EL NACIONAL EDITORIAL
Algún día iba a suceder porque Delcy cuando no la hace a la entrada, pues la hace a la salida. Desde hace tiempo se esperaba este momento cumbre, este resbalón en escena, este show ridículo y estúpido protagonizado a escala continental por la mini canciller venezolana. Y para desgracia de Nicolás Maduro, de su partido el PSUV y del socialismo del siglo XXI y sus socios del ALBA, de sus compinches Cristina Kirchner y Evo Morales, ocurrió nada menos que en Buenos Aires, una capital cosmopolita que jamás escapa a los ojos del mundo.
Hasta allí viajó Delcy para armar un berrinche de padre y señor mío a las puertas de la Cancillería argentina, donde ocurría una reunión internacional dedicada al Mercosur, a la cual no había sido invitada por razones suficientemente explicadas por voceros autorizados en el transcurso de la semana pasada. Venezuela, y bien lo dijeron los cancilleres de los países que integran este organismo de integración subregional, no cumplió con los requisitos exigidos para validar su membrecía.
Incluso se llegó a la tolerancia extrema de asignarle un tiempo extra para que cumpliera con las cláusulas tanto tiempo postergadas, advirtiendo al mismo tiempo al gobierno de Nicolás Maduro que luego de expirado ese plazo Venezuela quedaba suspendida como miembro del Mercosur. Todo esto ocurrió dentro del modelo usualmente tranquilo de la diplomacia, evitando los choques frontales absolutamente innecesarios si se quieren llevar las cosas por el buen camino.
Pero no contaban con Delcy, la insultadora, la falta de respeto, la buscapleitos por quítame aquí estas pajas. En vez de pensar que un problema de tanta envergadura exigía una cierta cordura (que al parecer nunca ha tenido) y el empleo de las mejores y más adecuadas formas de la diplomacia, pues nada de eso. La canciller venezolana estalló como el volcán de Krakatoa, al este de Java, y lanzó insultos, en vez de fuego y lava, contra el presidente argentino Mauricio Macri, y los mandatarios de Brasil y Paraguay. En un primer momento se salvó el mandatario y el canciller de Uruguay, pero luego no hubo límite alguno.
La “señora” Delcy (es simplemente un decir) no le pareció nada más adecuado que calificar a tan altas figuras de los cuatro países fundadores del Mercosur de ser “integrantes de la Legión Cóndor”, una alianza de militares y dictadores de los países del sur que mantenían una cruel y abominable afición en común: perseguir, encarcelar, torturar y desaparecer a quienes combatían sus nefastas dictaduras.
Si la canciller Delcy esperaba ser readmitida en el Mercosur lanzando esos bastardos insultos para abrirse paso, si creía que estaba en el jardín de su casa o bailando salsa con Maduro y podía lanzar al aire expresiones tan groseras, pues se equivocó de plano. Lo único que ha logrado es que se confirme su inestabilidad mental y su comportamiento vulgar poco acorde en el ámbito diplomático.
Lo venezolanos estamos profundamente apenados con nuestros hermanos de los países del sur. Estos comportamientos nos producen un gran bochorno y una enorme tristeza. La diplomacia de Maduro y Delcy no nos representan, como tampoco nos representan Tarzán y la mona Chita, simples y pasajeros personajes de ficción.
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