miércoles, 9 de septiembre de 2015

EL REVES DE BOGOTÁ EN WASHINGTON

ADOLFO TAYLHARDAT

Una de los recursos más odiosos que empleaba el imperialismo norteamericano durante su época altanera y ostentosa era la torcedura de brazos, es decir, las presiones sobre los gobiernos para que votaran en la forma que le convenía. Yo fui víctima en dos ocasiones de intentos de esa naturaleza. En una el gobierno venezolano resistió a las presiones y mantuvo su voto. En otra el gobierno cedió y me vi obligado a renunciar a mi condición de jefe de la delegación en la conferencia en la cual se produjo el cambio de voto porque no estuve de acuerdo con esa decisión.
Pero no era solo el imperio, también el régimen soviético manejaba a su antojo a los países que habían quedado atrapados tras la cortina de hierro.
Esa práctica resulta todavía más execrable cuando es empleada por un gobierno que se autocalifica de socialista y antimperialista pero que en definitiva es más imperialista y colonialista que sus predecesores. Mantener como rehenes con un bozal de petrodólares a un grupo de gobiernos es, a todas luces, una infamia.
Hemos visto cómo en la OEA el régimen chavista, valiéndose de su manirrotismo y supuesta solidaridad socialista, ha logrado alinear a un grupo de gobiernos de forma tal que se comportan como fieles cachorros falderos a la hora de emitir un voto en una instancia internacional y más concretamente en el Consejo Permanente de ese organismo. Da vergüenza, pena ajena, constatar que países respetables se conviertan en rehenes por la conducta vergonzosamente borrega de sus dirigentes. Esto resulta todavía más abominable cuando se trata de un voto crucial en una decisión de la cual dependían la ecuanimidad o la iniquidad.
Por un voto el Consejo Permanente de la OEA desestimó la solicitud de Colombia de que se convocara una reunión de consulta de ministros de Relaciones Exteriores para considerar la crisis planteada por el cierre de la frontera común. Se necesitaban 18 votos para reunir la mayoría requerida, pero solamente 17 países la votaron a favor. Ostensiblemente fue Panamá el país que cambio el voto. La presión (o amenaza) en relación con el pago de acreencias pendientes –una vulgar torcedura de brazo– hizo que por un voto fracasara la moción que perseguía la justicia. Al parecer, una llamada telefónica desde el extremo opuesto del mundo bastó, como en el pasado imperial, para que un gobierno cambiara su voto.
La mayoría de la prensa escrita colombiana ha calificado este revés como una derrota. En mi opinión no hubo tal derrota. Quizás hubo algo de precipitación por parte del gobierno colombiano resultado de la magnitud y gravedad de la crisis surgida en la frontera y la tragedia humana subsiguiente. Pienso que con un poquito de paciencia Colombia habría podido amarrar la mayoría requerida. En el resultado de la votación se aprecian importantes deserciones de incondicionales del frente chavista. Específicamente Guyana, Jamaica, Santa Lucía. Bahamas y Barbados, países de Caricom, apoyaron a Colombia. Además en las abstenciones se aprecia que prácticamente todo el resto de Caricom prefirió desligarse de la movida chavista. Granada, San Cristóbal y Nieves, San Vicente, Trinidad y Tobago, Antigua y Barbuda, Belice se abstuvieron desligándose del frente chavista que en el pasado había funcionado como una aplanadora, inmovilizando al Consejo frente a situaciones similarmente delicadas.
El ilegítimo, quien hasta hace apenas unos días presagiaba la muerte de la OEA por inservible, por estar supuestamente controlada por una burocracia imperial y por estar dedicada, según él, a “organizar conspiraciones”, ahora debe estar bailando en un solo pie porque valiéndose una vez más de una sucia jugada logró paralizar al Consejo Permanente.
Lo ocurrido en Washington ha servido para que Colombia experimente la misma sensación de soledad e indiferencia que sentimos los venezolanos como consecuencia de la indiferencia de los gobiernos de “países hermanos”. “Me siento sola. Acá se violan los derechos humanos y nada pasa. Si no se convocó la reunión de cancilleres es que piensan que el problema no es tan grave. Pero si esta región no se da cuenta de lo que está pasando, entonces sí es más complejo”. Esto lo dijo la canciller Holguín en una entrevista a Radio Caracol.
No es que nos reconforte el padecimiento ajeno. Pero los venezolanos llevamos más de 16 años constatando la indiferencia, la apatía, la incuria de los países de nuestra región (con contadas honrosas excepciones) ante los abusos, atropellos, desmanes, violaciones y toda clase de delitos que comete a diario el chavomadurismo contra los venezolanos indefensos y desprovistos de los más elementales recursos de defensa frente a las tropelías del régimen.  Más de 16 años de hipocresía de gobiernos que se proclaman democráticos.
En resumen, no hubo fracaso ni derrota en Washington, sino predominio de la inmoralidad característica de las tiranías. Fue una victoria pírrica que ha puesto en evidencia el debilitamiento de la lealtad comprada con petrodólares.
 
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