Los siete pecados de la minicrisis financiera
Víctor Salmerón
El desmoronamiento de los ocho enanos bancarios (BaNorte, Canarias, Bolivar, Central, Banpro, Real, Baninvest y Confederado) desnudó a una porción del sistema financiero que vivió a la sombra del Estado, caracterizado por cinco rasgos explosivos. 1) Regulación permisiva. La actuación de la Superintendencia de Bancos es dudosa. Si bien no aprobó el origen de fondos para la compra de los enanos permitió cambios en las juntas directivas. De esta manera Ricardo Fernández y Pedro Torres Ciliberto manejaban las entidades financieras que no habían podido adquirir formalmente. 2) Dinero del Estado. Los depósitos de gobernaciones, ministerios y alcaldías actuaban como combustible para mantener la rueda en movimiento. Esto era del conocimiento del ministro de Finanzas, el directorio del Banco Central y el superintendente de bancos. 3) Problemas de solvencia. En diciembre de 2008, once meses antes de las intervenciones, en cuatro de los ocho bancos, no se cumplía con la regla que obliga a que el dinero de los dueños del banco equivalga al menos a 8% de los activos. 4) Autocartera. Los bancos fueron utilizados como una fuente de financiamiento para otras empresas de los compradores, un mal que se creía superado desde la debacle financiera de 1994. 5) Inmoralidad de la Comisión Nacional de Valores. La situación de los dos últimos presidentes del organismo es patética. Uno esta preso y otro es prófugo de la justicia. 6) Complicidad de casas de bolsa. Un grupo de sociedades de corretaje y casas de bolsa se prestó para participar en las triangulaciones con el dinero de los depositantes. También para simular capital en los bancos intervenidos. 7) Investigación parcial. Hasta ahora la Fiscalía General de la Republica ha obviado la complicidad de funcionarios públicos en la gestación y explosión de la banca paraestatal
El desmoronamiento de los ocho enanos bancarios (BaNorte, Canarias, Bolivar, Central, Banpro, Real, Baninvest y Confederado) desnudó a una porción del sistema financiero que vivió a la sombra del Estado, caracterizado por cinco rasgos explosivos. 1) Regulación permisiva. La actuación de la Superintendencia de Bancos es dudosa. Si bien no aprobó el origen de fondos para la compra de los enanos permitió cambios en las juntas directivas. De esta manera Ricardo Fernández y Pedro Torres Ciliberto manejaban las entidades financieras que no habían podido adquirir formalmente. 2) Dinero del Estado. Los depósitos de gobernaciones, ministerios y alcaldías actuaban como combustible para mantener la rueda en movimiento. Esto era del conocimiento del ministro de Finanzas, el directorio del Banco Central y el superintendente de bancos. 3) Problemas de solvencia. En diciembre de 2008, once meses antes de las intervenciones, en cuatro de los ocho bancos, no se cumplía con la regla que obliga a que el dinero de los dueños del banco equivalga al menos a 8% de los activos. 4) Autocartera. Los bancos fueron utilizados como una fuente de financiamiento para otras empresas de los compradores, un mal que se creía superado desde la debacle financiera de 1994. 5) Inmoralidad de la Comisión Nacional de Valores. La situación de los dos últimos presidentes del organismo es patética. Uno esta preso y otro es prófugo de la justicia. 6) Complicidad de casas de bolsa. Un grupo de sociedades de corretaje y casas de bolsa se prestó para participar en las triangulaciones con el dinero de los depositantes. También para simular capital en los bancos intervenidos. 7) Investigación parcial. Hasta ahora la Fiscalía General de la Republica ha obviado la complicidad de funcionarios públicos en la gestación y explosión de la banca paraestatal
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