Trino Márquez
2016 termina con sabor amargo
para la oposición. Todo el futuro promisorio que apareció con el triunfo en las
parlamentarias de diciembre de 2015, se evaporó. El referendo revocatorio (RR)
se extinguió. Se desincorporaron los diputados de Amazonas. No se ejecutó la
Ley de Amnistía. La participación en la Mesa de Diálogo ha sido percibida por
una sólida franja de opositores como un estruendoso fracaso, producto -para
colmo de males- de la ingenuidad de los representantes democráticos, debilidad
que no se les perdona a los políticos. La oposición reúne a la mayoría del
país, incluidos a muchos ciudadanos que hasta ayer fueron chavistas, pero es
una fuerza sin eficacia. Sin capacidad para modificar la correlación de fuerzas
y sacar la pandilla instalada en Miraflores.
El régimen ha
desconocido olímpicamente a la mayoría electa para el Parlamento. Sin embargo,
si la Mesa de la Unidad Democrática no demuestra de nuevo la capacidad
electoral que posee, perderá prestigio
en el plano nacional e internacional.
Henrique
Capriles, María Corina, entre otros importantes dirigentes, han hablado de la necesidad
de trazarse como objetivo para 2017 la realización de unas elecciones generales
adelantadas. Creo que esta constituye una meta llena de peligros. Otro fracaso
solo produciría mayores decepciones. Durante 2016 no se realizó el RR, a pesar
de estar contemplado en el artículo 72 de la Carta Magna. El país, liderado por
la MUD, no acumuló la fuerza suficiente para imponerlo. El régimen, aunque
aislado e impopular, se valió del
control ejercido sobre el Poder Judicial para bloquearlo. Maduro y sus socios
se colocaron en contra de la Constitución con el propósito de impedir que se
cumpliera la voluntad popular.
Exactamente lo
mismo podría ocurrir con el proyecto de las elecciones adelantadas, con el
agravante de que el gobierno, en este caso, tendría a su favor la excusa de que
el procedimiento no está previsto en la Carta Magna. Podrá decirse que en
política las soluciones deben ser del tamaño
de los problemas, por lo tanto, que salir de Maduro tiene que ser la
prioridad. Como consigna publicitaria la frase resulta atractiva. En la
práctica, deben evaluarse con frialdad las condiciones en las cuales se opera.
El RR no pudo alcanzarse. Este debe ser el punto de partida del análisis. Lo
demás es voluntarismo fantasioso.
En el
horizonte electoral aparecen las elecciones para gobernadores y alcaldes. Las
primeras debieron llevarse a cabo en 2016. Las segundas están fijadas para
2017. Ambas fechas son constitucionales y están asociadas con la
descentralización política y administrativa del Estado, proceso al cual se le
da una gran importancia en la Carta del 99 y en la provincia.
El Gobierno se
resistirá a realizar ambas convocatorias. Sabe que en cada una de ellas está
perdido. El problema que tendrá que resolver es cómo eludirlas si las dos citas
son obligatorias por mandato constitucional. Frente al país y el mundo
democrático, incluido El Vaticano, tendrá que dar explicaciones convincentes.
Nada sencillo. En el sistema democrático las elecciones se convocan cada vez
que lo manda la ley, no cuando le conviene al régimen de turno. La habilidad de la MUD, de todos los factores
democráticos de la nación y de quienes desde afuera apoyen este esfuerzo,
residirá en obligar a Nicolás Maduro a llamar a esas votaciones. En el ambiente
actual, como dice Fernando Mires, la lucha no es electoral, sino por la
realización de elecciones, pues el primer enemigo de que ellas se efectúen es
el gobierno.
Tras la
búsqueda de esa meta, para la cual se cuenta con poderosos aliados en el
interior del país, debería iniciarse el trabajo de la MUD desde los primeros
días de enero. El triunfo en los comicios regionales cercaría
institucionalmente al gobierno de Maduro. Viéndose rodeado, resultaría factible
que sea él quien, motus propio,
convoque las elecciones generales adelantadas. No le resultará cómodo ni fácil
gobernar con la inmensa mayoría de los
gobernadores y alcaldes en contra.
La otra opción
es que Maduro se decida a desconocer la Constitución, pasar por encima de esas
elecciones, derogar los comicios presidenciales de 2018 y erigirse en un
dictador convencional, puro y duro. En
este caso la situación, la suya y la de la oposición, pasaría a un plano
distinto, escenario que debería entonces considerarse en su momento.
PD: mis
mejores deseos para el año que se avecina
@trinomarquezc
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