EMILIO NOUEL V.
La historia de los regímenes políticos y sus ejecutorias prácticas nos ilustra acerca de los tipos de gobierno que los humanos hemos disfrutado o padecido.
Unos son buenos, otros no tanto, algunos regulares, pero también hay los detestables.
En estos últimos, sus ejecutantes logran concentrar el mayor número de iniquidades, tropelías y estropicios sociales. De estos no son pocos los que enarbolan convenientemente un discurso reivindicador de los más, de los menesterosos, como engañifa para llegar al poder.
Sin embargo, se convierten, no solo por su ideología, en gobiernos aborrecibles. Literalmente, en enemigos del género humano, aunque hablen en nombre de altos ideales.
El que padecemos los venezolanos en la actualidad, es uno de esta calaña infame. Es de los peores que pueden haberse conocido por su naturaleza destructora.
Las pruebas sobran, y su notoriedad nadie imparcial y objetivo las puede refutar.
La farsa del gobierno militar-cívico de Venezuela se patentiza a diario. Sus mentiras nadie las cree ya, ni sus acólitos. Su fementida adhesión a la democracia ha sido desnudada. Hasta los organismos internacionales a los que entregaban cifras maquilladas, al fin se han percatado del timo. Éstos no confían más en tales triquiñuelas. Una opinión es unánime, dentro y fuera del país: el gobierno es embustero y estafador.
Por otro lado, aunque no todos pueden ser metidos en el mismo saco y con igual responsabilidad, nunca antes en la historia de nuestro país se había llegado a los extremos de corrupción política y administrativa como en los últimos 18 años. Nunca en el pasado, altos funcionarios de gobierno fueron acusados de pertenecer a mafias del narcotráfico y otros delitos. El asco se ha instalado en la Venezuela decente ante tanta degradación moral y política.
Y como colofón de todo este oprobio, somos víctimas también de unos gobernantes tiranos, salvajes, que no respetan libertades ni Ley. Su principio de gobierno es la arbitrariedad, su modus operandi, el atropello; su fuerza, la bruta, más allá de las supuestas ideologías que los inspiran, señuelos para engañar incautos. Un gobierno militar y militarista se está mostrando en toda su desvergüenza llevándose por delante el principio del debido proceso al someter a civiles que protestan de manera pacífica, a la justicia militar, infringiendo así, sin pudor alguno, la Constitución.
Su apetito desmedido por el poder y el dinero, los presenta ante el mundo como lo que realmente son: forajidos de la política. El respeto al Estado de derecho o a los derechos humanos no está en sus planes. Su respuesta a las demandas de democracia y libertad es el encarcelamiento y el asesinato de jóvenes.
Sean militares o no, carecen de rectos principios morales, no tienen palabra, ni honor, ni vergüenza. Poco les importa como queden frente a la historia, su familia o ante el país.
Afortunadamente, la mayoría aplastante de los ciudadanos decentes, y muchos militares también, no soportan tanta inmundicia y pillaje de los dineros públicos, tal estado de arbitrariedad y violación a los derechos humanos, tanto descrédito internacional.
La reconstrucción político-institucional y moral de la nación, cuyo inicio cada día se acerca más, precisará de todos los venezolanos de bien, que hoy repudian resueltamente a unos gobernantes farsantes, delincuentes y tiranos, la combinación política más tóxica que puede haber. A ellos les llegó la hora de la partida y de la Justicia.
Emilio Nouel V.
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