EL PODER DE LA GENTE
BENIGNO ALARCÓN
POLITIKA UCAB
Durante las últimas semanas hemos sido testigos de una serie de eventos que han venido dando al traste con las esperanzas que una parte importante del país había puesto sobre el referéndum revocatorio.
El referéndum revocatorio luce hoy muy poco probable, así como también la posibilidad de que en la mesa de diálogo se produzca algún acuerdo sustancial que nos lleve hacia una transición democrática. Nada de lo que hasta ahora hemos visto en los comunicados conjuntos de la mesa de diálogo, que son los únicos que ambas partes aceptan como válidos, apunta hacia la materialización de un cambio político. Como decíamos recientemente, los milagros son excepcionales, y últimamente, como sucede con casi todo, andamos también escasos de ellos.
La buena noticia, y no es simplemente un premio de consolación, es que la transición no depende de la realización de un referéndum revocatorio. Si así fuese muchas de las transiciones que conocemos en el mundo jamás se habrían producido, y los gobiernos rechazados por la gente la tendrían muy fácil para seguir gobernando si los referendos no existiesen en su legislación o simplemente eliminándolos de ella. Asimismo, tampoco es cierto que una transición dependa de que el Tribunal Supremo de Justicia permita a la Asamblea hacer su trabajo. En la mayor parte de las transiciones exitosas la oposición logro tener éxito sin tener el control de ninguna institución del Estado y sin cambiar ninguna regla constitucional. La mayoría de las transiciones que han tenido éxito lo han logrado gracias a un solo recurso, que es el único y el más importante: El Poder de la gente.
Samuel Huntington, en su libro La Tercera Ola[1], ya advertía que los procesos de transición iniciados a partir de la Revolución de los Claveles (Portugal, 1974) tenían como característica distintiva su socialización. La mayoría de ellos no han sido el resultado de negociaciones entre élites, sino de procesos sociales que desafiaron la gobernabilidad del régimen y les obligaron a negociar su salida o terminaron por expulsarlo del poder.
Es evidente que el régimen venezolano está consciente de la amenaza que implica para su subsistencia el tener a la mayoría del país opuesta a su continuidad, y por ello trata, a como dé lugar, de evitar cualquier evento que implique su activación y movilización. Es por ello que se buscó no solo postergar progresivamente el referéndum revocatorio, sino evitar la misma recolección de firmas. Y es por ello que ahora el Tribunal Supremo de Justicia limita el derecho a la protesta al mismo tiempo que justifica, por sentencia, el uso de fuerza letal para reprimirlas. En otras palabras, y parafraseando lo absurdo, se reconoce el derecho a protestar pero se prohíbe su convocatoria y se autoriza el uso de la fuerza para reprimirla.
Pero por absurdo que esta situación pudiera resultar, nada de esto es nuevo. Todos los regímenes autoritarios del mundo, ante las presiones por un cambio político, han respondido postergando o haciendo fraude en elecciones, inhabilitando partidos, apresando a sus líderes, e ilegalizando y reprimiendo las protestas, y aun así los movimientos democráticos han logrado el triunfo en ocasiones en las que todo parecía perdido.
La transición democrática en Venezuela no depende de la celebración o no de un referéndum revocatorio, que habría sido un camino ideal para resolver este conflicto por la vía electoral, depende de que la oposición sea capaz de liderar a la mayoría que hoy clama por un cambio para conducirla hacia el ejercicio efectivo de su voluntad.
La transición ocurrirá cuando seamos capaces de canalizar y no de castrar el poder de la gente.
Benigno Alarcón Deza
Director
Centro de Estudios Políticos
Universidad Católica Andrés Bello
[1] Huntington, Samuel (1994). La Tercera Ola. La democratización a finales del siglo XX. Editorial Paidós.
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