QUIENES SON LOS QUE EN VERDAD ESTAN DANDO OXÍGENO A MADURO
JESUS 'CHUO' TORREALBA
TAL CUAL
¿Qué está pasando en este país? ¿Acaso el viernes 26 de octubre no estábamos con un mar de gente en la autopista, y en la tarima unos líderes no estaban diciendo que el siguiente jueves 3 de noviembre íbamos a Miraflores “porque este país no aguanta más” y porque “la gente quiere algo contundente”? Entonces ¿qué hacemos ahora, sentados en una mesa de diálogo con Tareck El Aissami, Elias Jaua y Jorge Rodríguez? ¿Es que “le perdonamos la vida a una dictadura que estaba en el suelo”? ¿Le pusimos una “bombona de oxígeno” a Maduro al acudir al diálogo?
Hay muchos, muchísimos, que se hacen estas preguntas con sincera ansiedad, con legítima angustia, con auténtico sentido de urgencia venezolana, alejados de cualquier cálculo partidista o del histrionismo de ciertos “liderazgos”.
También, ciertamente, hay quienes hacen preguntas como estas con evidente intención manipuladora (son los que, aún en medio de esta terrible crisis nacional, están más interesados en disputar el liderazgo opositor que en sacar a Maduro del poder). Pero lo cierto es que esas preguntas están ahí, en la realidad, porque también en la realidad están las contradicciones que generan esas interrogantes. Y lo serio, lo responsable, es responderlas, no evadirlas.
Entonces, veamos: ¿Es verdad que hace apenas tres semanas “íbamos en ruta ascendente” y que “la transición estaba cerca”? ¿Es cierto que la Asamblea Nacional “estaba a la ofensiva” y que estábamos a punto de destituir a Maduro en un “juicio político” y convocar por nuestra cuenta a nuevas elecciones?
¿Tiene asidero en la realidad eso de que la comunidad internacional entera “reconoció como golpe de estado” la decisión del régimen de secuestrar judicialmente el RR el pasado 20 de octubre, y que el diálogo con el Vaticano hizo que esa solidaridad internacional se enfriara o se perdiera?
La verdad verdadera, punto por punto, es que NO es así: muchos países y diversos organismos internacionales expresaron su “preocupación” por el secuestro judicial del Referendo Revocatorio, pero ninguno acusó al gobierno de haber perpetrado un “golpe de estado”, aunque lo fue, y todos (desde la OEA hasta el Parlamento Europeo, desde el Departamento de Estado Norteamericano hasta las cancillerías de Brasil, Argentina, México, Colombia, Perú, Uruguay, Paraguay y Canadá, entre otras) manifestaron su respaldo al diálogo convocado por el Vaticano como mecanismo para destrabar el conflicto venezolano y construir una solución pacífica, constitucional y electoral.
La verdad verdadera es que en la Constitución Nacional NO EXISTE la figura del “juicio político” o “impeachment”, como el que sacó del poder a Richard Nixon en Estados Unidos o a Dilma Rousseff en Brasil, sino la posibilidad de investigar, debatir y determinar en el parlamento la RESPONSABILIDAD POLÍTICA del Presidente en la crisis, tras lo cual tocaría actuar… a los órganos del llamado “Poder Moral”.
La verdad verdadera es que hace tres semanas no íbamos “en ruta ascendente” ni estábamos “más cerca de la transición”. Hace tres semanas el pueblo venezolano lo que estaba era justamente indignado, furioso, porque el régimen de manera irresponsable había bloqueado la salida electoral, y en vez de encontrarse con un liderazgo que claramente le dijera que lo que viene es una lucha que será muy dura y que puede no ser breve, se encontró con una no consensuada convocatoria para marchar “a Miraflores”, que se cayó no por la solicitud del Vaticano para suspenderla, sino por la irracionalidad misma de convocarla.
