanos acosados por tantas
incertidumbres frente al futuro, los militares, el chavismo disidente y la
comunidad internacional. En el mensaje
queda claro que la salida de Maduro de Miraflores no será un salto al vacío, ni se correrá el
riesgo de que el país entre en un período de mayor inestabilidad y violencia.
El acuerdo convoca a la nación entera, sin exclusiones odiosas, a enfrentar el
reto de rehacer la nación. Deja sin argumentos a quienes de forma machacosa
insisten en que la gente no apoya a la oposición democrática porque no la ve
como alternativa de poder, ni sabe qué ocurrirá una vez el madurismo sea
desplazado, pues no se ve una proposición concreta y confiable. Bueno, pues
allí está cubierta esa exigencia.
Lo
que falta para darle credibilidad al Compromiso y consolidar la plataforma de
cambio, es cohesionar el mando. La MUD
debe ser el eje del proceso de resistencia, combate y transformación. Tiene que
haber un mando unificado, con planes y acciones que respondan a una línea común
en esta etapa tan dura. Las acciones intempestivas, espontáneas, cuando son
violentas o confrontacionales, causan daño. No es verdad que cada quien debe
protestar como se le ocurra. En sociología y en teoría política rige un
principio esencial: el todo no está en las partes. Los hechos sociales no
surgen de la sumatoria de acciones individuales, sino de la forma específica en
la que esas acciones se combinan. Nada de rendirle culto al espontaneísmo o a
la anarquía. Así como la MUD puede equivocarse y, en consecuencia, habría que
criticarla, la sociedad civil puede hacerlo. Los líderes de la MUD deben
demostrar coraje suficiente para unificar la dirección y cuestionar las
acciones erráticas que conspiren contra el propósito
fundamental: resolver al menor costo posible la enorme crisis nacional.
@trinomarquezc
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