A la espera de un milagro
Si bien creo en los milagros, porque he vivido alguno, que de no serlo se le parecía mucho, también creo que los milagros lo son por ser excepcionales y porque su probabilidad es cero, o casi cero.
Es así como una parte de la oposición, tal como sucede en los momentos más difíciles de la vida, se aferra a la esperanza de que El Vaticano, por representar a quien representa, produzca “el milagro” de una transición democrática.
Si bien la asistencia a la convocatoria hecha por los representantes de estas instancias era ineludible, en la medida que la invitación al Vaticano había sido una exigencia de la MUD para sentarse en la mesa con el gobierno, el manejo comunicacional de dicho encuentro, que debería servir para generar confianza, fue utilizado por el gobierno para dar una demostración de poder y exacerbar la desconfianza y las divisiones entre quienes se oponen a la continuidad del gobierno de Maduro.
La bien calculada puesta en escena, con Maduro en el centro de la mesa y su intervención, sin derecho a réplica por parte de la MUD, las escenas posteriores de abrazos forzados y camaraderías hipócritas entre las partes, así como la ubicación de la oposición sentada al lado de UNASUR y El Vaticano al lado del gobierno, dejaron en evidencia la falta de experiencia y experticia de los representantes de la MUD que les colocó en una posición de debilidad que solo contribuye a reforzar la desconfianza de la mayoría de la gente hacia este diálogo.
Asimismo, el diálogo, tal como seguramente calculaba el gobierno, ha supuesto la exacerbación de tensiones más que evidentes, aunque siempre negadas, en el seno de la coalición opositora, lo que tampoco contribuye a fortalecer la confianza y contribuye a alimentar su crisis más importante desde La Salida en 2014. En el seno del gobierno también existen fisuras, aunque menos visibles, que se intensificaran a partir del próximo año cuando la salida de Maduro no signifique la salida de todos. En cualquier caso, los problemas del lado de la oposición no contribuyen a mejorar la situación del oficialismo ante la opinión pública, que continúa siendo negativa.
La MUD nos habla de cuatro objetivos (respeto al derecho al voto, libertad para los presos políticos y retorno de los exiliados, atención a las víctimas de la crisis humanitaria, y respeto a la autonomía de los poderes) en esta negociación, mal llamada diálogo, por las aprehensiones sobre lo que se negocia, que se exacerban aun más al no conocerse los objetivos del gobierno, aunque los intuimos: Evitar el referéndum revocatorio y la protesta.
Si partimos de los objetivos evidentes del gobierno, evitar el referéndum y la protesta, la respuesta sobre quien gana y quien pierde en el diálogo es todavía prematura, considerando que la negociación apenas comienza, pero es evidente que, al menos por ahora, el gobierno ha logrado ambos objetivos. Asimismo, pretender que ideas como el adelanto de elecciones o un gobierno de unidad se consideren como logros porque han sido puestos sobre la mesa es, por decir lo menos, ingenuo. Usted puede poner sobre la mesa lo que quiera, lo importante es lo que sale de ella como acuerdo. En este sentido, resulta difícil imaginar que el gobierno acepte un adelanto de elecciones cuando ha hecho todo lo que ha hecho para evitar que se materialice la consecuencia de un revocatorio, o sea un adelanto de la elección presidencial. Asimismo, resultaría difícil imaginar que la gente compre como un éxito un adelanto de elecciones que implique las de gobernadores y alcaldes en 2017 y la presidencial en 2018, así como resultaría difícil vender como un logro la posibilidad de co-gobernar con aquellos a quienes el 80% de los electores quiere revocar. Seamos serios, por favor…
La probabilidad de que la oposición pueda sacar alguna ganancia real de esta negociación dependerá, básicamente, de que sea capaz de empeorar las alternativas del gobierno en caso de no llegar a un acuerdo. La movilización masiva y pacífica (porque no es posible una movilización masiva que no lo sea) es la única herramienta de poder real que tiene la oposición para elevar los costos de reprimir y obligar al gobierno a cambiar su conducta, y para persuadirlo de que no es posible mantener el poder contra la voluntad de la mayoría. Suspender la movilización abona al éxito del gobierno mientras debilita la posición de la MUD en la mesa de diálogo. El poder de la MUD en la mesa de negociación será proporcional a la capacidad para ejercer su mejor y, quizás única, alternativa, o sea movilizar.
Es importante señalar que, según algunas encuestas, la disposición a protestar está en lo que podría ser su máximo histórico. Aproximadamente 56% de la población dice estar dispuesta a protestar, de los cuales la mitad le daría una oportunidad al diálogo antes de protestar, mientras que la otra mitad protestaría con o sin dialogo. Esta disposición, como cualquier músculo, se fortalecerá o se atrofiará dependiendo de que se le ejercite, inteligentemente, para no lesionarlo y perderlo.
Benigno Alarcón Deza
Director
Centro de Estudios Políticos
Universidad Católica Andrés Bello
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