ELIAS PINO ITURRIETA
EL NACIONAL
El diálogo de la oposición con el gobierno ha terminado. Eso dicen los voceros de la MUD, pero mañana pueden decir otra cosa. Como no los ha caracterizado la coherencia, pueden aparecer con un nuevo motivo para sentarse a hablar. Como tratan un asunto hoy y mañana otro, puede que nos sorprendan con nuevas sesiones de trabajo en las cuales, afirmarán, se definirá el destino de la república. Como su entusiasmo frente a los micrófonos es incontenible, de otro goteo de declaraciones pueden salir novedades insólitas. Ya este primer párrafo encierra una crítica a los encargados de llegar a conclusiones satisfactorias con el oficialismo, pero el arranque no significa la negación de lo que intentaron en su acercamiento. Veamos cómo se puede comer eso, sin caer en contradicciones.
Una lógica que puede ser admitida por todos aconsejaba el intercambio de puntos de vista, porque de otra manera se cerraban las puertas a cualquier alternativa de solución frente a una crisis de grandes proporciones. Aquí no caben los reproches, debido a que únicamente a través de una negociación efectuada con la responsabilidad requerida por las angustias de la sociedad podía llegarse a desenlaces convincentes. En especial, cuando el Vaticano se había involucrado en el asunto y la aguja de su respetabilidad podía remendar una parte del capote, aun cuando necesitara mil zurcidos. Ciertamente la presencia de mediadores tan desprestigiados como Samper y tan parciales como Rodríguez Zapatero invitaba a una carrera súbita, pero parecía conveniente poner el freno para soportar una compañía tan merecedora de sospechas. Parecía sensato y hasta inevitable que la MUD congeniara con sus adversarios, sin pasarse de maraca, para cumplir un episodio ineludible.
Quizá hubiese convenido una confesión pública en torno a cómo no les quedaba más remedio que meterse en sesiones inconducentes, pero no convenía alejarse del lobo sin que la gente supiera que primero sentían de cerca su fetidez. El problema fundamental radicó en el hecho de mostrarse como corderitos, aunque no lo fueran, o de que el público lo sintiera así. En materia de negociaciones no solo basta la destreza de los negociantes, que no dejó de faltar, sino también la necesidad de evitar que se les viera como juguetes de una fuerza superior. De allí que no se advirtiese la existencia de un trato entre pares, sino el juego de la prepotencia contra la inocencia. Quizá no fuera así, pero la sensación ha predominado hasta el extremo de multiplicar el desprestigio de los que han recibido los dardos de miles de destinatarios, estos sí inocentes sin paliativos, que esperaban un arreglo milagroso. Sea como fuere, no pareció prudente la manera poco precavida de meterse en la boca del lobo cuando la sociedad sabía que hasta el santo de Asís, ejemplo del actual Papa, fracasó en su intento de reformar los hábitos de un animal de la misma especie en Gubbio.
Hasta en la dirigencia de la MUD ha circulado la crítica a los dialogantes, que no los descalifica del todo, pero que les deja magulladuras. Temo que sean únicamente trompadas estatutarias frente a lo que viene, porque la culminación del diálogo, si ha terminado de veras, conduce a desafíos de tortuoso desarrollo. ¿Mayor fragmentación de los opositores? ¿Divisiones sin remedio? ¿Pases inoportunos de factura, o tal vez oportunos? ¿La AN más sola que nunca en su afán de supervivencia? ¿El régimen más autocrático que hasta ahora, sin la excusa de unas tratativas que le venían bien, si cabe semejante posibilidad de crecimiento del autoritarismo? ¿Guerra sin cuartel contra el chavismo? ¿La candela de la calle, todos los días del mundo? ¿Larrazábal II, como pide el padre Ugalde? Con el RR muerto y enterrado, con la rectificación de las rectoras chavistas del CNE por el TSJ, pendiente hasta las calendas griegas la elección de los gobernadores, muchos dirigentes en el páramo del desprestigio buscando la manera de permanecer en el favor de la colectividad, habrá que ingeniárselas para salir con hueso sano en el nuevo y complicado capítulo de historia que ahora empieza. El reto también incumbe a la dictadura, desde luego. Con la superación de los tiempos del diálogo comienza un embrollo sin pronóstico apacible.
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