Brasil, Estados Unidos y la Organización de los Estados Americanos (OEA) merecen una medalla de oro cada uno por su pésimo manejo de las elecciones presidenciales del domingo en Honduras.
Examinemos cómo los principales actores internacionales se comportaron durante la crisis desatada por el golpe civil del 28 de junio contra el presidente Manuel Zelaya, el primer caso de su tipo en América Latina en casi dos décadas.
• La medalla de oro por hipocresía política debe ser para Brasil. El presidente Luiz Inacio Lula da Silva encabeza el grupo de países que no ha reconocido los resultados de las elecciones en Honduras, ganadas por Porfirio Lobo, un izquierdista convertido en empresario. Lula da Silva dice, correctamente, que reconocer la elección de Lobo sentaría un mal precedente para América Latina porque legitimaría unas elecciones convocadas por un gobierno no democrático.
El problema con ese argumento es que la mayoría de las democracias en América Latina surgieron de elecciones convocadas por gobiernos salidos de golpes de Estado, comenzando por la victoria del presidente chileno Patricio Aylwin, en 1989, en unas elecciones nacionales organizadas por la dictadura del general Augusto Pinochet. Por otra parte, las recientes elecciones hondureñas no fueron un invento del régimen de facto del presidente saliente Roberto Micheletti porque se habían programado antes del golpe.
Pero lo que hace de la posición brasileña una evidente muestra de hipocresía política es que sólo días antes de pedirle al mundo que no reconociera la elección de Lobo en Honduras, Lula da Silva le dio un espléndido recibimiento en la capital brasileña al hombre fuerte de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, ofreciéndole un reconocimiento internacional que mucho necesita.
Además de ignorar las advertencias de Naciones Unidas sobre su programa nuclear y afirmar repetidamente que quiere barrer a Israel de la faz de la tierra, Ahmadinejad acaba de proclamarse el ganador de unas elecciones extremadamente dudosas y cuestionadas. Peor todavía, el régimen de Ahmadinejad ha condenado a muerte a ocho opositores, algo que al saliente gobierno de facto de Honduras ni siquiera se le ocurrió.
Además, ¿cómo puede Lula da Silva llamar a mantener sanciones internacionales contra Honduras mientras, al mismo tiempo, exhorta al mundo a levantar las sanciones que quedan contra Cuba?
Aparentemente, Brasil quiere mantener la suspensión de Honduras en la OEA, aunque recientemente encabezó la votación que levantó la suspensión de Cuba en el mismo organismo, que duró casi cinco décadas.
Es una posición curiosa, considerando que el gobierno cubano no ha permitido elecciones libres ni partidos de oposición en 50 años, algo que ciertamente no puede decirse del gobierno de facto de Honduras.
Es cierto que Brasil puede verse obligado a tomar una defensa más activa de la posición de Zelaya porque el depuesto presidente está en la embajada de Brasil en Tegucigalpa. Pero la posición de Brasil en la crisis de Honduras ha sido un chiste.
• La medalla de oro por indecisión debe ser para Estados Unidos.
Inicialmente, el gobierno del presidente Barack Obama se unió a Brasil y otros países latinoamericanos en la denuncia del golpe y la eliminación de la asistencia antinarcóticos y para el desarrollo al gobierno de Micheletti. Luego el Departamento de Estado dijo que reconocería los resultados de las elecciones del domingo, alegando que ayudaría a restablecer una democracia plena en el país.
Sin embargo, más recientemente se retractó parcialmente, sugiriendo que Honduras tenía que formar un gobierno de unidad nacional antes de la transferencia de poder para que Washington le levantara las sanciones. Si usted está confundido, no se preocupe, yo también lo estoy.Es cierto que la crisis de Honduras se desarrolló mientras el cargo de jefe de asuntos latinoamericanos en el Departamento de Estado estaba vacante porque los republicanos habían demorado la nominación de Arturo Valenzuela hasta su confirmación el mes pasado. Con todo, la posición de Estados Unidos ha sido, por lo menos, confusa.
• La Organización de los Estados Americanos merece una medalla de oro por parcialidad. En vez de condenar el golpe y simultáneamente hacer alguna crítica a Zelaya por haber desobedecido los fallos del Tribunal Supremo de su país en los primeros días de la crisis, la OEA sólo hizo campaña a favor de Zelaya. Esto le dificultó al grupo de 34 países intervenir como intermediario imparcial en la crisis.
¿Qué debieron haber hecho los actores internacionales? En contra de lo que dicen los derechistas del Congreso, deben imponerse sanciones a Honduras por lo que indiscutiblemente fue una ruptura del estado de Derecho. Ningún golpe debe quedar sin sanciones.
Pero debe haber una distinción entre sanciones políticas y sanciones económicas. Es injusto hacer responsable al presidente electo de Honduras por un golpe en el que no tuvo participación. Además, no tiene sentido exhortar a imponer sanciones económicas contra Honduras mientras se pide que se levanten las medidas contra Cuba.
¿No a Honduras, sí a Cuba?
Andrés Oppenheimer
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