Venezuela no sabía en qué lío se metía cuando en 1998 eligió como presidente de la República a Hugo Chávez.
Nuestra cultura democrática, que ya contaba con 40 años para ese momento, nos hablaba de cómo los partidos políticos, según quien ganara las elecciones, se iban turnando en el ejercicio del gobierno. El pueblo decidía que, si quien gobernaba no lo estaba haciendo bien, se cambiaba.
Alternancia democrática, lo llaman. Está en nuestra Constitución.
En varios de los casos, el cambio de Gobierno recayó en un partido distinto. En el resto, le tocó al mismo partido pero en una facción o tendencia distinta a la del gobernante de turno.
Nunca pensamos lo que costaría desplazar del poder a los delincuentes que se apoderaron de Venezuela hace 17 años.
Con artimañas, argucias, trampas, fraudes e innumerables maquinaciones judiciales, han logrado sostenerse en contra de una evidente mayoría del pueblo.
Ya es hora de que se vayan. La Venezuela de hoy está en un estado infinitamente peor que el que, por ignorancia de una mayoría, se le entregó a los ineptos que hoy todavía mandan.
Y ni hablar de la Venezuela de Febrero del 89, hace exactamente 27 años, en la cual se desataron aquellos terribles sucesos. En buena medida esas acciones fueron iniciadas y provocadas por, justamente, muchos de los que hoy detentan el poder.
La catástrofe de hoy es espantosamente superior a la situación de aquél entonces.
Ya no hay espacio para seguir pidiendo rectificaciones. Estos personajes nunca rectificarán. No tienen ni la gente, ni las ideas, ni el sentido común, ni el interés, y menos aun, el amor por Venezuela.
Lo último que se les ocurre son soluciones insólitas y extravagantes dignas de manicomio, como las de que cada quien tenga 3 gallinas en su casa en un espacio de 1 metro por 60 cms. para que produzcan huevos y se usen los desechos en las plantas, o de convertir los tanques de agua y las peceras en criaderos de cachamas...
Están locos de atar.
No sería de extrañar que, en los juicios que les caerán por corrupción y violación de DDHH, aleguen insanidad mental, y que cualquier juez, inobjetablemente y en buena ley, se las otorgue...
Lo que sí se ha comprobado claramente es que lo de ellos es un proyecto totalitario de poder. El dominio eterno y perpetuo de una sociedad por parte de un grupete de 500 personas que se ha enriquecido y que pretende vivir a sus anchas a costa de 30 millones de personas.
La única solución es que salgan del poder lo antes posible. Antes que los daños sigan creciendo al ritmo geométrico que lo hacen.
Varias son las salidas constitucionales. Todas ellas enfrentan obstáculos y conllevan tiempo. Pero... ¿hay tiempo? El país no puede seguir esperando.
Lo menos traumático para Venezuela es que Maduro renuncie, que se le den interna y externamente todas las facilidades para que se vaya a asilar donde prefiera, y se allane el camino para nuevas elecciones.
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