Y aquí llegamos al punto: En la historia reciente venezolana una marcha a Miraflores no es una protesta más, sino un evento que podría desencadenar otros que, a su vez, pueden generar hasta un cambio de gobierno. Un sector del país (no los “radicales” de siempre, no los “guerreros del teclado”, sino muchos venezolanos verdaderamente urgidos por lo desesperante de la crisis) tiene derecho hoy a preguntarse: “Si hace 15 días supuestamente podíamos sacar del poder a estos tipos con una marcha, ¿por qué ahora tenemos que dialogar con ellos?”. Por respeto a esos venezolanos hay que hablar con claridad y responsabilidad, y decir lo siguiente:
El gobierno de Maduro está aislado, debilitado, es claramente minoritario en el país y esta intensamente desprestigiado en el campo internacional… ¡Pero no está caído! El régimen tiene aún todos los recursos de la violencia legal e ilegal, tiene el control absoluto de todas las instituciones salvo la Asamblea Nacional; tiene el control de todas las palancas de la economía y, aún siendo minoritario, tiene todavía el respaldo de casi 20% de la población.
Para tener una idea de lo que significa un apoyo de ese tamaño quizá baste recordar que en su segundo periodo el presidente Rafael Caldera ejerció buena parte de su mandato con un respaldo que, según las encuestas de la época, osciló entre 7% y 9%.
Derrotar a un gobierno en esas condiciones además de posible es necesario, pero su salida no será consecuencia de un “evento traumático” determinado sólo por el voluntarismo o la testosterona. Ya el campo democrático le quitó la mayoría al régimen, lo que lo obligó a violar la Constitución para secuestrar el RR y a sentarse luego con quien no quería, con la Unidad Democrática y con el Vaticano, para negociar una solución al callejón sin salida en que ellos mismos se metieron.
Todo eso se ha logrado hasta ahora gracias a dos cosas: Una estrategia clara y una unidad consistente. Abandonar la estrategia hasta ahora victoriosa (constitucional, pacífica, electoral y democrática) y dividir o debilitar la Unidad que hasta ahora nos ha permitido avanzar, sería un error trágico e imperdonable.
Hay que mantener la estrategia, porque es victoriosa, pero hay que variar la táctica, porque las condiciones en que se da la lucha también cambiaron. Ya no hay un horizonte electoral inmediato. La lucha hoy es por recuperar el derecho al voto para poder lograr el cambio urgente en paz.
En consecuencia, ahora la táctica pasa entonces por combinar acertadamente la presión de calle, el combate político en la Asamblea Nacional, la negociación asertiva y dura en la Mesa de Diálogo y el activismo intenso en el ámbito internacional.
Estemos claros, entonces. Aquí no se “enfrió la calle”. Se desconvocó una marcha y el error, como dijo el Padre Luis Ugalde, sólo estuvo en convocarla; Aquí no “se entregó el juicio político” porque no se puede entregar lo que no existe. Aquí no “se entregó el RR” porque quien lo secuestró fue el gobierno y todo lo que se está haciendo es precisamente para recuperar el voto y conquistar la solución electoral.
Aquí lo que viene no es histeria, desmoralización y desmovilización, sino razón, pasión y lucha. Lucha que va a durar lo que tenga que durar: Hay que superar el infantilismo demagógico de estarle diciendo al país que “el próximo jueves, el martes siguiente, la quincena entrante” tendrá lugar la famosa “batalla final”.
Esos ultimátums hasta ahora no han servido para impactar al gobierno sino para afectar a la oposición, ilusionándola primero y frustrándola después. Repetimos: Esta lucha va a durar lo que tenga que durar. Pero durará menos si en esta nueva y terminal fase de la crisis política nos mantenemos unidos y coherentes, es decir, si lo que hacemos en un escenario (por ejemplo: la calle) fortalece y respalda lo que hacemos en otro (por ejemplo: el diálogo) y viceversa.
Pero si, como en días recientes, lo que unos hacen en las redes insulta y descalifica lo que otros hacen en la Mesa; si en vez de hacerle presión al gobierno se le hace presión a la MUD; si en vez de tener un liderazgo avanzando cohesionado quitándole terreno al gobierno, tenemos a individuos y partidos contradiciéndose (“me siento, me paro, sigo, me voy, llamo a Miraflores, desconvoco a Miraflores”, etc.) por estar más interesados en preservar el interés electoral de sus parcelas que en el avance de la estrategia de todos; si eso sigue ocurriendo, ya usted sabrá quiénes de verdad le están poniendo una bombona de oxígeno a la dictadura.
Y el pueblo democrático encontrará la manera de seguir luchando y salir de esta catástrofe con claridad y sin demagogia; con unidad y sin protagonismos, con un proyecto de país y no con las costosas ocurrencias de los “iluminados” e “iluminadas” de siempre. ¡Palante!
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