BULLA Y CABUYA
FERNANDO RODRIGUEZ
EL NACIONAL
La verdad es que el debut del diálogo MUD-gobierno dio para todo. Una explosión imprevista porque me da la impresión de que la gran mayoría no estaba muy alerta y los avezados esperaban un capítulo inicial más bien desleído, con poca sustancia, a lo mejor un ganatiempo para Maduro. Supongo que a estas alturas los ánimos deben estar más serenos, los fuegos artificiales ya más esporádicos y habrá bastante resaca en algunos espíritus por los excesos cometidos. Además, ya estamos entrando en nuevas e inmediatas broncas.
Buena parte de los enredos fueron lingüísticos y comunicacionales. Unos dieron lugar a contradictorias interpretaciones, como las “agresiones” contra la economía en que unos creyeron ver el fantasma de la “guerra económica”, y Chúo Torrealba, por el contrario, interpreta como un garrotazo al gobierno que es el único saboteador real de esta. Ocariz, uno de los más admirables políticos actuales, pidió excusas por permitir lo de “personas detenidas” en vez de presos políticos. Otras cosas quedan en la penumbra, como ese canto a la paz y la fraternidad, leído a dos voces, de enemigos a muerte de veinte años, transfigurados de la noche a la mañana; a lo que habría que sumar delicadas expresiones de otros papeles. Unos dicen que son vainas de los curas, otros hablan del perverso de Samper. Vaya usted a saber. Un estilo neutro, parco y sin equívocos piensa uno que es el más adecuado para estos menesteres.
En todo caso habría que pasar la página sobre “narrativas” y zancadillas semánticas, pero, eso sí, recomendándole a la MUD no repetir los desvaríos: recibir un curso de vocería, no olvidar con qué tipejos se negocia, comprarse un buen diccionario de sinónimos para redactar resoluciones, tomar Lexotanil y afines en las horas difíciles y, sobre todo, hablarle claro y a tiempo al país y, de paso, al mundo que tiene la oreja parada. Sobre esto último se ha reincidido cada vez que el diálogo asoma el hocico. Cierro mandándoles un saludo a los aguerridos fanáticos anti-MUD, los managers de tribuna que llama Paulina Gamus, que la habrán pasado bien estos días.
En cuanto a los contenidos transados, yo diría que la cosa no estuvo mal. Que yo sepa nadie esperaba que en esta primera sentada se fijara la hora final de Nicolás, el cronograma de su desaparición. Aunque esta sea el gran desiderátum de todo esto y lo que le está inseparablemente unido, que es la sustitución del modelo económico, el cáncer con metástasis que está matando venezolanos diariamente. Ambas cosas parecen estar indefectiblemente unidas. No habrá prosperidad con estos zopencos, tampoco democracia decente y clara con su vocación por la trampa, la mentira y la genuflexión ante las charreteras y la violencia delictiva. Al menos estos sofocos han clarificado esas metas inaplazables. Es la cabuya. No voy a entrar en el análisis de esos logros obtenidos, por repetidos estos días, y porque prefiero no hacerlo hasta que no los vea en vías de realización, por aquello de la culebra y sus antecedentes.
Pero sí quisiese señalar dos cosas que no he visto muy enfatizadas en tanta bulla. La primera es que me parece que el gobierno revolucionario ha perdido suficiencia y soberbia, se ha disminuido concediendo y conciliando, cosa que nunca había hecho en esa dosis, porque las revoluciones son como la teología siempre superiores a la razón. Por supuesto que esto ya había sucedido con la explosión de la crisis y con el 6 de diciembre, pero el gobierno no lo había verbalizado, seguía proclamándose dueño del pueblo y el futuro o amenazando e injuriando al estilo Cabello. De suyo un diálogo con injerencistas sanadores es ya una vergüenza para cualquier gobierno. Que pase lo empequeñece, y eso va a importar. Por otra parte, es cierto que el diálogo tiende a desviar el ímpetu liberador de las mayorías aplastadas que, al menos muchos y salvo otras novedades muy posibles, tienden a depositar en la mesa del diálogo y sus actores buena parte de sus energías. Calle y mesa no son necesariamente complementarias, hay que luchar porque lo sean. Estas dos características son esenciales para dibujar un nuevo escenario político donde debemos caminar con pasos cautos.
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